De burgueses a ricos
En la mutaci¨®n social y econ¨®mica ha ido desapareciendo una figura tradicional: el burgu¨¦s ilustrado, que jug¨® un papel positivo en Catalu?a, cuya fuerza, al carecer de poder pol¨ªtico, depend¨ªa en buena parte del poder civil
Fue en el marco del Estado naci¨®n y en el capitalismo industrial que se form¨® y creci¨® la democracia liberal moderna. En un sistema de intereses m¨¢s simple que el actual, la estratificaci¨®n social se agrupaba en torno a dos bloques: burgues¨ªa y proletariado, que, de alguna manera, eran representados en la escena parlamentaria, entendida como lugar de sublimaci¨®n de los conflictos, con la divisi¨®n entre derecha e izquierda.
De todo ello queda poco en la mutaci¨®n actual del capitalismo digital y financiero, en que el poder y el dinero se han concentrado en unos pocos que viven a mucha distancia de los dem¨¢s, protegidos por este don de la ubicuidad que les permite estar en todas partes y en ninguna, seg¨²n les convenga, sin tener que pasar cuentas. En esta sociedad que se identificaba como de las clases medias hasta que la crisis de 2008 las parti¨® en dos, entre los superpoderes y el com¨²n de los mortales medran lo que podr¨ªamos llamar los ricos, que, lejos de los motores de la globalizaci¨®n, medran en la fantas¨ªa de las inversiones y los dividendos ilimitados como ¨²nica forma de conocimiento y de reconocimiento. En esta mutaci¨®n ha ido desapareciendo una figura tradicional: el burgu¨¦s ilustrado, que jug¨® un papel positivo en las sociedades europeas y especialmente en un pa¨ªs como Catalu?a, cuya fuerza, al carecer de poder pol¨ªtico, depend¨ªa en buena parte de lo que podr¨ªamos llamar el poder civil
Eran gentes con fortuna, la mayor¨ªa. de las veces proveniente de la industria, que en la defensa de sus intereses entend¨ªan que no somos individuos aislados sino que formamos parte de un espacio compartido que llamamos sociedad, y que, por tanto, lo que ocurr¨ªa en ella tambi¨¦n les concern¨ªa. Algunos de estos personajes jugaron un papel importante en el tardofranquismo y en la Transici¨®n y contribuyeron a la transformaci¨®n del pa¨ªs. De hecho ser¨ªa interesante preguntarse por qu¨¦ los burgueses catalanes tuvieron mayor peso e influencia en Espa?a en el tardofranquismo y en los primeros a?os de la democracia que cuando, con la privatizaci¨®n masiva de empresas p¨²blicas, Madrid se convirti¨® en lo que no hab¨ªa sido nunca: una capital econ¨®mica. Es f¨¢cil decir que pagaron la condici¨®n de origen, pero tengo la impresi¨®n que hubo alguna desidia relevante.
En cualquier caso, esta figura empez¨® a mermar con la desindustrializaci¨®n y con la transferencia masiva de empresas de tradici¨®n familiar a la inversi¨®n extranjera. Y, sin embargo, algunos de estos personajes hab¨ªan creado instituciones que jugaron cierto rol en la sociedad catalana, algunas de las cuales todav¨ªa existen, aunque probablemente est¨¦n en v¨ªas de transformaci¨®n: es el paso de los burgueses a los ricos, es decir, sujetos con pose de triunfadores que a menudo confunden el contexto con la cuenta de resultados. Y de ah¨ª la tendencia a interpretar el pa¨ªs o la ciudad como una marca, a la asunci¨®n acr¨ªtica de las corrientes ideol¨®gicas dominantes (ahora mismo la digitalizaci¨®n como horizonte absoluto de nuestro tiempo) y de los mitos que pretenden ocultar la esencial vulnerabilidad de la especie (como, por ejemplo, el transhumanismo) y al rechazo autom¨¢tico de cualquier proyecto que ponga en cuesti¨®n las bondades de un sistema atrapado en su aceleraci¨®n (es pintoresco cuando hablan de los Comunes o de Podemos como peligrosos infraterrestres).
Paralelamente, las organizaciones populares surgidas tambi¨¦n del capitalismo industrial ¡ªlos sindicatos especialmente, pero no solo ellos¡ª se han ido desdibujando tambi¨¦n. Y si ello va unido a la desactivaci¨®n de lo social fruto de esos a?os de nihilismo, en que parec¨ªa que no hab¨ªa l¨ªmites a la proyecci¨®n individual, y a una evoluci¨®n enormemente simplificadora de la comunicaci¨®n de masas, un proceso de reconstrucci¨®n como el que tenemos que afrontar ahora requiere una cierta reinvenci¨®n de los interlocutores sociales, si no queremos que quede estrictamente en manos de una clase pol¨ªtica cada vez m¨¢s condicionada por unos poderes econ¨®micos que la superan.
Probablemente las viejas figuras evocadas ya no volver¨¢n, pero se echan de menos voces que digan basta a la conversi¨®n de la pol¨ªtica en una lucha sin cuartel, cuando una derecha impotente juega con las instituciones para cargarse al Gobierno; o que apuesten decididamente para que Barcelona y Catalu?a jueguen sus mejores cartas, pensando m¨¢s all¨¢ de los sus limitados intereses que translucen en su obsesi¨®n gattopardiana para que nada cambie. Con honrosas excepciones, tengo la impresi¨®n que hay sectores que han claudicado, a los que les interesa poco el pa¨ªs, ensimismados en sus prosaicas fabulaciones.
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