Esa constante confusi¨®n
No hay que ser ni muy agudo ni muy susceptible para detectar un cierto deterioro de la cultura democr¨¢tica. Lo demuestran sobradamente los ¨²ltimos a?os y un mont¨®n de actitudes p¨²blicas y privadas
No hay que ser ni muy agudo ni muy susceptible para detectar un cierto deterioro de la cultura democr¨¢tica. Lo demuestran sobradamente los ¨²ltimos a?os y un mont¨®n de actitudes p¨²blicas y privadas, porque la democracia no es solo una forma de gobierno, sino tambi¨¦n y especialmente una actitud personal y colectiva que se canaliza mediante la participaci¨®n atendiendo a la voluntad y la necesidad ciudadanas. Y aunque la pandemia se haya convertido en la prueba del algod¨®n justificada por razones de salud p¨²blica, algunas decisiones tomadas por nuestros representantes y avaladas por la justicia en forma de limitaciones, confinamientos, prohibiciones e imposiciones acatadas mayoritariamente de forma acr¨ªtica, han venido a ponerlo de manifiesto.
Sin antecedentes, no podr¨ªan entenderse las delaciones de la polic¨ªa de balc¨®n y los reportajes recriminadoresSin antecedentes, no podr¨ªan entenderse las delaciones de la polic¨ªa de balc¨®n y los reportajes recriminadores
Sin embargo, no todo comenz¨® con el coronavirus. Sin antecedentes, no podr¨ªan entenderse las delaciones de la polic¨ªa de balc¨®n, los reportajes recriminadores y las advertencias punitivas del ¨²ltimo a?o. Ya antes, esta postura pod¨ªa apreciarse en la progresiva baja tolerancia hacia las opiniones contrarias, en la p¨¦rdida inmediata de respeto a quien no participa de las mismas ideas o reclamando di¨¢logo y acusando de no facilitarlo a los que se les exige acatar los postulados propios. Definitivamente el verbo exigir se ha convertido en sin¨®nimo popular de otros menos imperiosos pero igualmente v¨¢lidos: pedir, plantear, solicitar o reclamar, por ejemplo. Y que algunos consten en el diccionario como sin¨®nimos no niega su condici¨®n de nivel superior en la demanda. Lo hemos escuchado esta misma semana a los estudiantes encerrados en la Universitat de Barcelona (UB). Teniendo sus razones defendibles y mostrando su hartazgo respetable no instaban al rector a suscribirlas, sino que le ¡°exig¨ªan¡± hacerlo como condici¨®n para desalojar. Un todo o nada. Democr¨¢tico, por supuesto.
Por su parte, algunas fuerzas pol¨ªticas del Parlament que suscribieron un cord¨®n sanitario para aislar a Vox se han confabulado para negarle al partido ultra el senador que le correspond¨ªa por ser cuarta fuerza electoral y del que hubieran dispuesto de aplicarse para tramitarlo el mecanismo utilizado durante 40 a?os. La casu¨ªstica demuestra que no es f¨¢cil atinar con el procedimiento para frenar a quienes se consideran un peligro para la democracia. Un debate tan abierto como hist¨®rico y desigual. Pero igualmente resulta dif¨ªcil que quienes la han administrado desde mucho antes de la irrupci¨®n social de los intolerantes se cuestionen y corrijan aquellas decisiones propias que ayudaron a crear un ambiente quejoso aprovechado con habilidad por los populismos extremos.
A su vez, resulta curioso que a partir de la noche electoral se rasgaran las vestiduras los mismos que facilitaron la participaci¨®n de Vox en los debates de los medios p¨²blicos rompiendo otra tradici¨®n no escrita: que solo ten¨ªan atril quienes ya tuvieran representaci¨®n. Suced¨ªa, no obstante, que al haber perdido Junts su derecho legal por decisi¨®n jur¨ªdica fruto del pulso con el PDeCAT, una de las formaciones con mayor n¨²mero de diputados y mejores expectativas no pod¨ªa estar presente. Y as¨ª fue como la conveniencia hizo el resto favoreciendo la participaci¨®n de quienes ahora son r¨¦mora. Algo parecido a lo hecho por el socialismo espa?ol para intentar fastidiar al PP o lo que sucede en la campa?a madrile?a ante carteles ofensivos. M¨¢s all¨¢ de lamentarse y denunciarlo solo lo contrarestan con datos los medios y no los rivales, alarmados por algo m¨¢s que una provocaci¨®n. Y claro, ante su capacidad de remover el est¨®mago con falsedades m¨¢s que el cerebro con razones, el ciudadano cabreado con los suyos o con todos se lanza al voto del descontento y desaf¨ªa.
No es f¨¢cil atinar con el procedimiento para frenar a quienes se consideran un peligro para la democraciaNo es f¨¢cil atinar con el procedimiento para frenar a quienes se consideran un peligro para la democracia
Jordi Cruz, el afamado y televisivo chef, se lamentaba el pasado martes en SER Catalunya de las duras restricciones impuestas al sector de la restauraci¨®n que lo han llevado a tener cerrados sus establecimientos desde marzo del a?o pasado. Y de manera provocadora y jocosa se preguntaba qu¨¦ le est¨¢ pasando al haberse planteado que, de estar en Madrid, votar¨ªa a Isabel D¨ªaz Ayuso. A lo que Carles Abell¨¢n se sumaba a pesar de confesarse de izquierdas. Y les cay¨® la del pulpo por parte de una legi¨®n de cr¨ªticos poco atentos acorazados tras las redes que parecen haber venido para fomentar el odio y aumentar la tensi¨®n m¨¢s que para contribuir a la solidaridad, promover la igualdad y socializar el conocimiento. Y si no, que se lo pregunten a Javier Cercas y el tuit que descontextualizaba y reduc¨ªa una intervenci¨®n a?eja de media hora a 30 segundos tras una entrevista en TV-3. O a Jordi ?vole a quien se le cuestiona que entreviste a un negacionista de las vacunas o a sus colegas a quienes se les critican las preguntas cuando lo inadecuado suelen ser las respuestas. No es extra?o que Ada Colau haya abandonado Twitter. Claro que, de repasar el hist¨®rico de su cuenta, tampoco ella aguantar¨ªa su propio pasado. Como casi nadie.
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