Y el virus dispone
Un acriticismo galopante ha permitido controles de dudosa legitimidad, el acatamiento de un marco legal discutido y alg¨²n atisbo de abuso de poder de uniformada condici¨®n
La fuerza de la covid-19 puede con todo. Es como si su poder omnipresente dominara el mundo y nada se moviera sin su permiso. Y ya vemos que la pandemia concede escasas licencias. Aun as¨ª, cuando despertemos nos daremos cuenta de que el dinosaurio todav¨ªa sigue all¨ª. Como en el cuento de Monterroso.
Siguen las guerras de Siria y Yemen pero apenas les prestamos atenci¨®n. La inmigraci¨®n pugna por hacerse el hueco humanitario que hemos tapado. Nicol¨¢s Maduro ha enmudecido pero no desaparecido y las tendencias totalitarias en Hungr¨ªa y Polonia ni siquiera requieren advertencias de la Uni¨®n Europea. Y como se?ala Bernard-Henri L¨¦vy acerca del mes de abril robado por el miedo y la estad¨ªstica, la deforestaci¨®n del Amazonas mantiene su amenaza y la lucha contra el cambio clim¨¢tico, aunque beneficiada local y puntualmente por la baja intensidad de la contaminaci¨®n a causa del par¨®n de la actividad, sigue siendo una prioridad por mucho que la hayamos orillado. Un vac¨ªo, este, que sirve para que las posiciones m¨¢s radicales aprovechen para promocionar sus propuestas de cara al mundo de ma?ana, que a veces se asemeja demasiado al mundo de ayer. Aquel que Stefan Zweig rememor¨® dando rienda suelta a sus recuerdos porque ¡°solo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado por los otros¡±.
Era tiempo de entreguerras. Etapa en la que quienes deb¨ªan advertir del peligro que se gestaba en Europa optaron por relativizarlo, mirar hacia otro lado, divertirse y apurar el ¨²ltimo sorbo de su exigua libertad. Y acab¨® en la hecatombe de cuyo final deber¨ªamos estar conmemorando el 75 aniversario. Pero el coronavirus tambi¨¦n lo ha silenciado. L¨¢stima. Porque si es cierto que nada ha pasado en todo ese tiempo tan importante, dram¨¢tico, turbador y transcendente como la actual sacudida, y que la palabra m¨¢s repetida ha vuelto a ser ¡°guerra¡±, deber¨ªamos otear el horizonte aprendiendo la lecci¨®n de lo que supuso la aplicaci¨®n de la econom¨ªa de mercado y del Estado del bienestar que tanto contribuyeron al triunfo y la consolidaci¨®n de la democracia. Ahora que un maldito virus nos insta a repensarla. Ya se ver¨¢ si seremos capaces o, como en anteriores ocasiones, todo quedar¨¢ en un brindis por las buenas intenciones. O sea, agua de borrajas.
Es indiscutible que quienes construyeron el modelo de sociedad que tanto ha favorecido a tantos durante tanto tiempo, se hab¨ªan trabajado una autoridad moral que les facilit¨® el ascendente que nuestros actuales gobernantes no tienen. Aspecto que tiene su reverso. Sus ansias de poder, canalizadas a trav¨¦s de permanentes t¨¢cticas electorales y constantes tropel¨ªas pol¨ªticas, los inducen a pensar que tampoco tienen por qu¨¦ respetarnos. Al final, cualquier explicaci¨®n que pase por responsabilizar al contrario la creen suficiente para salir del charco en el que se han metido. Ya estar¨¢n all¨ª los asesores para encontrarles una frase apropiada, una salida de tono o un eslogan impactante que los compa?eros de partido repetir¨¢n como una letan¨ªa hasta acabar crey¨¦ndoselo. En los frecuentes discursos p¨²blicos de estas semanas tenemos la cruz de la moneda. En el comportamiento ciudadano, la cara. Ejemplar como pocos pod¨ªan sospechar porque el miedo ha dominado la situaci¨®n. Un pavor f¨ªsico que ha coartado cualquier reacci¨®n ps¨ªquica. Un acriticismo galopante que ha permitido controles de dudosa legitimidad, el acatamiento de un marco legal discutido y alg¨²n atisbo de abuso de poder de uniformada condici¨®n. Porque por encima de todo ello se proyectaba el p¨¢nico a lo desconocido favorecido por la sinceridad cient¨ªfica que emulaba aquel ¡°solo s¨¦ que no s¨¦ nada¡±.
Por eso, abierta la espita del desconfinamiento, en algunos casos las ansias de libertad tras dos meses de encierro han podido m¨¢s que el control de las reacciones. Y las im¨¢genes han quedado para la preocupaci¨®n y la denuncia. Deber¨ªamos preguntarnos, sin embargo, si no han sido tambi¨¦n el resultado de las m¨²ltiples contradicciones que estas semanas han hecho aflorar en expertos, pol¨ªticos y aficionados. Alteraciones constantes de criterios que han llegado a la ciudadan¨ªa con la inmediatez de la noticia y el estupor del desconcierto. Desde la eficacia real de guantes y mascarillas a los posibles remedios provisionales, estudios para detectarlos e investigaciones para conseguirlos. Y todo, pasando por las permanentes revisiones de diagn¨®sticos, medidas tomadas y sus constantes rectificaciones. Hasta tal punto han llegado que el imaginario colectivo ha optado por establecer sus propios c¨®digos a partir de los cuales se han censurado conductas y denunciado acciones que ninguna norma hab¨ªa prohibido. A estas alturas ya da lo mismo que lo ¨²nico que no ha sido discutido sea la necesidad de mantener la distancia f¨ªsica y la higiene personal. Y que todo lo dem¨¢s est¨¦ cuestionado. Hasta que llegue el d¨ªa que seguir en casa sea inasumible y nos insten a correr el riesgo del que hasta ahora han querido preservarnos. A veces, infantilmente.
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