La libertad
Sea cual sea el resultado de los an¨¢lisis, el caso es que Isabel D¨ªaz Ayuso triunf¨® blandiendo este eslogan, jugando fr¨ªvola o c¨ªnicamente con uno de los conceptos fundacionales de nuestra cultura
El espect¨¢culo de la noche electoral del 4 de mayo escuece en cualquier sensibilidad progresista no solo de Madrid sino tambi¨¦n del resto de Espa?a. La derrota de las izquierdas, pese al ¨¦xito de M¨¢s Madrid, era previsible seg¨²n todas las encuestas. Por eso los progresistas y los votantes de las distintas opciones de izquierda recibieron los resultados de la noche del 4 de mayo con cierto fatalismo, con el natural disgusto, pero sin sorpresa ni sobresalto, sin escozor, porque ya dec¨ªa una antigua copla: ¡°Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos / que Dios ayuda a los malos cuando son m¨¢s que los buenos¡±.
Sin embargo, lo que de verdad escoci¨® fue que, adem¨¢s, una multitud euf¨®rica voceara ¡°?libertad!¡± en la calle de G¨¦nova de Madrid, ante la sede del PP, y ante Ayuso, que triunf¨® con su eslogan de la libertad ¡°a la madrile?a¡±, y sus peculiares interpretaciones de lo que eso significa para ella.
A los analistas pol¨ªticos corresponde indagar qui¨¦n vot¨® a Isabel D¨ªaz Ayuso y por qu¨¦. Les incumbe constatar si los v¨ªtores de la calle de G¨¦nova eran solamente los de los votantes hist¨®ricos y sociol¨®gicos del PP o si entre aquella multitud tambi¨¦n hab¨ªa gente que clamaba contra todos los sinsabores, restricciones, limitaciones y frustraciones que est¨¢ deparando la actual situaci¨®n sanitaria, econ¨®mica y social. Podr¨¢n aclararnos si la euforia madrile?a del 4 de mayo era similar a la de cinco d¨ªas despu¨¦s, cuando en la noche del 9 de mayo se levant¨® el estado de alarma en toda Espa?a.
Los analistas pol¨ªticos deber¨¢n explicarnos si el clamor madrile?o pidiendo libertad es la explosi¨®n final de una fatiga pand¨¦mica localizada o si es la voz del voto de castigo generalizado contra el Gobierno central. Porque, sea o no culpa del Gobierno, sobran motivos para la irritaci¨®n que conducen al voto de castigo, como la p¨¦rdida del trabajo, el trabajo basura, las colas del hambre o el ocio coartado. Tambi¨¦n nos indicar¨¢n los analistas si ha habido voto de castigo preventivo o anticipado ante una presunta condescendencia del Gobierno con sus aliados independentistas, concretada en un imaginario futuro indulto para los presos del proc¨¦s, pese a que ni el Gobierno lo ha promovido ni ellos lo han aceptado.
Sea cual sea el resultado de los an¨¢lisis, el caso es que Ayuso triunf¨® blandiendo el eslogan de la libertad, jugando fr¨ªvola o c¨ªnicamente con uno de los conceptos fundacionales de nuestra cultura. En 1787 la Constituci¨®n de los Estados Unidos ya hablaba de personas libres. En Francia la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 proclamaba que ¡°los hombres nacen libres y permanecen libres e iguales¡±. Y en 1812 la historia constitucional espa?ola comienza proclamando la libertad. Ciertamente, esa inicial libertad ilustrada convivi¨® con la esclavitud, en EE UU hasta 1865 y el reino de Espa?a no la aboli¨®, para Cuba, hasta 1880. Los derechos fundamentales inherentes a la libertad se fueron alcanzando con sacrificio de muchas vidas, lentamente, trabajosamente, y los derechos sociales que se han ido conquistando lo han sido con la lucha esforzada de los trabajadores. La libertad, por lo tanto, es un conjunto de derechos de lenta y progresiva implantaci¨®n en nuestra cultura, siempre susceptibles de progreso, siempre en riesgo de deterioro. Es una bandera que, con esfuerzo, debe ser izada cada d¨ªa. Es el primer valor de nuestro ordenamiento jur¨ªdico seg¨²n el art¨ªculo primero de la Constituci¨®n de 1978. Nadie deber¨ªa trivializar con este principio b¨¢sico de nuestra convivencia. Quiz¨¢ por eso el equipo de asesores de Ayuso ha formulado el nov¨ªsimo concepto aparentemente fr¨ªvolo, de ¡°libertad a la madrile?a¡±.
Algo as¨ª como una libertad con min¨²scula, para las cosas cotidianas, ¡°de cervecita¡±. Posiblemente esta libertad es la que en la madrugada del 9 de mayo se festej¨®, irresponsablemente, no solo en Madrid, sino en toda Espa?a. Sin embargo, no debemos confundirnos. El eslogan de la libertad con min¨²scula, asumido masivamente con jolgorio irreflexivo, es la ¨²ltima versi¨®n del panem et circenses pan y circo) con el que los emperadores romanos, c¨ªnicamente, regalaban al pueblo los espect¨¢culos del circo para distraerle de los verdaderos problemas y disuadirle de las justas reivindicaciones. Por eso, cuando aquella noche madrile?a del 4 de mayo se oy¨® el vocer¨ªo pidiendo libertad, cualquier sensibilidad progresista sinti¨® un amargo escozor. Los an¨¢lisis pol¨ªticos vendr¨ªan despu¨¦s, las autocr¨ªticas deber¨ªan llegar tambi¨¦n, pero de repente, o¨ªr aquel clamor pepero de libertad fue como sentir un escalofr¨ªo, la sensaci¨®n de que nos estaban robando el grito, la bandera.
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