El Dios imperfecto
De Maradona no es f¨¢cil hablar ni bien ni mal. Entran en juego, a la hora de interpretarlo, m¨²ltiples factores. Los sociales, los humanos y los profesionales
Como suele pasar con todos los dioses imperfectos (Spinoza dec¨ªa que Dios era el depositario del bien y el mal, tal es su infinita omnipresencia), de Maradona no es f¨¢cil hablar ni bien ni mal. Entran en juego, a la hora de interpretarlo, m¨²ltiples factores. Los sociales, los humanos y los profesionales. Y, por supuesto, los m¨¢s absolutamente y estrictamente personales e interpersonales. De estos dos ¨²ltimos son de los que m¨¢s, trat¨¢ndose de quien tratamos hoy, habr¨ªa que hablar si se quiere tener una idea aproximada de su paso por este mundo.
Estos d¨ªas se ha escrito y hablado mucho de Diego Maradona. Se habl¨® y escribi¨® m¨¢s de su vida que de su muerte, superada esta tras la fuerte impresi¨®n que caus¨® por lo inesperada que fue. Y lo cierto es que su muerte solo se puede explicar por la vida que llev¨®. La que no decidi¨® ¨¦l y la que s¨ª decidi¨®. La primera es el medio socioecon¨®mico, la categor¨ªa social de la cuna donde se nace. La segunda es la gesti¨®n del propio destino, una vez que ya no se tienen m¨¢s excusas, si las hubiera justificadas. Maradona tuvo que luchar contra esa antinomia insalvable. Naci¨® muy pobre y muri¨® de una riqueza material, que no espiritual, que no supo gestionar. (Su patrimonio roza los 50 millones de d¨®lares, y nadie de su extensa familia se quedar¨¢ sin considerar que le pertenece de pleno derecho una parte sustanciosa.) Como si los or¨ªgenes no perdonaran al advenedizo.
Hay un concepto que funciona en Argentina, con tanto ¨¦nfasis que parece inventado por sus ciudadanos. Me refiero al dichoso ¡°entorno¡±. En los a?os previos a la dictadura militar de Videla y sus secuaces, durante el Gobierno de Isabelita Per¨®n se hizo muy extensivo culpar a los entornos de las tropel¨ªas pol¨ªticas de la mandataria (entre ellas, la creaci¨®n de la siniestra Triple A, grupo paramilitar, antecedente directo de los no menos siniestros ¡°grupos de tareas¡± del Ej¨¦rcito argentino para reprimir la guerrilla). El entorno m¨¢s conocido y maligno que se le conoci¨® a Isabelita Per¨®n fue el
de su ministro de Bienestar Social, L¨®pez Rega. Pues bien, un d¨ªa un periodista le pregunt¨® si no consideraba que tal vez su entorno no era el m¨¢s favorable para la gesti¨®n de su Gobierno, a lo que ella, ni corta ni perezosa, respondi¨®: ¡°Sepa usted que a m¨ª no me entorna nadie¡±. La respuesta se hizo carne de mofa de los humoristas argentinos. La declaraci¨®n da, sin duda, sobrados motivos para re¨ªrse, pero ello no quita un ¨¢pice de su realidad. Tal entorno existi¨®. Como existi¨® el que acompa?¨® al astro argentino durante casi toda su vida profesional. No falt¨® gente que lo aconsej¨® bien, que trat¨® de encauzar el desvar¨ªo vital al que cada d¨ªa se entregaba m¨¢s sin remedio. All¨ª estuvieron en su momento infaltables C¨¦sar Menotti y el mismo Jorge Valdano. Pero el viaje al mal ya estaba escrito. Maradona acus¨® la influencia del infinito ej¨¦rcito de vividores que no intentaron nunca hacerlo recapacitar de su autoflagelamiento vital.
Hace unos d¨ªas en TV3 Josep Cun¨ª cont¨® una an¨¦cdota bastante ilustrativa del famoso entorno de Diego Maradona. Al poco de llegar para jugar en el Barcelona, se acerc¨® a su domicilio para hacerle una entrevista, una de las primeras que se le iba a hacer en su nueva ciudad. La casa quedaba en Pedralbes, inmensa y sin muebles. Relata Cun¨ª que comenzaron a salir personas que le dec¨ªan, tras ofrecerle caf¨¦, que Maradona ya saldr¨ªa a recibirlo. Y as¨ª desfilaron unos cuantos ¡°ayudantes¡±, seguramente a cuenta de la f¨¢cil y dispendiosa generosidad del jugador. All¨ª tuvo Cun¨ª una prueba elocuente del famoso ¡°entorno¡±. Obviamente a Maradona s¨ª que lo entornaron. ?Y c¨®mo!
El resto ya lo sabemos. Mala vida, drogas, coqueteo con la mafia napolitana, infidelidades mil, alcohol, maltrato a sus mujeres, tema del que, por cierto, no se habl¨® casi nada. Y como consecuencia de todo ello, una salud, f¨ªsica y moral, cada d¨ªa m¨¢s maltrecha, casi sin retorno. Soy un admirador de Maradona. Creo, sin lugar a dudas, que fue y ser¨¢ durante mucho tiempo el mejor jugador de la historia del futbol. El gol de la mano de Dios no mancha esta consideraci¨®n, teniendo en cuenta que unos minutos m¨¢s tarde marcar¨ªa, en el mismo partido, otro que para mi modesto entender, si no el mejor, es uno de los grandes goles de todos los tiempos. Algunos dioses existen, pero no son perfectos.
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