Ni proceso ni conflicto
El ala derecha del independentista cuestiona: ?Para qu¨¦ pactar con el PSOE y Podemos, si a fin de cuentas quien controla las instituciones centrales espa?olas es el PP, est¨¦ en el gobierno o en la oposici¨®n?
De pronto aparecen en la actividad pol¨ªtica conceptos que cobran su sentido al referirse a determinadas situaciones particulares. Sucedi¨® con la palabra proc¨¦s, que se convirti¨® en hallazgo period¨ªsticamente feliz para sustantivar la deriva independentista de la protesta contra el recorte del Estatuto de Autonom¨ªa a partir de 2010-2012. Se le pone el art¨ªculo, unas comillas o se escribe en cursiva, y ya est¨¢. Bautizado. La f¨®rmula tuvo gran fortuna, gracias a que resum¨ªa en una sola palabra, y adem¨¢s corta, ambigua y polis¨¦mica, lo que de otra forma era una engorrosa expresi¨®n en dos, tres o m¨¢s. Aunque era m¨¢s bien impropia porque en realidad no hab¨ªa proceso alguno, como no fuera el de descarrilar la propia protesta pol¨ªtica y estrellarla contra el muro levantado por los gobiernos de Mariano Rajoy.
M¨¢s recientemente ha surgido otro comod¨ªn, otro concepto ambiguo y polis¨¦mico: el conflicto. Los que hablaban de estar, dirigir, vivir en un proceso, ahora hablan de resolver el conflicto. Abordar el conflicto entre Catalu?a y el Estado espa?ol es, en t¨¦rminos pol¨ªticos, la finalidad expl¨ªcita dada por Esquerra Republicana a una de las dos mesas de negociaci¨®n acordadas en 2019 con el PSOE en el pacto de legislatura que dio lugar a la vigente mayor¨ªa parlamentaria de Gobierno en Espa?a.
La parte catalana de la mesa de negociaci¨®n deber¨¢ decidir si acepta o no cambiar conflicto por inversiones
El conflicto est¨¢ de actualidad. Despu¨¦s de un largo impasse provocado por la pandemia, a la citada mesa de negociaci¨®n del conflicto le toca reunirse el pr¨®ximo d¨ªa 13 sin que, a estas alturas, haya constancia p¨²blica de que exista un orden del d¨ªa acordado para ella. Los dirigentes de ERC llevan meses adelantando que acudir¨¢n a esa cita para plantear una propuesta de refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n de Catalu?a y la demanda de amnist¨ªa para los condenados y exiliados por la revuelta independentista de octubre de 2017. La respuesta de la otra parte anuncia una decepci¨®n para los independentistas. El presidente Pedro S¨¢nchez la resum¨ªa en estos t¨¦rminos, en la entrevista publicada el domingo en EL PA?S: ¡°Espa?a no tiene ning¨²n problema con Catalu?a; quien tiene un problema es el propio independentismo con la concepci¨®n plural de la sociedad catalana¡±. Se entiende que si no hay problema, no hay conflicto. Pero algo debe haber, sin embargo, para que el propio S¨¢nchez ofrezca al Gobierno catal¨¢n una ¡°agenda de reencuentro¡± que incluye un conjunto de inversiones y de financiaci¨®n de gran inter¨¦s para la recuperaci¨®n econ¨®mica de Catalu?a y de Espa?a.
Lo del conflicto catal¨¢n suena en boca de los independentistas a pr¨¦stamo tomado de los abertzales vascos. Ellos llevan a?os hablando del suyo con el Estado espa?ol. La particularidad de la presente coyuntura es, no obstante, muy digna de ser tenida en cuenta por S¨¢nchez, pues de ella depende la estabilidad de la mayor¨ªa parlamentaria que le sostiene en el Gobierno. La s¨ªntesis de la cuesti¨®n es simple: la parte catalana de la citada mesa de negociaci¨®n del d¨ªa 13 deber¨¢ decidir si acepta o no cambiar conflicto por inversiones y financiaci¨®n. Y la otra parte deber¨¢ asumir que un eventual desacuerdo surgido de la negaci¨®n de la existencia de un conflicto Catalu?a-Espa?a puede reventar la estabilidad de la mayor¨ªa parlamentaria que sustenta al Gobierno del PSOE y Unidas Podemos.
El PP introdujo la duda de si los pactos con el progresismo espa?ol bastaban al catalanismo para garantizar sus objetivos
En cualquier caso, la derivada de esta situaci¨®n es que ninguna de las dos partes dispone de alternativa. Para los independentistas y para el catalanismo en general, es una necesidad estrat¨¦gica vital mantener a los progresistas en el Gobierno de Espa?a, porque la agenda de las derechas espa?olas es abiertamente partidaria de echar abajo los logros de la autonom¨ªa en Catalu?a. En id¨¦ntica situaci¨®n se halla el progresismo espa?ol, que necesita a las fuerzas regionalistas, nacionalistas e independentistas de la periferia ib¨¦rica para lograr la mayor¨ªa en las instituciones centrales del Estado.
Esta ecuaci¨®n no es una novedad hist¨®rica. Ambas partes la han tenido casi siempre en cuenta. En la Segunda Rep¨²blica, bajo la dictadura franquista, durante la Transici¨®n y despu¨¦s de ella. Los acuerdos de Rodr¨ªguez Zapatero y P¨¦rez Rubalcaba con Pasqual Maragall y Artur Mas para el Estatuto de Autonom¨ªa de 2006 eran eso. Al echarlos abajo en 2010, Tribunal Constitucional mediante, el PP introdujo en Catalu?a la duda de si los pactos con el progresismo espa?ol bastaban para garantizar los objetivos del catalanismo. Esa duda permanece, sobre todo en el ala derecha del independentismo. Y es una insidiosa cu?a en la coalici¨®n catalana de gobierno. ?Para qu¨¦ pactar con el PSOE y Podemos, si a fin de cuentas quien controla las instituciones centrales espa?olas es el PP, est¨¦ en el gobierno o en la oposici¨®n? ?Dilema diab¨®lico o falso dilema? La pr¨®xima semana, nuevo cap¨ªtulo.
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