La mirada de un negro
Miles Davis fue detenido por ser negro y le comprendo cuando a?os despu¨¦s dijo: ¡°El incidente me cambi¨® para siempre. Me hizo mucho m¨¢s amargo y c¨ªnico. El racismo forma parte del sistema de Estados Unidos¡±

En la noche del 25 de agosto de 1959 la polic¨ªa neoyorkina detuvo a Miles Davis. No por una pelea, ni por un asunto de drogas, ni por haber cometido ilegalidad alguna: lo detuvieron por ser negro.
As¨ª nos lo contaba Luis Ventoso hace unos d¨ªas en el Abc. Tras acabar su actuaci¨®n en el Birdland Club de Broadway y despedir a su novia en la puerta del taxi, se puso a deambular por la acera frente al local para respirar el aire de la noche. Un fornido polic¨ªa, sin raz¨®n alguna, le mand¨® que circulara y se fuera. Se neg¨® alegando que trabajaba en el club y volver¨ªa a entrar de nuevo. ¡°Si no te largas te voy a arrestar¡±. Miles, humillado y ofendido, lo mira con fiera dignidad y no le hace caso. ¡°Est¨¢s arrestado¡±, le orden¨® el polic¨ªa.
Tras enzarzarse en una leve pelea, otros agentes lo reducen por la fuerza: golpes duros y secos con sus porras, camisa ensangrentada, esposado camino de comisar¨ªa, despu¨¦s la acusaci¨®n de resistencia a la autoridad y agresi¨®n a las fuerzas del orden. Un caso aparentemente banal, cotidiano, violencia no amparada en la ley sino en la arbitrariedad de un antojo repentino. Solo que el detenido era Miles Davis, ya muy famoso y en fase de plenitud art¨ªstica. Por eso nos enteramos, por eso no se pudo silenciar.
La realidad es distinta al derecho, las corrientes culturales de fondo son dif¨ªciles de cambiar
Hay una fotograf¨ªa del autor de So what arrestado en comisar¨ªa. Nos podemos fijar en su aire desvalido, en su actitud desconcertada, en su camisa blanca con manchurrones de sangre, en su arrugada chaqueta. Pero sobre todo hay que fijarse en sus ojos, en sus penetrantes ojos de negro, ojos suplicantes en busca de ayuda, expresivos ojos de quien se sabe solitario y d¨¦bil a pesar de ser Miles Davis.
Nunca olvidar¨¦ otra escena, tambi¨¦n en Broadway, ya muy cerca de Harlem, cerca de la Columbia. En plena calle vi a un grupo no muy numeroso de personas, poco sorprendidas. En el centro, un negro en el suelo acechado por muchos polic¨ªas, tres de ellos con potentes y sofisticadas armas de ca?¨®n largo apunt¨¢ndole a un palmo de su cabeza. Me acerqu¨¦ hasta un par de metros y nuestras miradas coincidieron: era peque?o y flaco, no recuerdo su perfil, solo sus ojos, sus aterrados ojos, el miedo que trasluc¨ªan, el mundo interior que no ocultaban, el fracaso que escond¨ªan. Como he dicho, no hab¨ªa sorpresa entre quienes se acercaban a ver lo que pasaba, asomaban la cabeza y segu¨ªan su camino, para ellos era una escena cotidiana. En cambio, yo no la olvidar¨¦ nunca. Aquellos ojos.
Comprendo a Miles cuando dijo a?os despu¨¦s: ¡°El incidente me cambi¨® para siempre. Me hizo mucho m¨¢s amargo y c¨ªnico, justamente cuando empezaba a sentirme bien respecto a la posibilidad de que las cosas hubiesen cambiado en este pa¨ªs (...). El racismo no es algo aislado. Forma parte del sistema de Estados Unidos¡±.
La fugaz detenci¨®n del gran trompetista sucedi¨® en 1959 cuando Estados Unidos era ya una gran potencia mundial
Pensemos que la fugaz detenci¨®n del gran trompetista tuvo lugar en 1959, pronto har¨¢ 61 a?os. Estados Unidos era ya una gran potencia mundial, la ganadora de las guerras que hab¨ªan asolado Europa, hab¨ªa convertido a Hollywood en la meca del cine, su Tribunal Supremo hab¨ªa rectificado su propia doctrina seg¨²n la cual se respetaba la igualdad entre negros y blancos aunque tuvieran que mantenerse separados. No, separados no eran iguales.
El movimiento pacifista que encabez¨® Martin Luther King estaba empezando a dar sus frutos: progresivamente se estaba consiguiendo la igualdad en escuelas y universidades, hospitales, transporte p¨²blico, hoteles, bares y restaurantes: para ser iguales hab¨ªa que compartir los mismos espacios, la integraci¨®n era un elemento esencial de la igualdad.
Despu¨¦s vinieron las reformas sociales de Kennedy y Johnson, la voluntad de incorporar a los negros en la vida social. As¨ª pues, Louis Armstrong, Duke Ellington y Ella Fitzgerald tuvieron por fin el derecho a pernoctar tras sus actuaciones en cualquier hotel y no en mugrientas pensiones.
En teor¨ªa esto es as¨ª, y lo sigue siendo, pero, de repente, nos damos cuenta que la realidad es distinta al derecho, las corrientes culturales de fondo son dif¨ªciles de cambiar, ha sido mucho el camino recorrido pero a¨²n faltan algunos tramos. Ciertos ingenuos, tirando a tontos, pensaron que todo se pod¨ªa solucionar si en lugar de llamar negros a los negros se les llamaba hombres de color. La necedad postmoderna, en esto y en otras cosas, es inmensa, inacabable.
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