Una tregua para el delta del Llobregat
El confinamiento da ¡°tranquilidad¡± a las aves y hace llegar al zorro hasta la orilla de este espacio natural
Javier Santaeufemia cierra la puerta del observatorio para evitar que entre la luz y que el reflejo espante a las aves. Se sienta con cuidado en los bancos de madera, saca los prism¨¢ticos y mira por la estrecha rendija hacia la laguna de Cal Tet. ¡°Es una maravilla estar aqu¨ª¡±, dice satisfecho ante un horizonte de paz natural donde, por una vez, el canto de los p¨¢jaros se impone a los motores de los aviones. Se?ala unas cuantas especies, pero se fija en la cantidad de cig¨¹e?uelas (s¨ª, parecen cig¨¹e?as peque?as) que, llegadas de ?frica, cr¨ªan ahora en este rinc¨®n del delta del Llobregat. ¡°Suele haber dos o tres¡ Ahora hay quince¡±.
El confinamiento ha reducido dr¨¢sticamente el tr¨¢fico a¨¦reo en el aeropuerto de El Prat. Desde aqu¨ª, la torre de control apenas se vislumbra tras el ca?averal. Solo una avioneta que acaba de despegar y que parece salida de Memorias de ?frica rompe fugazmente el silencio. El estado de alarma tambi¨¦n ha liberado de visitantes este espacio natural, lo que ha hecho florecer la vida en el delta. ¡°M¨ªralas. La que quiere come, la que no duerme¡ No est¨¢n estresadas, se nota que cada una va a su aire¡±, dice sin reparar en la met¨¢fora. ¡°En el observatorio, la gente suele hablar en voz alta o saca las manos afuera¡ Y entonces las aves se alejan¡±.
¡°La primavera de este a?o es un lujo para la fauna¡±, insiste el t¨¦cnico mientras camina por una pasarela de madera entre vegetaci¨®n: mucha ca?a y zarza y pocos claros. ¡°Si no se invierte, esto se convierte en una selva¡±. Lleva 27 a?os trabajando aqu¨ª y ha visto todos los cambios del paisaje. Su pron¨®stico no es optimista. El desv¨ªo del r¨ªo, la ampliaci¨®n del puerto, la tercera pista de El Prat¡ Todo lo que ha pasado ha ido ¡°arrinconando¡± la zona pese a los esfuerzos por conservarla. Las restricciones provocadas por la pandemia ni son la panacea ni han permitido recobrar el resplandor del pasado; suponen, si acaso, una peque?a tregua.
¡°Hemos visto m¨¢s aves migratorias estas semanas. Tampoco es que haya muchos m¨¢s animales, porque el espacio es el que es. Pero los que hay viven mejor. Se pueden mover con m¨¢s libertad¡±. Santaeufemia habla ahora desde un mirador en la desembocadura del Llobregat. Al otro lado del r¨ªo, los camiones levantan una nube de polvo mientras descargan material para construir un nuevo dique. A este lado hay una laguna donde ¡°a veces se ven flamencos¡± (habr¨¢ que creerle) y, al fondo, dunas y arena. Es el comienzo de la playa de El Prat. En sus casi seis kil¨®metros de recorrido, ha encontrado estos d¨ªas rastros abundantes de zorros. ¡°Hay huellas hasta en la orilla¡±, dice.
El zorro (como el jabal¨ª) son especies que se reproducen en el delta, pero que ¡°ni de broma¡± se aventuraban a la playa. ¡°Por la ma?ana est¨¢n los ba?istas; por la tarde, los pescadores; y por la noche, los chiringuitos con sus fiestas¡±. Santaeufemia es amable, pero cuando toca hablar de los espacios naturales se vuelve un poco antisocial. Los fines de semana sol¨ªa venir a pasear aqu¨ª con la familia. Ha dejado de hacerlo. ¡°Me pasaba el d¨ªa echando bronca a la gente, como un polic¨ªa. Las familias vienen como si esto fuera un parque urbano, y es un espacio natural. En vez de tranquilizarme, acababa estresado¡±.
Santaeufemia conduce hasta Can Nani, un prado h¨²medo con escasa vegetaci¨®n. La migraci¨®n est¨¢ en su fase final, pero aun pueden verse un par de aves lim¨ªcolas antes de tomar rumbo al centro de Europa. Tambi¨¦n hay patos volando. ¡°En condiciones normales, estar¨ªan escondidos. Ahora su comportamiento es m¨¢s natural¡±. El t¨¦cnico se?ala a cinco caballos blancos tumbados en el prado. Se introdujeron aqu¨ª para ¡°mantener a raya la vegetaci¨®n¡± y permitir que las aves pusieran sus nidos. Pero, como siempre est¨¢n en la misma zona, a veces los pisotean. Lo que pretende ilustrar es que no hay soluciones obvias ni autom¨¢ticas en un entorno metropolitano, ¡°fr¨¢gil y muy presionado¡±.
El delta ocupa 926 hect¨¢reas que resisten, como en un asedio, el embate de la civilizaci¨®n: el puerto que asoma y crece, el zumbido de los aviones, los ciclistas que pasan los fines de semana como en una rambla, los ni?os que gritan, los disparos de escopeta desde las mas¨ªas diseminadas, que espantan a las aves. Sobre ese panorama cotidiano, alterado ahora por la pandemia, se cierne una amenaza mayor: la propuesta de Aena de ampliar la tercera pista del aeropuerto de El Prat.
La ampliaci¨®n, denuncia Santaeufemia ¡ªy con ¨¦l, las entidades que rechazan la idea¡ª supondr¨ªa la ¡°destrucci¨®n de La Ricarda¡±, que es ¡°el ecosistema m¨¢s natural¡± y valioso del parque, con 400 a?os de historia, que antes hab¨ªa sido usado para la caza. Pero adem¨¢s, encajonar¨ªa aun m¨¢s el resto de espacios. ¡°No podemos retroceder m¨¢s¡±. El t¨¦cnico se para de nuevo a escuchar los p¨¢jaros. ¡°Como se escuchan mejor entre ellos, cantan m¨¢s¡±. A sus espaldas, un avi¨®n de Ryanair despega, como despegar¨¢n pronto las cig¨¹e?uelas de vuelta a ?frica, en junio, cuando la nueva normalidad ponga fin a la tregua del delta.
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