La volatilidad para el que la trabaja
En tiempos de aceleraci¨®n creciente, como los que nos est¨¢ tocando vivir, casi todo caduca a gran velocidad
¡°Usted nunca ser¨¢ presidente del Gobierno¡± le espet¨® hace apenas un a?o en el Congreso el que entonces era vicepresidente del ejecutivo al l¨ªder de la oposici¨®n. Pasado ese tiempo, el contenido de la rotunda afirmaci¨®n deja de estar tan claro y, por a?adidura, quien la hizo est¨¢ fuera, ya no solo del cargo que ocupaba, sino de la propia pol¨ªtica institucional. Por lo menos una lecci¨®n cabe extraer del episodio: ¨²ltimamente los ¡°nunca¡± duran muy poco rato.
Claro que, como saben bien los epistem¨®logos, siempre existe la hip¨®tesis ad hoc que permite poner a salvo una determinada teor¨ªa, incluso aunque esta haya sufrido una severa refutaci¨®n en el plano de los hechos (en el caso de las teor¨ªas cient¨ªficas, se le puede echar la culpa a alg¨²n c¨¢lculo equivocado, a los instrumentos de medici¨®n o a alg¨²n otro elemento no fundamental). Y si los cient¨ªficos se atreven a hacer semejante cosa, de qu¨¦ no ser¨¢ capaz un avezado pol¨ªtico, curtido en mil plat¨®s.
En efecto, en tiempos de aceleraci¨®n creciente, como los que nos est¨¢ tocando vivir, casi todo caduca a gran velocidad, lo que, aplicado a la pol¨ªtica, se concretar¨ªa en la volatilidad que parece afectar al conjunto de la realidad y sus protagonistas. Pero el ¡°casi¡± aqu¨ª es fundamental, precisamente porque de un tiempo para ac¨¢ la apelaci¨®n a dicha volatilidad parece haberse convertido en un recurso generalizado que termina por difuminar la importancia de los comportamientos y circunstancias particulares y que, por esta raz¨®n, acaba funcionando adem¨¢s como una hip¨®tesis tranquilizadora, por exculpatoria, para algunos.
Pero si, siguiendo dentro del grupo de los que han tenido que abandonar la escena pol¨ªtica, Albert Rivera se vio obligado a hacer mutis por el foro no fue por una gen¨¦rica aceleraci¨®n, propia del presente momento hist¨®rico, sino por la magnitud de sus errores concretos. Con otras palabras, que lo que no pudo resistir el paso del tiempo fue la combinaci¨®n de insustancialidad pol¨ªtica y aceleraci¨®n hist¨®rica, c¨®ctel explosivo que es el que da lugar a la volatilidad a la que hac¨ªamos referencia. Pero ser¨ªa rigurosamente falso hablar de esta ¨²ltima como una especie de destino contempor¨¢neo al que nada ni nadie conseguir¨ªa escapar.
Baste con pensar en una figura como la de Angela Merkel, de la que se puede predicar cualquier cosa menos insustancialidad. O en Barack Obama, cuyo libro Una tierra prometida permite dibujar un perfil pol¨ªtico y humano situado a a?os luz del de los l¨ªderes que proliferan por estas latitudes, tan ef¨ªmeros y livianos como, por lo general, pagados de s¨ª mismos. Es esa combinaci¨®n la que hace que, una y otra vez, tales pol¨ªticos sean incapaces de reconocer sus errores, en el doble sentido del verbo reconocer (como admitir y como identificar). No los admiten probablemente porque ni alcanzan a identificar cu¨¢les son. Deber¨ªan empezar por un sencillo pensamiento: ni antes, cuando el viento parec¨ªa soplar a su favor, el mundo les deb¨ªa nada ni ahora, cuando las cosas parecen hab¨¦rseles torcido, conspira contra ellos.
Manuel Cruz es fil¨®sofo y expresidente del Senado. Autor del libro Transe¨²nte de la pol¨ªtica (Taurus).
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