La nueva normalidad
Tras el estado de alarma podr¨ªan seguir vigentes, agazapadas entre tantas leyes existentes, algunas excepciones que confirmar¨ªan la regla del p¨¢nico creado. Ganas no les faltan a algunos c¨ªrculos pol¨ªticos y econ¨®micos
¡°Puedo prometer y prometo¡± dijo Adolfo Suarez. Y marc¨® su vida. Una frase convertida en chascarrillo aunque s¨®lo pretend¨ªa combatir los problemas de credibilidad que ten¨ªa el entonces presidente espa?ol. Fue all¨¢ por la transici¨®n, cuando el desencanto habit¨® entre nosotros. Tan deseosos est¨¢bamos de alcanzar el cambio anhelado, que para dar consistencia al cartel electoral que dec¨ªa ¡°UCD cumple¡± Fernando ?nega le puso m¨²sica a la idea de convertir la necesidad en virtud. Y as¨ª, el entonces redactor de los discursos presidenciales, acab¨® titulando el libro en el que relata sus a?os en Moncloa con el mismo eslogan. Un tiempo aquel en el que el marketing pol¨ªtico era tan incipiente que las alocuciones se preparaban a partir de ideas con voluntad de compromiso. Y de estas surg¨ªan sentencias que remachaban las propuestas. No al rev¨¦s, como ahora, que se arma un discurso para dar consistencia al lema ingeniado previamente en laboratorios de artificios. Y al final, no queda nada.
En 1.976, un a?o antes de aquel discurso tan sonoro, cuando Adolfo Suarez todav¨ªa vest¨ªa uniforme falangista y era Ministro del Movimiento en el Gobierno de Arias Navarro, ya mostr¨® sus intenciones defendiendo el derecho de asociaci¨®n pol¨ªtica. Y en su primera alocuci¨®n televisiva sentenci¨® lo que acabar¨ªa resumiendo la transici¨®n: ¡°elevar a categor¨ªa pol¨ªtica de normal lo que a nivel de la calle es normal¡±. La normalidad hab¨ªa de consistir en lo que durante los siguientes cuarenta largos a?os hemos entendido como el sistema de libertad que disfrutamos. Puede que venido a menos para rupturistas contumaces, pesimistas recalcitrantes y quienes no hab¨ªan nacido pero infinitamente superior al vivido hasta entonces para cualquiera de los supervivientes que no haya renegado del pasado o siga esperando la revoluci¨®n pendiente.
El concepto de normalidad est¨¢ reapareciendo estos d¨ªas en formato pol¨ªtico y remodelado. Falta saber si tambi¨¦n redefinido. Lo ha hecho suyo Pedro S¨¢nchez cuando nos habla de desescalada de la curva letal del coronavirus y del proceso de desconfinamiento que empieza el pr¨®ximo lunes. Y bautiza este per¨ªodo como el de la ¡°nueva normalidad¡± sin concretar ni su duraci¨®n ni si eso que iremos asumiendo como habitual, l¨®gico para las peligros que al acecho, al final habr¨¢ venido para quedarse.
Corremos pues, el riesgo de recuperar la frase de Su¨¢rez e invertirla para que alguien nos acabe decidiendo que lo estipulado en la calle por la fuerza de las circunstancias debe elevarse a normal en las pr¨®ximas revisiones legislativas. As¨ª, levantado el estado de alarma podr¨ªan seguir vigentes, agazapadas entre las cien mil leyes existentes hoy en Espa?a, algunas excepciones que confirmar¨ªan la regla del p¨¢nico creado. Ganas no les faltan a determinados c¨ªrculos pol¨ªticos y econ¨®micos. A todos los niveles.
Un informe publicado esta semana por la Fundac¨®n alemana Bertelsman Siftung alerta de la erosi¨®n lenta pero progresiva de la democracia en algunos pa¨ªses de Europa del Este y Am¨¦rica Latina. Y que algunos de sus gobernantes est¨¢n aprovechando la crisis del Covid19 para acaparar m¨¢s poder y acallar las voces m¨¢s cr¨ªticas. Por otra parte, las alternativas de futuro que los pensadores de referencia destilan estos d¨ªas juegan con la disyuntiva entre una mayor socializaci¨®n global o un nuevo encierro local. Recuperadas las fronteras, nos sentir¨ªamos m¨¢s s¨®lidos nacionalmente, robustos patri¨®ticamente pero intolerantes socialmente. De ser esto, el caldo que nos dejar¨ªa el pangol¨ªn transmisor no habr¨ªa quedado solo en el brebaje tradicional que consumen algunas poblaciones orientales sino que ser¨ªa el caldo de cultivo que servir¨ªa de gran excusa para no correr m¨¢s riesgos colectivos a costa de recortar derechos individuales.
Alguna luz ¨¢mbar se ha encendido entre nosotros por determinados comportamientos policiales que act¨²an al amparo de la pol¨¦mica y excesiva ¡°ley mordaza¡±. Sindicatos uniformados habr¨ªan pedido que no les limitaran ni flexibilizaran su aplicaci¨®n aun estando vigente. Habr¨ªan intentado neutralizar as¨ª el compromiso pol¨ªtico del gobierno actual de derogarla. En Catalunya, no consta desmentido a la informaci¨®n aportada por SER Catalunya de que la c¨²pula de los Mossos habr¨ªa instado a los agentes a hacer constar la desobediencia en las denuncias extendidas a los ciudadanos acusados de saltarse el confinamiento. Un ¡°peque?o detalle¡± que blindar¨ªa a la administraci¨®n ante los recursos posibles por considerar que la ley de alarma no equivale a la de excepci¨®n bajo la cual salir de casa sin justificaci¨®n suponga delito alguno.
Y luego est¨¢n las consecuencias econ¨®micas que arrastraremos largamente y que pueden seguir empobreciendo a buena parte de la poblaci¨®n como sucedi¨® con la crisis precedente. La financiera. La que motiv¨® a un afamado banquero advertir: ¡°que la recuperaci¨®n se consolide no significa un retorno a la normalidad si por normalidad se entiende los a?os que precedieron a la crisis. Las secuelas tardar¨¢n en desaparecer¡±. Y se consolid¨® entonces la nueva normalidad sobre la que reescribir ahora la nueva normalidad.
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