El color del cristal
Un cardenal y un rey convertidos en moneda de cambio de la actualidad judicial de esta misma semana. La doble moral y su perversa sensaci¨®n de impunidad que cabalgaron durante a?os han quedado atr¨¢s
Los tiempos est¨¢n cambiando, enton¨® Bob Dylan hace casi sesenta a?os. Nunca como entonces los j¨®venes hab¨ªan tenido aquella sensaci¨®n. Pasaban demasiadas cosas a su alrededor que no les gustaban. No quer¨ªan seguir acomodados ni resignados. Notaban como crec¨ªa la distancia generacional y empezaron a luchar para distinguirse de sus padres. Y a esos progenitores, el futuro Nobel de Literatura por aquella y otras letras, les instaba a no criticar lo que no pudieran entender. ¡°Vuestros hijos e hijas est¨¢n mucho m¨¢s all¨¢ de vuestro control, vuestro camino envejece r¨¢pidamente. Por favor, salid de nuevo porque los tiempos est¨¢n cambiando¡± les enardec¨ªa. Y a los gobernantes: ¡°Senadores y congresistas escuchad la llamada, no os qued¨¦is en la puerta, no bloque¨¦is el paso porque el que saldr¨¢ herido ser¨¢ el que se haya quedado atr¨¢s. Fuera hay una batalla y es brutal. Pronto sacudir¨¢ vuestras ventanas y har¨¢ temblar vuestras paredes¡±.
A partir de ah¨ª, la d¨¦cada de los sesenta alcanzar¨ªa una intensidad anteriormente desconocida en la que el mensaje de la m¨²sica tuvo un importante papel. Por eso, y ante las m¨²ltiples interpretaciones que se hicieron de la intenci¨®n de Dylan, a?os despu¨¦s el cantautor acab¨® matizando que aquel himno no era una declaraci¨®n sino un sentimiento.
Estos nuevos tiempos de incertidumbre y pesar demuestran que tampoco son ni inmutables ni inasequibles
Pueden ser muchos los j¨®venes de hoy que se identifiquen con el sentido de aquellos versos adaptados a unas circunstancias diferentes, por supuesto, pero igualmente transgresoras con las generaciones anteriores. Las nuevas tecnolog¨ªas tienen mucho que ver, pero especialmente unas expectativas de futuro menos atractivas fruto de un presente castigado por elementos diversos. Desde el medio ambiente al mercado laboral, desde la crisis permanente a las relaciones personales. Y siempre pasando por la insatisfacci¨®n por un modelo de sociedad que, aceptando e incorporando algunos cambios, se reafirma en su mundo de ayer. Lo estamos viendo con los efectos de la pandemia que iba a cambiarlo todo. ?D¨®nde han quedado aquellas grandes declaraciones y profundos an¨¢lisis que aventuraban hace a?o y medio que despu¨¦s de tanto pavor nada ser¨ªa igual? Los inquietos esperanzados pueden consolarse pensando que las olas se siguen sucediendo y los miedos contin¨²an instalados a pesar de la vacuna. Y que hasta que no se pase p¨¢gina definitivamente no ser¨¢n constatables las alteraciones del orden anterior. Es posible que as¨ª sea. No obstante, la obertura de las compuertas que nos retuvieron evidencia que hemos vuelto por donde sol¨ªamos. Y que los retrocesos sufridos se deben m¨¢s a la necesidad de libertad que un ejercicio de prudencia.
Pueden ser muchos los j¨®venes de hoy que se identifiquen con el sentido de los versos de Bob Dylan
A pesar de todo, esa urgencia de cambios puede ocultar avances considerables e irreversibles. Impensables hace un lustro cuando la demanda de transparencia era m¨¢s una declaraci¨®n de intenciones que su exigencia actual. Resultado de complicidades vulneradas, silencios rotos, pactos alterados y miradas desviadas, estos nuevos tiempos de incertidumbre y pesar demuestran que tampoco son ni inmutables ni inasequibles. Y siguen cambiando. Dos ejemplos.
Esta misma semana un cardenal se ha sentado en el banco de los acusados del propio Vaticano por presunta corrupci¨®n por primera vez en la historia. El mismo Papa que le encumbr¨®, le retir¨® su tutela y le ha hecho caer. Es el propio pont¨ªfice que ha dicho que ya no se encubre m¨¢s la pederastia en la Iglesia cat¨®lica cuya larga sombra sigue oscureciendo la, hasta hace poco, falsa vida pl¨¢cida en escuelas, seminarios y monasterios.
Por otra parte, el rey em¨¦rito espa?ol ha sido denunciado por acoso por su ex-socia y amante. No lo habr¨ªa hecho personalmente, por supuesto, sino que lo hicieron organismos del Estado los cuales intentaron que no trascendieran episodios de transacciones econ¨®micas y sexuales oficialmente encubiertas y compensadas. Comidilla transmitida por el boca-oreja de quienes lo permit¨ªan cuando no lo facilitaban. Y con esta exposici¨®n p¨²blica de su peculiar condici¨®n humana, el referente que todo lo fue porque se supon¨ªa que a ¨¦l casi todo se le deb¨ªa, ya no puede levantarse de la charca emponzo?ada en la que est¨¢ instalado. Y para darle coloraci¨®n rosa al azul intenso de la sangre regia, resulta que el tribunal brit¨¢nico que debe decidir si impide a Juan Carlos I acercarse a Corina que aspira a otra compensaci¨®n econ¨®mica complementaria a la famosa donaci¨®n, tambi¨¦n dirimir¨¢ otro contencioso de la misma demandante al exmarido del que sigue ostentado el apellido por impago de la manutenci¨®n del hijo de ambos.
Un cardenal y un rey convertidos en moneda de cambio de la actualidad judicial de esta misma semana. La doble moral y su perversa sensaci¨®n de impunidad que cabalgaron durante a?os han quedado atr¨¢s. No son serpientes de verano. Vienen de lejos. Y aquellos que consideren normal que esto trascienda, que lo es, que se pregunten si ambas noticias se hubieran difundido ampliamente hace algunos a?os. Bob Dylan sigue teniendo raz¨®n. Los tiempos est¨¢n cambiando. S¨ª. Bastante, aunque insuficientemente.
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