Entre par¨¦ntesis
De momento los indicios auguran poca confianza; si el mundo de ma?ana depende de lo que hagamos hoy, los pron¨®sticos observan con deleite el lado salvaje del camino
Todo aquello que va mal es susceptible de empeorar. Edward A. Murphy Jr. no dijo esto exactamente cuando su ayudante se equivoc¨® al conectar los cables para probar su plan sobre la resistencia humana en un proceso de desaceleraci¨®n r¨¢pida. Fue m¨¢s contundente. Tan convencido estaba de la capacidad de equivocarse de su colaborador ante cualquier situaci¨®n determinante que no dudaba de su persistencia. Luego vinieron las versiones y las adaptaciones aplicadas a la mirada negativa de las cosas. Destac¨® la tostada que siempre cae del lado untado con la mantequilla o la alfombra que recibe su impacto y queda manchada por la grasa. Tuvo que pasar medio siglo para que un profesor de Birmingham demostrara que la causa estaba en la altura de la mesa desde donde se desliza el pan y no en el peso a?adido por el l¨¢cteo. Y le dieron el Nobel de F¨ªsica.
A veces, la historia parece querer emular aquella ley emp¨ªrica tan utilizada en el lenguaje popular. Y se aplica con empe?o a repetir lo peor de lo vivido aunque sea en forma de farsa. Lo que nos espera fuera del par¨¦ntesis en que estamos cerrando con el avance de la desescalada no se intuye mejor que lo que dejamos antes de abrirlo. Al contrario. Como nos pasa con el producto congelado, tiempo despu¨¦s de adquirirlo o procesarlo, cuando abrimos de nuevo el correspondiente caj¨®n del frigor¨ªfico, all¨ª est¨¢ esperando impert¨¦rrito para que lo consumamos. Y en una sociedad acelerada, lo l¨®gico es que quienes tengan prisa ya lo vayan metiendo en el microondas para recuperar su textura con tanta prontitud como apetito. Los pol¨ªticos, con esmero.
A d¨ªa de hoy, aquellos profundos debates del inicio del confinamiento sobre el mundo postcoronavirus parecen tan lejanos en el tiempo como los mejores prop¨®sitos para el a?o que nos ha restado su primavera. Que sus promotores hayan optado por el silencio posterior a sus pron¨®sticos puede ser porque casi todo lo dejaron dicho, porque siguen a la espera de acontecimientos que les permitan corregir o mantener sus proyecciones, porque han vuelto a darse de bruces con la tozudez de la condici¨®n humana o porque saben que los grandes cambios sociales necesitan de procesos largos y, como la ciencia, no son amigos de las prisas. Pero queda el mientras tanto, que es lo que viviremos los pr¨®ximos meses. Y ser¨¢ en ese nuevo per¨ªodo cuando podremos ver qu¨¦ condiciones se dar¨¢n y c¨®mo se cocer¨¢n para modelar nuestro destino. El inter¨¦s por todo lo que a partir de ahora se vincule a esta faceta impensable de la globalizaci¨®n nos dar¨¢ una idea de si el 2020 pasar¨¢ a ser el a?o en el que iniciamos el nuevo milenio como detonante del gran cambio inherente o una etapa m¨¢s del siglo del que llevamos consumidas dos d¨¦cadas y que en algo les recuerda a los historiadores al per¨ªodo de entreguerras.
De momento, algunos indicios auguran poca confianza. Y si el mundo de ma?ana depende de lo que hagamos hoy, los pron¨®sticos observan con deleite el lado salvaje del camino. Porque, si por la nueva normalidad para la que quiso prepararnos Pedro S¨¢nchez debemos entender lo que se dicen en el Congreso, sin novedad en el frente. Si por una relectura de la estrategia independentista debemos inferir la recuperaci¨®n del discurso de Puigdemont favorecido por el caso P¨¦rez de los Cobos o el cruce habitual de sables entre los dos partidos de gobierno de la Generalitat, nada nuevo bajo el sol. Si por revisi¨®n de valores aceptamos el inter¨¦s de miles de familias de acceder a una plaza de residencia geri¨¢trica para sus mayores aprovechando las miles que han quedado vacantes por el drama, tropezamos con la misma piedra. Si para la revisi¨®n del sistema econ¨®mico para hacerlo m¨¢s justo seguimos en manos del comportamiento hist¨¦rico de las bolsas, la letra peque?a de los decretos gubernamentales que frenan las ayudas a quienes les necesitan o interceptan burocr¨¢ticamente sus demandas, peor. Por no citar la exasperante lentitud del trabajo para la reconstrucci¨®n nacional de la comisi¨®n parlamentaria, m¨¢s cercana a la ralentizaci¨®n prevista por quien prefer¨ªa redactar el reglamento a escribir la ley. O el papel de la Uni¨®n Europea, que si siempre fue elefante, ahora emula al dinosaurio. Riesgo de extinci¨®n incluido.
Mientras, las medidas de seguridad sanitaria instan a la distancia f¨ªsica para evitar riesgos, como si tocarnos estuviera m¨¢s cerca del pecado de la carne que de la relaci¨®n humana, la expresi¨®n educada o la empat¨ªa sensorial. Las mascarillas que esconden nuestras sonrisas agudizan la mirada recelosa a quien no la lleva. El control propuesto para el retorno al trabajo, la reapertura de locales y la recuperaci¨®n de actividades, a desconfiar del pr¨®jimo mucho m¨¢s que de nosotros mismos. Y, conoci¨¦ndonos como nos conocemos, m¨¢s nos valdr¨ªa.
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