No todo es izquierda
Es habitual que pol¨ªticos y formaciones claramente conservadoras se definan como de centroderecha, interponiendo ese barniz que todo lo difumina, el ¡°centro¡±
La utilizaci¨®n p¨²blica de los conceptos pol¨ªticos es cosa frecuentemente manoseada, vapuleada, estirada como chicle y deformada como plastilina, seg¨²n intereses y circunstancias variopintos. Y est¨¢ tambi¨¦n, por supuesto, condicionada por la historia de cada sociedad. En nuestro pa¨ªs (y que cada uno rellene este ¡°nuestro pa¨ªs¡± como mejor le plazca), el concepto ¡°derecha¡± acarrea una carga negativa desde tiempo atr¨¢s. A ver, que hayamos sufrido 40 a?os de una dictadura liberticida de derechas, que naci¨® a consecuencia de un golpe de Estado contra un gobierno de izquierdas y una guerra civil ideol¨®gica, ha ayudado bastante a esa connotaci¨®n. Es habitual que pol¨ªticos y formaciones claramente conservadoras se definan como de centroderecha, interponiendo ese barniz que todo lo difumina, el ¡°centro¡±.
En Catalu?a, donde la derecha ¡ªo el centroderecha¡ª ha sido dominante durante a?os, asistimos hoy a un ¡°m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa¡±. Por motivos diversos, sean la competencia por la hegemon¨ªa o la demoscopia o, incluso, la necesidad de alejarse de la r¨¦mora de la corrupci¨®n, se han multiplicado los que se autodefinen como izquierdistas, as¨ª, sin matices. Tenemos una izquierda m¨¢s ancha que las espaldas del em¨¦rito.
La ¡®next generation¡¯ de Junts per Catalunya rechaza de plano la definici¨®n de derecha o de centroderecha. La superficialidad del debate p¨²blico ayuda a no tener que dar demasiadas explicaciones
As¨ª est¨¢ ocurriendo, en especial, con la ¨²ltima formaci¨®n creada en torno a Carles Puigdemont, hija de ese amplio espacio que se llam¨® pujolismo. La next generation de Junts per Catalunya rechaza de plano la definici¨®n de derecha o de centroderecha. Pero dif¨ªcilmente ninguno de sus representantes llega a concretar en qu¨¦ basa ese izquierdismo sobrevenido: la superficialidad del debate p¨²blico ayuda a no tener que dar demasiadas explicaciones. Sin embargo, s¨ª hay algunos te¨®ricos que buscan redefinir la idea de izquierda, tratando de encajar en el concepto elementos alternativos a los que le corresponden. A mi parecer, esas teor¨ªas contribuyen a desenfocar las diferencias y a confundir los objetivos.
Concretando: pensemos en alguien que se muestra como un defensor de los derechos civiles, el de manifestaci¨®n o el de reuni¨®n, por ejemplo; o un abanderado de la separaci¨®n de poderes o incluso un suscriptor punto por punto de la Declaraci¨®n universal de los derechos humanos de Naciones Unidas. Todo eso lo convierte en un dem¨®crata, lo cual est¨¢ muy bien, pero no en una persona de izquierdas. Ser¨¢ sin duda un seguidor del ideal democr¨¢tico, es decir, convencido de los principios que informan los reg¨ªmenes democr¨¢ticos. Pero eso no es lo que define a la izquierda.
La izquierda, a¨²n hoy, se conforma en el plano de la estructura social, ll¨¢mese sociedad de clases o con otra f¨®rmula m¨¢s innovadora. La ideolog¨ªa izquierdista, por esencia, pretende la reducci¨®n de las diferencias sociales (ut¨®picamente, su supresi¨®n) y conf¨ªa en la capacidad del poder p¨²blico para liderar ese proceso. La intervenci¨®n para limitar la brecha social se traduce en una pol¨ªtica econ¨®mica o fiscal, por supuesto, pero tambi¨¦n en la sanidad, la educaci¨®n, la vivienda o la atenci¨®n social. Por tanto, si defiendes los valores c¨ªvicos de libertad, participaci¨®n, equilibrio de poderes, y consideras que una protesta sanitaria es un asunto menor, eres un liberaldem¨®crata muy digno, no un izquierdista. Son planos distintos. Del mismo modo que existe una izquierda no democr¨¢tica: el siglo XX nos ha dado algunos ejemplos.
Estas confusiones terminol¨®gicas nacen de una visi¨®n peyorativa de la palabra ¡®derecha¡¯ (no tanto de su ejercicio pr¨¢ctico)
En Catalu?a, adem¨¢s, los a?os del proc¨¦s han dado protagonismo extremo a otro elemento que ha contribuido a la mezcla de niveles ideol¨®gicos, identificando de manera impl¨ªcita en el discurso p¨²blico el independentismo con la izquierda: tampoco existe una relaci¨®n directa. La historia nos da muestras de proyectos izquierdistas ¡ªes decir, que pretenden la reducci¨®n de las diferencias sociales¡ª que se basaban en un Estado central fuerte (el jacobinismo de la Revoluci¨®n Francesa, origen de la divisi¨®n derecha-izquierda, sin ir m¨¢s lejos: las revueltas regionales contra el poder central defend¨ªan mayoritariamente el Ancien R¨¦gime). Al contrario, el carlismo fue una ideolog¨ªa defensora a la vez de los fueros regionales y de una monarqu¨ªa absoluta cat¨®lica y tradicional.
Volviendo al principio, estas confusiones terminol¨®gicas nacen de una visi¨®n peyorativa de la palabra derecha (no tanto de su ejercicio pr¨¢ctico). Por las razones que sean, algunos pol¨ªticos y te¨®ricos prefieren alterar los significados de las palabras en lugar de dignificarlas. Si alguien cree que la fuerza del mercado y la iniciativa privada generan un equilibrio social que permite a cada uno, desde el lugar que ocupa en la pir¨¢mide, desarrollar su vida adecuadamente, que lo defienda sin ocultarse tras una denominaci¨®n que no le corresponde: es mejor un outing de derecha liberal que un emborronamiento confuso de ideas.
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