El Mucky Duck, un ¡®pub¡¯ disfrazado de chiringuito
El local situado entre Salou y Cambrils, Tarragona, echa en falta al p¨²blico ingl¨¦s y muta de piel para captar al nuevo turista de la Costa Daurada
Es mediod¨ªa de primeros de agosto y el sol pica en la larga avenida que une Salou y Cambrils. En Vilafortuny, ese barrio de chal¨¦s y de apartamentos en el t¨¦rmino de la segunda localidad, que no pertenece a ning¨²n sitio, pero que est¨¢ a medio camino de todas partes, los ba?istas van abandonando la playa para saciar gargantas y barrigas en alguna sombra fresquita. Pese a la calorina, no hay empujones para llegar a la barra, en la media docena de bares repartidos por la manzana. No siempre fue as¨ª. Al alcanzar la hora del verm¨², el pub Mucky Duck sol¨ªa ser una improvisada fiesta de la cerveza. Turistas ingleses e irlandeses trasegaban pintas, una tras otra, para bajar la temperatura de sus cuerpos te?idos de rojo gamba. Las mesas estaban ocupadas por platos rebosantes de patatas fritas y de hamburguesas de dos pisos. Si se daba el caso que ca¨ªa el encargo de hacer alg¨²n reportaje de turistas en Salou, ese era un destino fijo. Testimonios a pu?ados, a la sombra de un cobertizo y con toda clase de brebajes hidratantes a mano. El ambiente era familiar. Algunos incluso hallaban all¨ª m¨¢s calor que en su propio hogar. El verano pasado, un irland¨¦s contaba que se hab¨ªa tenido que refugiar en un apartamento cercano tras un desencuentro con su madre. ¡°Me ech¨® de casa, tiene miedo de que le pegue el coronavirus¡±, contaba.
El panorama es, ahora, bien distinto. ¡°En toda la ma?ana solo he servido un caf¨¦ con leche¡±, lamenta Guillem, el camarero al frente del negocio. Tiene 25 a?os y ni siquiera querr¨ªa estar ah¨ª. ¡°Yo estudi¨¦ Administraci¨®n y Direcci¨®n de Empresas y estaba trabajando en una compa?¨ªa de gesti¨®n de flotas, pero tuve que dejarlo para venir a echar una mano¡±. Guillem es el hijo de Xavier Avila, el due?o del local. ¡°Hab¨ªa tenido hasta catorce trabajadores contratados, pero ahora no nos queda otra que tirarlo adelante entre nosotros¡±, confiesa el patriarca. El pub se ha tornado una especie de chiringuito playero, decorado con ca?as de bamb¨², velas y macetillas con cactus. El Mucky Duck se ha convertido en el Alma Beach House.
La mezcla de aromas del chicken curry y del fish and chips ya no se adue?a de la cocina, porque ahora la propuesta culinaria se basa en una oferta ¡°m¨¢s mediterr¨¢nea¡±, dice Guillem. Tataki, carpaccios y calamares destacan en una carta decorada con palmeras y coloreada con tonos crema. Parafernalia innecesaria para aquellos antiguos parroquianos que, como plato principal, daban a sus reto?os patatas fritas con ketchup. ¡°?Comer¨¢n algo m¨¢s?¡±, os¨¦ preguntar una vez. ¡°Claro que s¨ª, una chocolatina¡±.
La idea del redise?o es atraer al nuevo perfil de turista que ocupa los alojamientos de la Costa Daurada. ¡°Fundamentalmente es cliente espa?ol. Muchos aragoneses y, tambi¨¦n, vascos y navarros¡±, detalla el jefe. Se trata de un p¨²blico de paladar m¨¢s fino.
El batacazo pand¨¦mico se not¨® especialmente en este local, que era punto de avituallamiento del contingente ingl¨¦s e irland¨¦s que desembarcaba en Salou. ¡°Abr¨ªamos a finales de abril y era una rueda que no paraba hasta finales de septiembre¡±, evocan los Avila. Jarras de cerveza, un men¨² relleno de platos de comida r¨¢pida y de fritanga, y pantallas de televisi¨®n donde poder seguir partidos de la Premier o apasionantes campeonatos de dardos. El acento ingl¨¦s retumbaba desde las ocho de la ma?ana hasta pasada la medianoche, pero ahora la terraza ha quedado semivac¨ªa. Las pantallas se mantienen encendidas y rememoran un partido del Bar?a contra el Atl¨¦tico de Madrid, de hace casi una d¨¦cada. ¡°Lo que dar¨ªa por volver a esa ¨¦poca, con facturar un 20% de lo que hac¨ªa entonces, me conformo¡±, manifiesta Xavier.
Desde que levantaron la persiana en el mes de mayo, en la caja han entrado unos 40.000 euros, redondea el due?o. Durante la que ¨¦l llama ¡°la ¨¦poca dorada¡±, hubiera sido m¨¢s del triple. Recuerda con especial satisfacci¨®n el trienio de 2005 a 2007, ¡°aquello fue b¨¢rbaro¡±, dice. La confianza de Xavier es que el turista brit¨¢nico termine llegando, ni que sea a finales de agosto o septiembre. ¡°Que se les pase el miedo esc¨¦nico y vengan. Tienen que tener ganas, seguro, porque llevan un a?o y medio sin ver el sol¡±, analiza.
?Y si regresan y encuentran mojitos en lugar de pintas y ceviches donde antes hab¨ªa pastel de carne? ¡°No es problema. Readaptaremos el local r¨¢pidamente, ya tengo incluso el nombre pensado: Mucky Duck returned¡±, dice. Su hijo certifica que la mutaci¨®n ser¨ªa fugaz, pero cuestiona que salga a cuenta. ¡°Mi padre y yo tenemos opiniones distintas, yo dudo de que esta siga siendo una buena zona para tener un bar¡±, se?ala. Su desencanto abarca m¨¢s all¨¢ de la idoneidad de una ubicaci¨®n concreta: ¡°Yo creo que hay que salirse del negocio de la hosteler¨ªa, ya no da los beneficios de antes¡±, opina Guillem, partidario de centrar la inversi¨®n en ¡°empresas tecnol¨®gicas o en el sector inmobiliario¡±. El padre, que lleg¨® a gestionar seis locales a la vez, discrepa. ¡°El turismo sigue una l¨®gica dif¨ªcil de entender, ahora parece que hay una fiebre por la monta?a, m¨¢s que por venir a la playa¡±, detalla. Y habla con el fundamento que le da regentar un peque?o hotel en Jaca. ¡°Ese negocio ahora va como un tiro¡±, afirma.
Mientras, en Vilafortuny, a un paso del mar, su pub se ha disfrazado de chiringuito, buscando quien le quiera.
Mojitos y ceviche en lugar de ¡®pintas¡¯
A?o de fundaci¨®n: 2004
Recomendaciones: La paella de marisco y la pizza de foie.
La mejor hora para ir: Al atardecer, cuando la brisa del mar refresca la terraza, ahora convertida en zona chill out.
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