Juan Diego Fl¨®rez, aclamado en su regreso al Liceo
Admiraci¨®n, afecto y media hora de propinas en un generoso recital del tenor peruano
Al ver de nuevo a Juan Diego Fl¨®rez en el Liceo, todos respiramos (con mascarilla, por supuesto) m¨¢s tranquilos. En estos tiempos, el primer ¨¦xito es que el espect¨¢culo se celebre. Por eso, en la gran ovaci¨®n que el famoso tenor peruano, acompa?ado por la joven pianista francesa C¨¦cile Restier, recibi¨® nada m¨¢s pisar el escenario, hab¨ªa tanta admiraci¨®n y afecto como agradecimiento. Lleg¨®, cant¨® y triunf¨® en la primera de una doble cita (el recital se repite este viernes 23) que tuvo el efecto de una inyecci¨®n de felicidad l¨ªrica en pleno rebrote del coronavirus. El recital de arias y canciones se cerr¨® con ¨¦xito clamoroso tras media hora de propinas.
La at¨ªpica doble cita l¨ªrica en el coliseo de la Rambla es fruto de la situaci¨®n actual. El concierto, inicialmente programado en la temporada pasada, fue reprogramado para el 20 de octubre, pero la reducci¨®n del aforo al 50% por ciento ha obligado a cambiar los planes y ofrecer en su lugar dos recitales de 70 minutos, sin descanso.
Fl¨®rez es mucho Fl¨®rez. Aunque no cante el repertorio que mejor conviene a su bella y portentosa voz -el belcantismo rom¨¢ntico-, hay tanta belleza y efusividad en el fraseo, tanta luminosidad en los agudos, que el placer mel¨®mano queda colmado a pesar de los reparos. Abri¨® el recital con Adelaide, primera de las tres canciones de Ludwig van Beethoven en un primer tramo del programa dedicado al repertorio germ¨¢nico. Tras la Bagatela n¨²m. 3 del genio de Bonn, interpretada por Restier con pulcra sonoridad, Fl¨®rez ofreci¨® como novedad tres canciones de Richard Strauss -entre ellas las conocidas Zueignung y C?cilie,- recreadas con musicalidad y elegancia, pero con tintes demasiado livianos.
Tras la incursi¨®n straussiana, el Vals en la mayor de Gaetano Donizetti marc¨® el feliz cambio hacia el repertorio italiano. Acert¨® Restier con las infrecuentes p¨¢ginas para piano de autores oper¨ªsticos que dieron descanso al divo a lo largo del recital, como este pegadizo vals, al que sigui¨® una canci¨®n de c¨¢mara de Vincenzo Bellini, Ma rendi pur contento. Bastaron unas frases para dejar embelesado al p¨²blico con la dicci¨®n clara, el fraseo magistral y el bell¨ªsimo color ligero de su voz en su repertorio natural.
Incluso abordando un Bellini de mayor empuje, el arrojo en los agudos y un canto legato sublime, marca de la casa, dio brillo a la imponente aria y cabaletta de Pollione, de Norma. Tras un Verdi de pasionales acentos (I due Foscari), la pianista dio paso al repertorio franc¨¦s con Papillons blancs, de Jules Massenet. Deslumbr¨® Fl¨®rez por la perfecci¨®n, la riqueza de matices y el dominio del estilo en la interpretaci¨®n de las arias de Le roy d?Ys, de ?douard Lalo, y Rom¨¦o et Juliette, de Charles Gounod.
Una muy efusiva Che gelida manina, de La boh¨¨me, de Giacomo Puccini, pon¨ªa fin al programa, pero no a la velada. El tenor, con su inseparable guitarra, abri¨® con Parlami d?amore Mari¨´ una fiesta vocal m¨¢s intimista -m¨¢s de media hora de propinas- que el p¨²blico aplaudi¨® con fervor. No faltaron los cl¨¢sicos de la canci¨®n latinoamericana -Cielito lindo, La flor de la canela, El d¨ªa que me quieras y Cucurrucuc¨² paloma- y, como broche final, acompa?ado de nuevo por C¨¦cile Restier, los emblem¨¢ticos nueve ¡°dos de pecho¡± del aria de La fille du r¨¦giment, de Donizetti, y la c¨¦lebre Nessun dorma, de la pucciniana Turandot.
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