El espacio Cerd¨¤
Barcelona tiene derecho, y tambi¨¦n necesidad, de que la arquitectura y los proyectos de urbanizaci¨®n dejen de ser motivo de espect¨¢culo y propaganda y de que los premios sean su instrumento
Se ha hecho p¨²blica la propuesta de lanzar un concurso internacional para dise?ar algunas ¡°plazas¡± que ocupar¨¢n los chaflanes del Eixample. Tan solo el hecho de rescatar estos espacios de su papel de simples cruces y elevarlos a la condici¨®n de espacios urbanos es una asignatura pendiente que merece tenerse en cuenta. Pues bien, a pesar de que la idea de poner en valor estos espacios parece oportuna, la de hacer un concurso internacional para elegir diferentes dise?os de estos espacios puede acabar siendo lo contrario.
La idea del concurso en s¨ª misma aqu¨ª es perversa, y sugiere impl¨ªcitamente que puede haber distintas ideas v¨¢lidas para estos espacios, cuando tan solo hay que construir una. Sin embargo, deber¨ªamos recordar que no se trata de un concurso de embellecimiento para una fiesta mayor, cosa que podr¨ªa ponerse en pr¨¢ctica cuando estas plazas est¨¦n acabadas, con ocasi¨®n de La Merc¨¨, por ejemplo, y evitar as¨ª ser una exaltaci¨®n de la originalidad permanente de lo que implica neutralidad y regularidad, que son caracter¨ªsticas del Eixample.
Estos espacios deber¨ªan pensarse como escenarios, como soportes urbanos y no como espacios verdes, ni de servicio, chiquiparks, estacionamiento o lugar para las basuras. De querer exaltar diferencias entre estas nuevas plazas, cosa que es f¨¢cil que ocurra sacando varias a concurso, deber¨ªamos recordar que ya son diferentes entre s¨ª, ya que no hay dos chaflanes iguales en toda la ciudad. Algo que por elemental que sea brinda la ocasi¨®n de hacernos ver que, a pesar de que sobre el plano lo parezcan, a partir del momento que se han construido con aportaciones diversas a lo largo del tiempo ya no son iguales, como tampoco lo ser¨¢n las cosas que sucedan en ellos; son sencillamente la expresi¨®n del car¨¢cter de esta ciudad y de sus ciudadanos.
En un mandato anterior a la actual etapa de gobierno, el equipo responsable del dise?o de la ciudad puso en marcha un gran concurso para definir las llamadas ¡°Puertas de Collserola¡±, que, a pesar del acierto al pensar en los puntos de contacto de la ciudad con la monta?a, acab¨® siendo una operaci¨®n publicitaria de los ideales urban¨ªsticos del momento a costa del talento de docenas de equipos de arquitectos. Sin embargo, en el caso de los espacios que nos ocupan, no estamos ante casos morfol¨®gicamente diferentes, sino frente a espacios con una estructura formal que puede ser descrita mediante un sencillo enunciado l¨®gico y que constituyen la mejor expresi¨®n de la espacialidad urbana de esta ciudad. Unos espacios, de las dimensiones del Pante¨®n de Roma, que cualquiera puede sentir desde su centro elevando un poco la vista y girando sobre s¨ª mismo.
Me gustar¨ªa hacerles ver que no podemos estar en una manzana del Eixample, a excepci¨®n, claro est¨¢, que nos situemos en el patio de manzana. Podemos imaginar la manzana Cerd¨¤, tambi¨¦n podemos verla desde el aire, pero no podemos estar en ella m¨¢s que individualmente. Los chaflanes, por el contrario, son lugares en los que se est¨¢ colectivamente, y representan la ¨²nica manera de poner de relieve el espacio del Eixample. Podr¨ªamos decir que son el espacio Cerd¨¤ por excelencia.
Estos espacios deber¨ªan poder construirse con poco m¨¢s que unas instrucciones escritas, sin dise?o y sin modelo. Ejecutarse seg¨²n unas instrucciones realizadas por la oficina t¨¦cnica municipal de la forma m¨¢s clara, limpia y precisa posible. Definir el material, por ejemplo, recuperar los magn¨ªficos adoquines con los que se paviment¨® esta ciudad; colocarlos conc¨¦ntricamente, incrustar las piezas necesarias para poder realizar f¨¢cilmente distintos acontecimientos, disponer todos los elementos, como ¨¢rboles, farolas, bancos, y dem¨¢s, siguiendo su concentricidad, sacar los contenedores de basura, que ahora tendr¨¢n espacio en las calles, y nada m¨¢s. Basta con construirlos con oficio y con el prop¨®sito que duren 100 a?os, sin apenas intermediarios entre instrucciones y construcci¨®n, sin concursos ni procesos participativos. Nadie deber¨ªa arrogarse su creaci¨®n, ni siquiera las asociaciones de vecinos, solo los votos de las urnas.
La ciudad tiene derecho, y tambi¨¦n necesidad, de que la arquitectura y los proyectos de urbanizaci¨®n dejen de ser motivo de espect¨¢culo y propaganda y de que los premios sean su instrumento. Por expresarlo de otro modo, ser¨ªa un error que se convirtieran en un rosario de chaflanes Mies van der Rohe, es decir, espacios mal bautizados con el nombre de su designer. Deber¨ªan ser espacios lo mas parecidos a hojas en blanco donde pudi¨¦ramos escribir nuestra vida, an¨®nimos, bien hechos y libres de protagonismos.
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