Muy honorable presidente Aragon¨¨s
Interrumpir la continuidad de la presidencia de la Generalitat, preservada por Tarradellas durante el exilio, es un error hist¨®rico que debilita la instituci¨®n
Hemos visto muchas cosas sorprendentes hasta ahora pero est¨¢ claro que todav¨ªa no las hemos visto todas y que podemos ver muchas m¨¢s. La ¨²ltima rareza nos la ha tra¨ªdo la destituci¨®n judicial de Quim Torra como presidente de la Generalitat. Hasta ahora ten¨ªamos un presidente en el exilio y un presidente vicario, y ahora tenemos que a?adir un presidente interino, reconocido como sustituto provisional del presidente destituido, pero sin que tenga autorizaci¨®n ni voluntad de identificarse como tal presidente.
La confusi¨®n es m¨¢xima, pero est¨¢ claro que ya se ha convertido en una pol¨ªtica y desde hace mucho tiempo, incluso se dir¨ªa que anticipadamente respecto a lo que ha sucedido en el mundo. La pol¨ªtica del caos que rige en la Casa Blanca desde enero de 2017, aqu¨ª, en la plaza de Sant Jaume, rige al menos desde septiembre de 2015, cuando Artur Mas perdi¨® las elecciones convocadas como plebiscitarias y se vio obligado despu¨¦s a dar el paso al lado y complacer a la CUP nombrando a Carles Puigdemont como sucesor.
Este l¨ªo de instituciones aut¨¦nticas o falsas, de presidentes destituidos o reticentes y de rep¨²blicas proclamadas o en construcci¨®n, ser¨ªa motivo de un ataque de risa si no estuvi¨¦ramos en mitad de una pandemia, con un sistema de salud que se aguanta con pinzas, una crisis econ¨®mica de profundidad insondable y una incapacidad para gobernar las instituciones de autogobierno tan prodigiosa como la incapacidad de los mismos que nos gobiernan para aplicar los programas independentistas con los que han sido mayoritariamente refrendados.
El acuerdo entre Junts y ERC sobre la presidencia disfraza sus intereses electorales de principios independentistas
Ernest Folch lo clav¨® en su art¨ªculo de El Peri¨®dico de Catalu?a del pasado martes (El miedo esc¨¦nico de ERC, 6 de octubre): ¡°Cre¨ªamos que la funci¨®n del vicepresidente era justamente ejercer de presidente cuando este, por las razones que sea (tambi¨¦n las injustas) cesa en su cargo. Pues no. En uno de estos giros argumentales ya cl¨¢sicos en el proc¨¦s, quienes hasta el minuto anterior proclamaban la importancia vital del cargo de presidente y la necesidad de preservar las instituciones, han decidido degradar la Generalidad y dejarla sin presidente (...) Las instituciones son sagradas, pero solo cuando gobiernan los nuestros¡±.
La apariencia son los principios, pero la realidad son los intereses. Ser¨ªa una payasada sin importancia en otras condiciones, pero en las actuales se convierte en una comedia insoportable, organizada por el puigdemontismo para evitar que Aragon¨¨s, el candidato de Esquerra, pueda sacar provecho de los cuatro meses presidenciales que le esperan. Lo m¨¢s pat¨¦tico es la resignada conformidad de Esquerra al seguir la farsa y el rechazo encendido de Aragon¨¨s a que se le trate como president.
Lo explica muy bien el papel firmado por los dos partidos coaligados, donde se fijan las reglas de esta etapa interina, y se explican las razones de la extra?a forma de la interinidad: ¡°El Govern denunciar¨¢ tambi¨¦n la represi¨®n de Estado espa?ol manteniendo vacantes todos los espacios propios de la Presidencia de la Generalidad y del Presidente, como los despachos o la silla que ocupa en el Consejo ejecutivo¡±. Todo el mundo sabe que la denuncia no sirve para nada y que su explicaci¨®n, bien diferente, radica en la competencia electoral y pol¨ªtica entre el puigdemontismo y Esquerra por la hegemon¨ªa dentro del espacio independentista y, sobre todo, por la mayor¨ªa parlamentaria.
En los ¨²ltimos diez a?os se ha construido en Catalu?a un fabuloso castillo de palabras, hecho de sofismas, tergiversaciones, fantas¨ªas y enga?os. Una muestra m¨¢s es este acuerdo entre Junts y ERC de cara a la sustituci¨®n de Torra, donde se disfraza de protesta contra ¡°la represi¨®n del Estado espa?ol¡± lo que no es m¨¢s que un acuerdo para mantener los equilibrios de poder entre dos formaciones.
Pere Aragon¨¨s, aunque ¨¦l no quiera, es el presidente de la Generalitat. Ser¨ªa bueno que ejerciera como tal en lugar de dejar transcurrir estos cuatro meses, o muchos m¨¢s, en caso de que la pandemia no nos permite hacer las elecciones en el momento adecuado. No deber¨ªa haber ning¨²n problema y, al contrario, ser¨ªa extremadamente beneficioso, que copresidiera con Pedro S¨¢nchez la mesa de negociaci¨®n acordada en la investidura del Gobierno espa?ol y participara a modo de presidente en todas las reuniones con los otros presidentes auton¨®micos y el del Gobierno central.
La continuidad de las instituciones es lo que las hace vivir. Las instituciones se encogen cuando falla la ¡°santa continuidad¡± exaltada por Eugeni d¡¯Ors. El presidente de la Generalitat es m¨¢s que un cargo, es una instituci¨®n, y no hay justificaci¨®n para la merma impuesta por Puigdemont con la excusa de los principios, sobre el papel de cara a mantener viva la hoguera casi apagada del proc¨¦s, pero con la segura intenci¨®n de ganar por la mano a Esquerra, una vez m¨¢s.
El presidente Tarradellas supo salvar la continuidad en las peores condiciones posibles, todo lo contrario de lo que est¨¢n haciendo ahora los dirigentes independentistas. No se puede gobernar una instituci¨®n y a la vez querer destruirla. No es extra?o viniendo de personajes como Quim Torra, que encuentra que el autogobierno hist¨®rico de Catalu?a se ha convertido en un estorbo y el catalanismo en una inutilidad. Catalu?a necesita un gobierno y un presidente, y aunque su titular efectivo sea reticente, se le debe decir en¨¦rgicamente a Pere Aragon¨¨s que el presidente es ¨¦l y que haga el favor de ponerse a trabajar como tal.
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