Naciones detestadas
La confrontaci¨®n inteligente con el Estado es una propuesta eufem¨ªstica para designar la necesidad de mantener el sentimiento antiespa?ol
Las ideas, ya de normal bien escasas, suelen contar poco. Cuando hay, suelen ser pobres y normalmente in¨²tiles. Se exhiben como si fueran objetos delimitados, definidos, tangibles, en lugar de sombras evanescentes como las que se ven en el fondo de la cueva plat¨®nica. Lo que cuenta son las palabras, que son las que hacen vivir las ideas nebulosas como si fueran armatostes bien reales. Y en cosa de palabras hay que reconocer que la ¨¦poca nos ha dado aut¨¦nticos artistas. La pol¨ªtica se hace con palabras, relatos, marcos conceptuales, es decir, mucho ruido y pocas nueces, puras quimeras.
Uno de los maestros en este asunto es el presidente huido y exiliado, con sus libros de memorias bajo el brazo y su ¨²ltima sentencia pronunciada como un exorcismo para dominar el espacio ex convergente y ganar a Esquerra. Seg¨²n Puigdemont, lo que hace falta es una confrontaci¨®n inteligente con el Estado, y ya est¨¢ todo dicho. Funcionar¨¢ como consigna y ya ha funcionado como m¨¢quina de dar titulares en los peri¨®dicos, la principal especialidad del ex redactor de El Punt Diari.
Asumida su funcionalidad, la frase pide algo m¨¢s de atenci¨®n. Aunque todo el mundo la haya entendido, no est¨¢ nada claro qu¨¦ significa esta confrontaci¨®n inteligente. ?Quiere decir que la confrontaci¨®n de los ¨²ltimos a?os ha sido una estupidez? Mucha gente as¨ª lo piensa, dentro y fuera del independentismo, y si fuera el caso, ser¨ªa el primer paso de una nueva actitud autocr¨ªtica. El inmediato antecesor de Puigdemont, Artur Mas, propugnaba la confrontaci¨®n astuta con el Estado, aunque sus astucias finalmente tuvieron poco recorrido, y no se las puede considerar propiamente como una gran manifestaci¨®n de inteligencia. En todo caso, ser¨ªa bueno saber cuando comenz¨® la estupidez y si Puigdemont considera que sus decisiones, sobre todo la ¨²ltima de hacer la declaraci¨®n unilateral de independencia y huir despu¨¦s escondido en el maletero de un coche, es una de las estupideces que han caracterizado el proceso.
Algunos pueden sacar la conclusi¨®n, probablemente precipitada, de que sean bienvenidas las confrontaciones si al final son todas inteligentes. Otros desconf¨ªan. La confrontaci¨®n inteligente suena a un truco tramposo como fue el refer¨¦ndum con garant¨ªas, en el que las garant¨ªas no eran el cumplimiento de las normas internacionales para celebrar referendos sino la disposici¨®n de la militancia independentista a dejarse zurrar por la polic¨ªa. Si es un tipo de confrontaci¨®n como las que hemos visto hasta ahora, de seguro que no ser¨¢ inteligente, al contrario, garant¨ªa m¨¢xima de tozudez y de burricie.
La sospecha m¨¢s s¨®lida es que nos encontramos con una autocr¨ªtica en el sentido cl¨¢sico estalinista: es la cr¨ªtica de Puigdemont y Torra a Esquerra y a su jugada hasta ahora frustrada de liderar el di¨¢logo ¡®con el Estado¡¯. Vosotros quer¨¦is dialogar, nosotros queremos confrontar. Decir inteligentemente sirve para endulzar la confrontaci¨®n y convertir el di¨¢logo en enga?o: Artur Mas y su astucia salen del bosque cada vez que los ex convergentes ense?an los dientes a Esquerra. A?ade tambi¨¦n un elemento sobrentendido: esto lo hemos de dirigir nosotros, que somos del linaje inteligente, el p¨¢jaro en mano, el enga?o al Estado y la astucia de los tres presidentes, Pujol, Mas y Puigdemont; no los incautos, asustadizos y confiados de Esquerra.
No acaba aqu¨ª el potencial sem¨¢ntico de la consigna. La confrontaci¨®n inteligente no es la ¨²nica contradicci¨®n de la sentencia. Que sea una confrontaci¨®n precisamente con el Estado, no con el Gobierno, la Constituci¨®n o la Monarqu¨ªa, requiere algo m¨¢s de atenci¨®n. En alg¨²n momento habr¨¢ un ling¨¹ista que deber¨¢ estudiar que significa ¡°el Estado¡± en el uso de la lengua catalana en los ¨²ltimos 50 a?os. Recordemos que en los medios de comunicaci¨®n oficiales ¡°el Estado¡± es tambi¨¦n el eufemismo para designar una entidad, una idea, que un cierto tipo de nacionalismo catal¨¢n considera inexistente: tenemos selecciones y estad¨ªsticas estatales, observamos el mapa del Estado, y vemos c¨®mo evoluciona el tiempo del Estado, rarezas que, al parecer, no se dan en ning¨²n otro idioma.
La sospecha, que solo el div¨¢n del doctor Freud nos ayudar¨ªa a dilucidar, es que donde decimos Estado queremos decir directamente Espa?a, entidad en la que lo incluimos todo: el Gobierno, la Monarqu¨ªa, el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa, sus instituciones, la Constituci¨®n, y no incluimos el Gobierno de Catalu?a y su presidente, ¡°representante ordinario del Estado en Catalu?a¡±, porque con las palabras ya hemos procedido a hacer la separaci¨®n que no se ha conseguido en los hechos. Negar que Espa?a tambi¨¦n es una naci¨®n, como lo es Catalu?a, es una de las ideas simples y probablemente in¨²tiles que fundamentan el actual estado de las cosas. Al rev¨¦s tambi¨¦n sucede y tambi¨¦n forma parte del conflicto en cuesti¨®n, a fin de cuentas entre dos nacionalismos cada uno de una naci¨®n que quiere ser ¨²nica y exclusiva sobre su territorio.
Al fin, la confrontaci¨®n inteligente con el Estado nos dice que el fundamento de este independentismo es la detestaci¨®n de la idea de Espa?a como naci¨®n, del mismo modo que la detestaci¨®n de la idea nacional de Catalu?a motiva al nacionalismo espa?ol. Admiten a¨²n menos ambos nacionalismos que Catalu?a y Espa?a puedan ser naciones plurales, en lugar de naciones redondas, exclusivas y excluyentes. Visto as¨ª, tienen raz¨®n Puigdemont y Torra: solo la persistencia en la detestaci¨®n de la idea de Espa?a permitir¨¢ que siga el proceso hasta el fin de los tiempos. El odio es lo que lo mantiene vivo. Quienes tienen la mano en esta partida y deben hacer avanzar sus ideas no son los r¨ªgidos partidarios de la exclusi¨®n y de la uniformidad, ni la catalana ni la espa?ola, sino los de momento escasos y d¨¦biles partidarios de la pluralidad, el liberalismo y el entendimiento.
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