Pl¨¢cido ante la Inquisici¨®n
?Qui¨¦n ha condenado al cantante? La dictadura de una supuesta opini¨®n p¨²blica manipulada por quienes han decidido establecer lo que es correcto y lo que no lo es. Otra vez la Inquisici¨®n
Este mes de agosto har¨¢ un a?o que ocho mujeres cantantes y una bailarina denunciaron a Pl¨¢cido Domingo bajo la acusaci¨®n de haber sido acosadas sexualmente 30 a?os antes. De las nueve denunciantes s¨®lo Patricia Wulf, ya retirada de los escenarios, acept¨® ser identificada. De todo ello dio referencia una cr¨®nica de la agencia norteamericana Associated Press cuyo contenido fue difundido inmediatamente por toda la prensa mundial, tal como era de prever dado el prestigio y la popularidad del personaje. Al poco tiempo, se a?adieron otras presuntas acosadas, tambi¨¦n ocultando sus nombres.
Un a?o despu¨¦s nada se ha averiguado sobre tales imputaciones, solo se conoce la situaci¨®n en la que ha quedado el tenor: se han cancelado la mayor¨ªa de sus actuaciones (en Espa?a, todas), imagino que su moral personal estar¨¢ por los suelos y este parece ser el triste final del m¨¢s famoso cantante de ¨®pera del mundo. Ciertamente, ya tiene edad para retirarse, pero no de esta manera sino en loor de multitudes, las que asist¨ªan entusiastas a sus recitales, compraban sus discos o le siguen por Youtube disfrutando de su arte, su ¨¢nimo incansable, voz poderosa y elegante presencia esc¨¦nica.
El condenado es ¨¦l, no hay duda, pero ?qui¨¦n lo ha condenado? En la respuesta a esta pregunta est¨¢ la clave para comprender una notoria injusticia. En estos revueltos tiempos populistas ya no sirven las leyes que aprueban los parlamentos: deben ser las masas, la gente, el pueblo, las manifestaciones en la calle o... los medios de comunicaci¨®n y los tuits, quienes dicten directamente las sentencias, sin posible recurso, aplicando las llamadas ¡°penas de telediario¡±. En ciertos casos, como el presente, incluso sin fiscales, ni abogados, ni magistrados. En definitiva, sin un proceso penal de nuestro tiempo. Ha sido condenado por un nuevo tipo de proceso inquisitivo.
El proceso inquisitivo es aquel seg¨²n el cual quien acusa dirige el proceso y dicta sentencia. De esta manera, las pruebas no las debe aportar el acusador sino que es el acusado quien debe, en su caso, rebatirlas. ¡°Le acuso de este delito, demuestre que no lo cometi¨®¡±. Con la Ilustraci¨®n las cosas cambiaron: el proceso es acusatorio y contradictorio. Existe un tri¨¢ngulo ¡ªacusador, defensor y juez¡ª que en base a una ley previa, publicidad del juicio y aportaci¨®n de pruebas por las partes, tras un debate regulado por las leyes, suministran al juez los datos para que resuelva el conflicto.
En Espa?a hay que distinguir entre tres delitos de car¨¢cter sexual: agresi¨®n, abuso y acoso. El delito de agresi¨®n sexual presupone acceder al cuerpo de otro para una actividad expl¨ªcitamente sexual sin su consentimiento y con violencia f¨ªsica; el delito de abuso sexual es lo mismo pero sin violencia f¨ªsica; el delito de acoso sexual consiste en solicitar favores de tipo sexual en el ¨¢mbito de una relaci¨®n laboral, docente o de prestaci¨®n de servicios que provoquen en la v¨ªctima una situaci¨®n intimidatoria, hostil o humillante y si, adem¨¢s, entre autor y v¨ªctima hay una situaci¨®n de superioridad jer¨¢rquica en los ¨¢mbitos citados, no hace falta que concurran los requisitos de intimidaci¨®n, hostilidad o humillaci¨®n porque se dan por presupuestos. El valor jur¨ªdico protegido en los tres delitos es la libertad sexual de cada persona que no puede ser anulada, sin consentimiento, por la acci¨®n de la otra.
Patricia Wulf, la ¨²nica denunciante que se identific¨®, explicaba la actitud de Pl¨¢cido de forma sorprendente. ¡°!Vino a m¨ª, se puso muy cerca y dijo ¡®?Patricia, tienes que irte a casa esta noche?¡¯. Fue impactante. Fue muy dif¨ªcil. ?l es como Dios en mi profesi¨®n¡±. Confesaba Wulf con sinceridad que no lleg¨® a tocarla f¨ªsicamente aunque, asegura, sus intenciones eran claras: ¡°Cuando un hombre se acerca tanto a ti, con una sonrisa tan ir¨®nica te pregunta si tienes que volverte a casa una y otra vez, no se puede llegar a otra conclusi¨®n: quer¨ªa acostarse conmigo¡±. Tiene raz¨®n Wulf, no hay que ser un lince: Pl¨¢cido estaba intentando hacerle la corte para despu¨¦s hacer el amor. ?Es esto un delito? Seguramente Pl¨¢cido se pon¨ªa pesado, reiteraba sus coqueteos y ocasionaba molestias a la cantante, pero las molestias no son un delito, son simplemente un motivo para sacarse al pesado (o la pesada) de encima.
?Qui¨¦n lo ha condenado? La dictadura de una supuesta opini¨®n p¨²blica manipulada por quienes han decidido establecer lo que es correcto y lo que no lo es. Otra vez la Inquisici¨®n.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho constitucional.
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