Clarice Lispector, esa escritora indomable
Una extra?eza elocuente y cercana recorre sus relatos, que los lectores reconocen. ?No es as¨ª lo que vivimos, ins¨®lito y desconcertante?
Puede que sea la pandemia, sus estragos, la visi¨®n agudizada que procura, lo he comprobado. Vemos m¨¢s: lo que sucede, lo que d¨¢bamos por hecho, lo que no estaba previsto, lo que no sab¨ªamos que pens¨¢bamos, ni lo que sent¨ªamos. Pero a menudo giramos la vista. Un exceso de realidad desasosiega. A algo as¨ª te enfrenta Clarice Lispector, esa escritora rara e indomable nacida hace 100 a?os, efem¨¦ride que reaviva su obra. Lo pienso leyendo Restes de carnaval, primera traducci¨®n catalana de sus cuentos, relatos raros. O no. Tan raros como lo que estamos viviendo. Una extra?eza, ins¨®lita y desconcertante, y a la vez muy cercana, que, por la acogida que est¨¢ teniendo el volumen, los lectores reconocen. ?No es as¨ª lo que vivimos, ins¨®lito y desconcertante?
Lo raro es vivir, dec¨ªa otra escritora distinta y a la vez no lejos de ella, Carmen Mart¨ªn Gaite, y as¨ª titul¨® su novela. Lo raro puede ser lo que sale bien cuando todo puede ir mal. Este parece el caso de Restes de carnaval: un editor, Jordi Puig, que se mete ¨¦l mismo a escoger los relatos de Lispector que quiere publicar y se dir¨ªa que el confinamiento de marzo le fue la mar de bien para terminar de componer el libro (los editores pudieron leer tanto como necesitan, entonces, sin estar sometidos a las presiones de la promoci¨®n). Dos traductores, Josep Dom¨¨nech Ponsat¨ª i Pere Comellas Casanova, que trasladan a cuatro manos a esta escritora de culto que escribe como una poeta y prosista pegada a su propia piel, en una lengua, el portugu¨¦s de Brasil, que de tan sencilla te sumerge en un mar de dudas y ya no sabes si eres franc¨¦s o brasile?o o catal¨¢n. ?Lo habr¨¦ entendido? ?Es eso lo que quiere decir? Cada frase de Lispector resuena, es un universo, advierte la siempre sutil Tina Vall¨¨s en el ep¨ªlogo, ¡°o si quer¨¦is una caja, una unidad que funciona sola y que unida a las otras compone un cuento tejido y no cosido, sin costuras, de una sola pieza¡±. Empiezas a leer, en efecto, y no puedes parar hasta el final, al mismo ritmo que Lispector, siguiendo las frases, que de forma org¨¢nica, como si fuera la respiraci¨®n del cuerpo de la escritora y la tuya propia, te llegan sin m¨¢s. Y por si fuera poco, la se?ora tiene un humor descacharrante.
Austera en el uso de las palabras, de temas cotidianamente aburridos y sin alzar la voz, su humor es fino como una brisa. Sea en ¡°La mujer m¨¢s peque?a del mundo¡±, iron¨ªa sobre el exotismo ¨¦tnico en literatura y en la vida. Al cabo, Lispector publica en los a?os del boom y sus selvas. As¨ª habla la Peque?a Flor de la selva, en palabras que traslado desde esta traducci¨®n catalana excelente: ¡°Hay un viejo equ¨ªvoco sobre la palabra amor, y, si muchos hijos nacen de este equ¨ªvoco, muchos otros han perdido el instante ¨²nico de nacer solo por culpa de una susceptibilidad que exige que sea yo, ?yo!, quien guste, y no mi dinero. Pero en la humedad de la selva no existen estos refinamientos crueles, y el amor es no ser comido, amor es encontrar bonita una bota, amor es que te guste el color raro de un hombre que no es negro, amor es re¨ªr de amor a un anillo que brilla¡±. Pues: ¡°No ser devorado es el sentimiento m¨¢s perfecto. No ser devorado es el objetivo secreto de toda una vida¡±. A que s¨ª.
Lispector parece escribir danzando, en trance. Al protagonista de una de sus novelas le hace decir: ¡°Escribo con el cuerpo¡±. Y en una de las prosas breves incluidas en este volumen, ¡°Aventura¡±, remacha: escribir es ¡°una manera de no mentir el sentimiento¡±. A partir de ah¨ª levanta su misterio: no mentir el sentimiento. Hace pensar en Merc¨¨ Rodoreda, las dos tienen esos trazos. Lo que escribes sale de dentro, como tus pinturas, parecen decirse la una a la otra, pues ambas, escritoras extremadamente originales, pintaron. Es tal vez ese lenguaje del cuerpo cuando se pinta lo que convierte las historias de Lispector en una danza. Sobre todo los cuentos. No s¨¦ si es mejor en cuento que en novela (tambi¨¦n en eso las semejanzas con Rodoreda est¨¢n ah¨ª), pero en el cuento se advierte bien su danza escrita por dentro. Dec¨ªa Virginia Woolf, antecesora de las dos, que escribir no sale solo de los dedos: ¡°Parece que escribimos con todo nuestro ser. El nervio que gobierna la pluma se enreda en cada fibra de nuestro ser, entra en el coraz¨®n, traspasa el h¨ªgado¡±. Hasta llegar al cuerpo del lector.
Clarice Lispector sabe lo que dice con extra?a precisi¨®n, lo ¨²ltimo que pretende es domar su rareza. Puede que hoy la comprendamos mejor, ella que hizo gala del ¡°don de no entender¡±. En sus frases y relatos reconocemos m¨¢s y m¨¢s lo que nos pasa, sobre todo ahora.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y cr¨ªtica cultural.
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