Lecciones de una derrota 80 a?os despu¨¦s
El independentismo se ha equivocado al olvidar que la soberan¨ªa con futuro es la que sirve para proteger a los ciudadanos
Nada peor que combatir una guerra de hoy con armas de ayer. Esto le sucedi¨® a la III Rep¨²blica Francesa hace 80 a?os, cuando su ej¨¦rcito fue barrido en seis semanas por las divisiones acorazadas alemanas entre mayo y junio de 1940. Los errores y las responsabilidades de las ¨¦lites pol¨ªticas y militares fueron subrayados en un libro de gran fuerza inspiradora, como es La extra?a derrota, del historiador Marc Bloch, pero tambi¨¦n en las Memorias de guerra de Charles de Gaulle o en las cr¨®nicas de Raymond Aron publicadas en La France Libre, la revista de la Resistencia.
Ante las derrotas de hoy, aquella derrota de ayer ofrece referencias que habr¨ªa que aprovechar. La primera es el reconocimiento de la derrota misma. No hay derrota tan miserable como la que no se quiere reconocer como tal. A veces porque es el fruto de una incapacidad moral e intelectual del mismo derrotado. Este fue el caso de las derechas extremas que la interpretaron como una victoria pol¨ªtica e ideol¨®gica y sacaron como consecuencia la pol¨ªtica de colaboraci¨®n con el ocupante. Detestaban tanto el r¨¦gimen republicano que prefer¨ªan la sumisi¨®n al invasor alem¨¢n que les daba la oportunidad de restaurar sus ideas y sus pol¨ªticas reaccionarias.
El fallo hoy m¨¢s aleccionador es el que se refiere a la conducci¨®n de la guerra. ¡°Nuestros jefes o quienes actuaban en su nombre ¡ªescribe Bloch¡ª no han sabido pensar esta guerra, o en otras palabras, el triunfo de los alemanes fue una victoria intelectual¡±. El ej¨¦rcito franc¨¦s ten¨ªa en la cabeza la guerra de 1914, con su estrategia est¨¢tica y de desgaste, mientras que el ej¨¦rcito de Hitler venci¨® con una ofensiva din¨¢mica, fundamentada en la velocidad de sus carros blindados.
El fallo definitivo fue el de las ¨¦lites. Explica la derrota y fundamenta la rendici¨®n, con el peligro que significa para la existencia misma de Francia, fragmentada durante la ocupaci¨®n y destinada a desaparecer en una Europa nacionalsocialista victoriosa. Bloch habla de ¡°crimen estrat¨¦gico¡±. Aron directamente de ¡°traici¨®n¡±. De Gaulle lo reduce al ¡°naufragio de la vejez¡±, id¨¦ntico en el caso del mariscal Petain al ¡°naufragio de Francia¡±.
La recuperaci¨®n de la rep¨²blica es deudora de la autocr¨ªtica. Sin un an¨¢lisis tan agudo sobre las causas de la derrota dif¨ªcilmente se hubieran organizado las ideas y energ¨ªas para recuperar la relevancia de Francia, situarla entre las naciones vencedoras habiendo sido perdedora, y devolverla a la escena internacional en el lugar preeminente de fundadora de la OTAN y la UE, miembro permanente del Consejo de Seguridad y poseedora del arma nuclear. De Gaulle supo librar las guerras pol¨ªticas que correspond¨ªan a la ¨¦poca, y como m¨¢s destacadas, la de la descolonizaci¨®n y la amistad franco-alemana, estructura imprescindible del equilibrio europeo.
No es necesario forzar paralelismos, pero s¨ª retener algunos elementos de la autocr¨ªtica. Primero el reconocimiento de la realidad. Segundo, saber cu¨¢l es el car¨¢cter del combate que se libra. Tercero, determinar la responsabilidad de los dirigentes. De entrada, aqu¨ª la derrota es un tab¨²: no se puede mencionar. La explicaci¨®n se encuentra en los mismos errores que la produjeron. La incapacidad de an¨¢lisis de la realidad, la p¨¦sima evaluaci¨®n de la correlaci¨®n de fuerzas y la cadena de enga?os fueron tan enormes que se hace imposible un reconocimiento sin la inmediata descalificaci¨®n de todos los que los han cometido y a¨²n los siguen cometiendo ahora para no desmentirse.
Nada ha evidenciado de forma m¨¢s clara que la guerra librada era la de una ¨¦poca pasada como la inversi¨®n de prioridades desencadenada con la pandemia, que han situado en primer y casi ¨²nico plano la asistencia a los enfermos, la protecci¨®n a la poblaci¨®n del contagio y la recuperaci¨®n de la econom¨ªa. El mundo entero ha recurrido a las soberan¨ªas efectivas que ten¨ªa a mano, que no siempre son las de los Estados, como se ha visto con la actitud de Bolsonaro en Brasil o de Donald Trump en Estados Unidos. En Catalu?a, en cambio, el gobierno de Torra, desbordado en los hospitales y hogares de ancianos y crecientemente dividido en su interior, ha entendido la guerra contra el virus como una oportunidad m¨¢s para mantener vivo el rescoldo rupturista del 1 de octubre.
El resultado ha sido decepcionante. La t¨¦cnica de camuflar la tensi¨®n creciente entre Junts per Catalunya y ERC con la subasta verbalista apenas funciona. Es dif¨ªcil creer que el estado de alarma haya prolongado la suspensi¨®n de la autonom¨ªa del art¨ªculo 155. Tampoco tiene credibilidad que la Unidad Militar de Emergencia, reclamada por muchos ayuntamientos y residencias, fuera una fuerza de ocupaci¨®n. Las quejas y lloriqueos de Torra, acompa?ados de una gesti¨®n deplorable, m¨¢s propios de un jefe de una oficina de reclamaciones que de un gobierno, no han podido eclipsar la coordinaci¨®n m¨¢s eficaz entre autonom¨ªas de toda la historia de la democracia.
Es un error reducir la soberan¨ªa al control del territorio y de la poblaci¨®n, olvidando as¨ª la cuesti¨®n determinante en el mundo de hoy, como es la protecci¨®n de los ciudadanos. Es soberano quien protege la vida y la libertad de su poblaci¨®n. El independentismo ha perdido diez a?os, gastados in¨²tilmente en dividir el pa¨ªs, en lugar de afianzarse como administraci¨®n con capacidad para proteger a la gente. Los gobiernos del proc¨¦s se han concentrado en proteger a la mitad de la poblaci¨®n, olvidando a la otra mitad. La pandemia lo ha puesto todo en claro y el conjunto de la ciudadan¨ªa, tambi¨¦n la independentista, naturalmente, ha identificado muy bien qui¨¦n la estaba protegiendo.
Ahora s¨®lo hace falta que las ¨¦lites aprendan de la pandemia. O de lo contrario, que sean r¨¢pidamente sustituidas por otras con la cabeza limpia de las viejas ideas que nos han llevado a la derrota.
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