El ¡°infierno¡± de la residencia Bertran i Oriola
El centro de ancianos, gestionado por Eulen, es uno de los intervenidos por la Generalitat y tiene un expediente sancionador abierto
Carmen Blanco, Pilar Riera y Carmen Maldonado son tres de las personas que murieron en la residencia de mayores Bertran i Orla de Barcelona, gestionada por Eulen. La Generalitat ha abierto un expediente sancionador al centro. Antes, lo intervino porque detect¨® irregularidades. El virus se expandi¨® sin control entre sus 92 residentes. Eulen mantiene que han fallecido 21 usuarios por la covid-19. Las familias lo elevan a 42, y aseguran que solo seis de los internos no han sido infectados. La mayor¨ªa de los afectados han denunciado al centro ante la Fiscal¨ªa y no dudan en calificar de ¡°infierno¡± lo que sus seres queridos vivieron all¨ª en la etapa m¨¢s dura de la pandemia. Este diario ha tratado, sin ¨¦xito, de conseguir la versi¨®n de Eulen.
Carmen Blanco muri¨® el 6 de abril en una cama de la residencia Bertran i Oriola. Ten¨ªa 82 a?os y seis hijos. Enriqueta L¨®pez, acusa de ¡°negligentes¡± a los responsables del centro, donde ingres¨® a su madre, con p¨¢rkinson, hace tres a?os, despu¨¦s de quedarse ciega. Viv¨ªa en un cuarto piso sin ascensor. ¡°Desde el primer momento vimos que faltaba higiene, la fisioterapeuta aparec¨ªa cuando aparec¨ªa, la comida era p¨¦sima¡¡±, denuncia. La familia iba cada d¨ªa a ver a Carmen, hasta que el 12 de marzo la Generalitat dio la orden de confinar las residencias. ¡°La primera semana, llam¨¢bamos por tel¨¦fono y una auxiliar nos dec¨ªa que mi madre estaba bien. La segunda semana, nos dijeron que si no se pon¨ªan en contacto el centro con nosotras es que estaba bien¡±.
Enseguida llegaron las noticias de trabajadores de baja. ¡°Llam¨¦ mil veces a la Generalitat y nunca me atendieron¡±, recuerda. Con las tecnolog¨ªas como ¨²nicas aliadas, sospechaban que dentro se viv¨ªa ¡°un infierno¡±. ¡°Ve¨ªamos v¨ªdeos y fotos tomadas a escondidas donde observ¨¢bamos que en la sala de estar estaban poniendo camas con ancianos enfermos. En el comedor, no se respetaban las distancias... Antes de la pandemia, he visto a empleados cambiar pa?ales de varios ancianos con los mismos guantes, imaginaos ahora¡±, lamenta L¨®pez.
El 30 de marzo muri¨® la ¡°se?ora Angelina¡±. Una semana despu¨¦s, falleci¨® Carmen. ¡°El 3 de abril una de mis hermanas habl¨® con mi madre por ¨²ltima vez. Estaba bien. El 6 de abril nos llamaron diciendo que hab¨ªa muerto. Luego vinieron otros. El que no mor¨ªa por la covid lo hac¨ªa por desatenci¨®n. Los pocos trabajadores que hab¨ªa en la residencia trabajaron sin protecci¨®n, mezclaron ancianos contagiados con no contagiados. Ha sido una masacre¡±, afirma L¨®pez.
Josep Maria Clevill¨¦ de 67 a?os ten¨ªa a su madre, Pilar Riera, de 93, ingresada en la residencia desde hac¨ªa tres a?os. ¡°Faltaban recursos. Si se ten¨ªa que tomar un laxante y no estaba dentro de las pastillas que ella se tomaba, nadie se las daba. Yo iba a verla diariamente. Vi c¨®mo daban de comer a otros y limpiaban cacas de ancianos con los mismos guantes. Era un desastre porque el personal no pod¨ªa con todo¡±. En dos videollamadas, Clevill¨¦ observ¨® a su madre junto a trabajadores sin mascarilla. Un familiar, dice, entreg¨® 70 al centro. ¡°?Sabes qu¨¦ directriz dio la directora a los empleados? Que no se la pusieran que asustar¨ªan a las abuelas¡±, afirma.
¡°Mi madre ten¨ªa un tel¨¦fono m¨®vil. El 6 de abril me dijo sus ¨²ltimas palabras: ¡®Tete, estoy bien, no sufras¡¯. Al d¨ªa siguiente, una doctora me dice que est¨¢ agonizando. Me plant¨¦ en la residencia, me tuvieron tres horas en el vest¨ªbulo y me dieron unas batas de pl¨¢stico, mascarillas y material de protecci¨®n. Pude verla seis minutos. Muri¨® el 8 de abril¡±, explica. Emocionado, ataca con dureza a la residencia: ¡°Mi madre ha pasado por una guerra, una postguerra, el franquismo y ha trabajado toda su vida. Ten¨ªa un seguro m¨¦dico privado y estaban informados de que en caso de enfermedad deb¨ªan contactar con la mutua. Ha acabado muriendo por desatenci¨®n por una insuficiencia respiratoria. Han sido verdaderos asesinatos¡±.
Carmen Maldonado, de 93 a?os, con alzh¨¦imer, llevaba seis en la residencia. Al menos dos comidas siempre las hac¨ªa con uno de sus hijos. ¡°El 1 de abril me di cuenta de que ten¨ªa que sacar a mi madre como fuese de all¨ª. No pude. El 15 de abril nos dicen que hab¨ªa dado positivo en una prueba que al principio me quisieron cobrar¡±, recuerda Ver¨®nica G¨¢lvez. Muri¨® cinco d¨ªas m¨¢s tarde. ¡°Despu¨¦s de su muerte pude leer informes m¨¦dicos donde adem¨¢s del covid dec¨ªan que se hab¨ªa ca¨ªdo de una silla. Nadie me inform¨®. En la residencia hab¨ªa humanos aunque Eulen buscara ganar el m¨¢ximo a costa de no gastar en recursos¡±, denuncia.
Volver al centro y dar positivo
Josefa Rizo tiene 83 a?os y tras dos ictus ingres¨® en la residencia hace tres a?os. Su hija, Elena Llaurad¨®, asegura que Rizo fue de las primeras a las que se les detect¨® el virus. ¡°A finales de marzo ya ten¨ªa fiebre. Hab¨ªan colocado a otros enfermos en la sala de estar y ella ya no cab¨ªa¡±, recuerda. ¡°La residencia me dijo que no ten¨ªan recursos que iban desbordados, que no hab¨ªa ox¨ªgeno y adem¨¢s que hab¨ªa la orden, todav¨ªa no s¨¦ qui¨¦n la dio, de que no fuesen trasladados al hospital¡±. Rizo al final sobrevivi¨® al infierno. Fue una de las ancianas que excepcionalmente pudo ingresar en 33 d¨ªas en un hospital. Hace semanas que ha vuelto a la Beltran i Oriola. Tras varios PCR negativos, el pasado viernes volvi¨® a dar positivo y vuelve a estar aislada.
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