Un Zucchero ¨ªntimo y cercano inaugur¨® el festival de Porta Ferrada
El artista italiano se present¨® en formato tr¨ªo en la 59? edici¨®n de la veterana cita de Sant Feliu de Gu¨ªxols
Salvando el descontrol de tr¨¢fico de acceso, parec¨ªa que ese viernes en la Costa Brava todo el mundo se hubiera tirado a la carretera, en el interior del Gu¨ªxols Arena reinaba una tranquilidad reconfortante. El m¨¢s veterano de nuestros festivales de m¨²sica veraniegos inauguraba su edici¨®n 59 con el ¨²nico concierto internacional de su cartel: el siempre expansivo Zucchero. Unas mil personas se acercaron hasta la inmensa explanada que, en circunstancias id¨®neas podr¨ªa albergar un par de miles m¨¢s, y se fueron desperdigando por las diferentes propuestas previas al concierto, desde sofisticados combinados hasta pizzas sobrecargadas de colesterol, no dando en ning¨²n momento sensaci¨®n de agobio.
Para esta nueva edici¨®n todav¨ªa pand¨¦mica, el festival de Sant Feliu de Gu¨ªxols ha dejado de lado su escenario junto al puerto para pasar a otro que ya se hab¨ªa utilizado en alguna ocasi¨®n y que ahora es el ¨²nico. Ubicada en las afueras de la poblaci¨®n, m¨¢s grande y espaciosa, la llamada Gu¨ªxols Arena permite que tanto la restauraci¨®n como las zonas de conciertos est¨¦n mucho m¨¢s aireadas y puedas moverte de un lugar a otro sin problemas. Lo que se ha perdido en romanticismo, eso de ver el mar y escuchar su golpear contra las rocas, se compensa con una cierta comodidad y sobre todo en seguridad. De todas formas, ya hay tres conciertos programados para el pr¨®ximo a?o en el escenario del puerto para la celebraci¨®n de los 60 a?os de festival.
En el nuevo emplazamiento la zona de restauraci¨®n divid¨ªa los dos escenarios. El m¨¢s peque?o, pero que este a?o es mucho m¨¢s grande, nuestro hist¨®rico Aurelio Morata, en formaci¨®n de tr¨ªo, entreten¨ªa las pizzas del personal con un rock a?ejo pero efectivo y perfectamente ejecutado que hubiera merecido m¨¢s atenci¨®n. Una introducci¨®n magn¨ªfica para lo que se ven¨ªa despu¨¦s.
Zucchero Fornaciari es uno de los casos m¨¢s flagrantes de la enorme distancia que, en cosas de m¨²sica, nos separa de las costas italianas. Por aqu¨ª nunca ha sido especialmente conocido, si dejamos de lado un par de ¨¦xitos de 40 Principales que no son ni de lejos lo mejor de su producci¨®n, pero posee una de las discograf¨ªas m¨¢s s¨®lidas del viejo continente mezclado con habilidad y un buen gusto exquisito lo que habitualmente denominamos m¨²sica negra estadounidense, muy marcada por el blues, con un cierto toque de rock mediterr¨¢neo y la larga tradici¨®n baladista de su tierra natal.
En vez de sus numerosas bandas habituales Zucchero se present¨® en formaci¨®n de tr¨ªo. Un formato ¨ªntimo que le sienta las mil maravillas y le permiti¨® reforzar esa sensaci¨®n de cercan¨ªa que siempre contagia. Si menos ya suele ser m¨¢s, en este caso fue much¨ªsimo m¨¢s porque a su lado estaban dos inmensos m¨²sicos estadounidenses. A su derecha Kat Dyson, la que fuera guitarrista de Prince, le cubri¨® perfectamente las espaldas con alg¨²n solo incisivo y unos coros penetrantes. Pero lo m¨¢s destacado de la noche vino de la parte izquierda, el gran Doug Pettibone que llen¨® todas y cada una de las canciones con sus guitarras, tanto. el¨¦ctricas como slide. Pettibon es un m¨²sico de gran profundidad que se compenetr¨® perfectamente con esa voz ocasionalmente gutural del italiano. En un momento Zucchero abandon¨® el escenario y Pettibone aprovech¨® para marcarse un You Never Can Tell de Chuck Berry cargado de aires de Nueva Orleans, una delicia.
Zucchero ¨ªntimo sigue manteniendo su habitual e impresionante presencia esc¨¦nica. Chaleco de remaches, sombrero de 6 galones azul claro y armado de un dobro de curioso color rojo, inici¨® una velada centrada en su ¨²ltimo trabajo discogr¨¢fico tambi¨¦n ¨ªntimo y cercano. Mezcl¨® alguno de sus ¨¦xitos con las nuevas canciones dejando que temas cl¨¢sicos, como por ejemplo Voci o Wonderful Life, sonaran con una fuerza sorprendente. Se sent¨® al piano para las baladas m¨¢s melanc¨®licas, que tambi¨¦n forman parte indeleble de su propuesta, desparramando esa voz que se desgarra en el momento adecuado provocando un cierto estremecimiento.
En la recta final Zucchero, que se hab¨ªa mantenido sentado durante todo el concierto, se puso de pie, inici¨® los acordes de Baila (Sexy Thing) y todo el personal se dio por aludido y, poni¨¦ndose en pie, se puso a bailar. La guinda de un concierto magn¨ªfico, sin grandes alardes, de los que es dif¨ªcil recordar un momento sin quedarte con el todo. Adem¨¢s la noche acompa?¨® con una estupenda brisa marina, aunque el mar estuviera lejos, que refresc¨® lo suficiente para hacernos a?orar la chaqueta que nos hab¨ªamos olvidado en el coche.
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