Unas elecciones con cuernos
Si sabemos que el problema no eran los nazis m¨¢s fan¨¢ticos sino el sonambulismo de la gente normal, ser¨ªa imperdonable que una nueva variante de la misma indiferencia nos cogiera desprevenidos
El asalto al Capitolio de Estados Unidos se ha parecido m¨¢s a un montaje con las tomas falsas de un reality show sobre golpes de estado que a un golpe de estado. Precisamente por ello, es una met¨¢fora inquietantemente adecuada de lo que hemos vivido en la pol¨ªtica catalana y espa?ola en la ¨²ltima d¨¦cada y pico: la dificultad no radica en entrar en las instituciones, sino en descubrir que una vez dentro no tienes ni idea de qu¨¦ hacer. Resulta que en la sala de m¨¢quinas de la democracia no hay palancas y botones y con cada minuto que pasa bajo el escrutinio de las c¨¢maras, todo se va volviendo m¨¢s y m¨¢s rid¨ªculo. La misma noche de Reyes, en los bares de los hoteles del centro de Washington se vieron muchos insurrectos tomando unos c¨®cteles como si nada.
Debemos tomar en serio el malestar que llev¨® al hombre de los cuernos a hacer lo que hizo en el Capitolio
Contra tanta frivolidad, la seriedad parece el acto de resistencia pol¨ªtica m¨¢s f¨¦rtil ahora mismo. El error m¨¢s grande que podr¨ªamos cometer con el individuo descamisado de los cuernos postizos ser¨ªa ridiculizarlo. No se trata de redoblar los aspavientos en una condena f¨¢cil y afectada, sino de tomar en serio el malestar que lo ha llevado a donde est¨¢ y ser capaces de reconocer la parte de nosotros que podr¨ªa terminar all¨ª mismo. Que no llevemos tatuajes supremacistas ni pinturas de guerra establece una diferencia fundamental, pero eso no quiere decir que nuestra pereza pol¨ªtica no participe de un mismo continuo. Nos hemos cansado de repetir como loros el concepto de la banalidad del mal de Hannah Arendt, pero si sabemos que el problema no eran los nazis m¨¢s fan¨¢ticos sino el sonambulismo de la gente normal, ser¨ªa imperdonable que una nueva variante de la misma indiferencia nos cogiera desprevenidos. El vikingo posmoderno, que se llama Jake Angeli y es un actor fracasado abducido por las teor¨ªas de la conspiraci¨®n, participa de una impotencia que no tiene causas psicol¨®gicas, sino sist¨¦micas. Se trata de aceptar que a todos nos pueden crecer cuernos y que en mayor o menor medida ya notamos el bulto en las sienes.
Lo que este final de ciclo norteamericano tan esperp¨¦ntico nos ayuda a ver es que el antagonismo fundamental no es entre democracia liberal y populismo, sino entre caer en el cinismo o participar en la transformaci¨®n sustancial. O lo que es lo mismo, un Joe Biden ap¨¢tico y conservador desemboca en un nuevo Donald Trump o alguna cosa peor. La democracia liberal tal como la ha dejado la mezcla de capitalismo salvaje y digitalizaci¨®n de las relaciones sociales no se puede salvar a s¨ª misma con una votaci¨®n cada cuatro a?os, ni con la emergencia de un partido nuevo, ni siquiera con una renovaci¨®n milagrosa de los liderazgos que suplicamos como quien hace la danza de la lluvia. Una lecci¨®n muy concreta de lo ocurrido en el Capitolio es que el problema se encuentra en la relaci¨®n entre los l¨ªmites del espacio tradicional y las nuevas expectativas virtuales. La democracia s¨®lo se salvar¨¢ si puede volver a religar los hechos con los ideales que ella misma ha plantado en nuestros corazones.
Una de las ideas m¨¢s sugerentes que he o¨ªdo ¨²ltimamente en esta direcci¨®n es del editor Nathan Gardels, que habla de ¡°participaci¨®n sin populismo¡±. El diagn¨®stico es que con la representatividad que permiten las instituciones decimon¨®nicas no es suficiente para canalizar los anhelos de sociedades tan complejas como las nuestras. El remedio que propone Gardels es ¡°integrar las redes sociales y una democracia m¨¢s directa al sistema pol¨ªtico mediante nuevas instituciones deliberativas que complementen el gobierno representativo¡±.
Nathan Gardels, propone ¡°integrar las redes sociales y una democracia m¨¢s directa al sistema pol¨ªtico¡±
Todo esto resuena con la apat¨ªa que despiertan las pr¨®ximas elecciones catalanas. Un sistema anquilosado ha absorbido el potencial aparentemente transformador de absolutamente todos los actores que han entrado en las instituciones en ciclos sorprendentemente breves, agotadores y est¨¦riles. Quiz¨¢s ha llegado el momento de dejar de conformarnos con una democracia del siglo XX y arremangarnos para crear espacios pol¨ªticos completamente nuevos que no me atrevo a decir ni qu¨¦ nombre deben tener, ni en qu¨¦ medida deben ser f¨ªsicos y en qu¨¦ digitales, ni c¨®mo podr¨ªan funcionar. S¨®lo tengo claro que deber¨ªan ser lugares en los que fuera normal entrar y, una vez dentro, que supi¨¦ramos que lo que hagamos en su interior tendr¨¢ un impacto sobre la realidad. As¨ª no habr¨ªa sufrir porque nadie entrara con cuernos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.