El momento dram¨¢tico
La testosterona judicial sit¨²a a Lesmes como el salvador de las esencias del Estado y a Torra le concede un momento de gloria, tal vez el ¨²nico de su mandato.
Quim Torra no ha sido nunca un president de atenci¨®n primaria. Ya lo dijo al asumir el cargo, ¨¦l ven¨ªa para hacer efectivo el ¡°mandato del 1 de octubre¡±. Ven¨ªa - de vicario, eso s¨ª - para grandes objetivos -de tan grandes, o hinchados, dif¨ªciles de abarcar-, y no para tratar con ¡°migajas¡±, concepto acu?ado por su correligionario Eduard Pujol para referirse a la sanidad p¨²blica. La pandemia le forz¨® a bajar a la tierra, pero incluso ah¨ª se le vio tan inc¨®modo que, a la que pudo, quiso recordar que la crisis sanitaria no pod¨ªa hacernos perder la perspectiva de lo importante, la independencia.
Por eso, porque no ha sido un presidente de atenci¨®n primaria, la sesi¨®n de este mi¨¦rcoles le ha venido como anillo al dedo. Ha podido lucirse con un discurso ¨¦pico, enumerando los agravios que ha sufrido y los agraviantes, y disparando una metralla de citas de intelectuales catalanistas como si estuviera en una charla en el Ateneu, como ese hombre ilustrado de los a?os 30 que sue?a ser.
Por detr¨¢s de la cortina ¨¦pica y agraviada, en el ambiente se respiraba ya la precampa?a en la que estamos metidos
Torra, invitado por el Parlament a una sesi¨®n de homenaje p¨®stumo -pol¨ªticamente hablando-, declam¨® un discurso con entonaci¨®n cuasi shakespeariana. Como un actor, que hace su interpretaci¨®n en el escenario, recoge los aplausos -standing ovation previsible y programada-, y al salir se despoja del vestuario y vuelve a la vida real.
El Tribunal Supremo le ha regalado ese final de drama ¨¦pico a un president que no ha logrado aunar en su entorno ni siquiera a todos sus correligionarios. Lo ha hecho con una sentencia como m¨ªnimo chirriante, y una condena vitalmente asumible. En el fondo, hay algo de beneficio mutuo sobrevenido en todo este asunto: la testosterona judicial sit¨²a a Lesmes como el salvador de las esencias del Estado, la unidad, bla bla bla (el presidente del Supremo ejerce de jefe de la oposici¨®n de forma ventajista, sin tener que dar cuentas al electorado) y a Torra le concede un momento de gloria, tal vez el ¨²nico de su mandato.
La pandemia forz¨® a Torra a bajar a la tierra, pero a la que pudo, quiso recordar que la crisis sanitaria no pod¨ªa hacernos perder la perspectiva de lo importante, la independencia.
Un momento al que se han sumado, unidos por la est¨¦tica, ERC y Junts per Catalunya con todas las palabras grandes disponibles, mezclando a los jueces con el Gobierno -ese mantra de insistir ir¨®nicamente en que es ¡°el gobierno m¨¢s progresista de la historia¡± ha sustituido a la bromita de pronunciar ¡°gobierno¡± en castellano-, comparando a Torra con Maci¨¤ y Companys, con historicismo desbordado y una alusi¨®n incluso a Guillem Agull¨®, el independentista asesinado por neonazis y hoy tema de pel¨ªcula de presumible ¨¦xito. Por mezclar, el portavoz de Esquerra, Sergi Sabri¨¤, ha llegado a atribuirse la herencia de los movimientos vecinales antifranquistas¡ bueno.
Sin embargo, por detr¨¢s de la cortina ¨¦pica y agraviada, en el ambiente se respiraba ya la precampa?a en la que estamos metidos. Un par de ejemplos: Meritxell Bud¨®, consellera de Junts, col¨® en su discurso la ¨²ltima idea-fuerza del carlismo (de Carles Puigdemont): la confrontaci¨®n inteligente con el Estado. Y el republicano Sabri¨¤ aprovech¨® un largo agradecimiento a Quim Torra por todo lo que nos ha dado para incluir en esa lista de beneficios la mesa de di¨¢logo. Una mesa menospreciada a diario por el propio Torra. Como dir¨ªa el topicazo de noticiario: todo est¨¢ a punto para la carrera electoral.
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