Termina la d¨¦cada perdida
Sin Junts per Catalunya la foto del di¨¢logo es insuficiente, sin el Partido Popular el di¨¢logo no podr¨¢ culminar con la resoluci¨®n del conflicto
Entramos ya en el ¨²ltimo a?o de la d¨¦cada perdida, que bien podr¨ªa marcar su inicio en el ¨®rdago de Artur Mas a Mariano Rajoy en septiembre de 2012. Han pasado nueve a?os desde que el presidente de la Generalitat, envalentonado por la manifestaci¨®n del 11 de septiembre, se plantara en La Moncloa para poner en un brete al Gobierno del PP: o un pacto fiscal al estilo del concierto vasco o Catalu?a se tira al monte.
La idea del ¨®rdago qued¨® desgastada, ciertamente, por el uso abusivo por parte de ciertos medios de comunicaci¨®n, preferentemente radicados en la capital de Espa?a. Pero era exacta. Un ¨®rdago es un envite en el juego del mus en el que el jugador se arriesga a perderlo todo porque si gana tambi¨¦n se lo lleva todo. Pocas met¨¢foras se ajustan mejor a la expresi¨®n hist¨®rica m¨¢s conspicua del procesismo: o tot o res, o todo o nada.
Aragon¨¨s ha ejercido de presidente por primera vez y rehabilitado la figura central en la institucionalidad catalana
La respuesta de Rajoy es bien conocida. No pod¨ªa conceder nada, a riesgo de debilitar o incluso quebrar su apoyo electoral. Pudo crear una comisi¨®n bilateral, recomendable y cl¨¢sica jugada para quien quiere ganar tiempo. Pero el presidente del Gobierno y del PP no quer¨ªa ganar tiempo sino ganar elecciones. El mejor programa que se le ocurr¨ªa era el de enfrentarse frontalmente al ¨®rdago catal¨¢n, reducido en su cabeza a las ambiciones electorales de Mas y a un eventual problema de orden p¨²blico.
Aquella mesa de di¨¢logo entre Mas y Rajoy que nunca lleg¨® ni siquiera a ser concebida ofrec¨ªa menos distancia entre las propuestas de ambos gobiernos que la que existe en la actual mesa de di¨¢logo entre Aragon¨¨s y S¨¢nchez. Si Mas esgrim¨ªa el pacto fiscal, Aragon¨¨s exhibe el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n y la amnist¨ªa. En el desacuerdo radical de 2012 no hubo foto, mientras que en el desacuerdo pactado de 2021 es precisamente la foto lo que importa, e importa tanto que probablemente ya no har¨¢n falta m¨¢s fotos: los encuentros se celebrar¨¢n a partir de ahora discretamente.
La incomunicaci¨®n de 2012 abri¨® las puertas a la prisa independentista y a la imperturbable inmovilidad del PP. Ahora no hay prisa alguna. Por el contrario, se trata de dejar que el tiempo corra y nadie lo cuente ni le ponga l¨ªmites. Su lenta acci¨®n servir¨¢ para gobernar, aqu¨ª y all¨ª, para asentar los dos dif¨ªciles gobiernos de coalici¨®n y destensar el clima pol¨ªtico. Todo muy sim¨¦trico. Por un lado, debilitar a Casado, dividir al PP y tensar sus relaciones con Vox. Por el otro, arrinconar a Puigdemont, dividir a Junts y dificultar las relaciones con la CUP. Aragon¨¨s y S¨¢nchez quieren ganar las elecciones, algo que solo quien ha perdido la aguja de marear puede convertir en un reproche y menos todav¨ªa en una acusaci¨®n de traici¨®n, desde un lado y desde el otro.
La foto y su valor pol¨ªtico van por un lado, pero las palabras todav¨ªa siguen por otro: la esperanza del presente y el bloqueo del pasado. En perspectiva todo aparece m¨¢s claro. Fue un ¨®rdago, no hay duda, y sali¨® la nada, aunque Aragon¨¨s mantenga en la propia mesa del di¨¢logo la idea de que todav¨ªa es posible el todo. Es el mus del mentiroso: detr¨¢s del todo o nada est¨¢ el protagonismo de quien negocie con el gobierno de Madrid en nombre del soberanismo y consiga un sustancial avance en el autogobierno catal¨¢n.
Quiso hacerlo Mas en muy malas condiciones y peor estrategia. Incluso Puigdemont amag¨®, especialmente en la noche dram¨¢tica en la que dud¨® entre la Declaraci¨®n Unilateral de Independencia y las elecciones anticipadas. Torra fue muy sincero, preparado para tirarse por el precipicio y animado por el fundamentalismo de los generales clandestinos que todav¨ªa imaginan una jugada afortunada de la historia. Y al final, le ha tocado probar a ERC con Aragon¨¨s. Es quien acaba de salir en cabeza en la carrera: en nombre de su aspiraci¨®n a todo persigue el ¨¦xito pol¨ªtico de un salto cualitativo en el autogobierno como los tres que ha conocido Catalu?a, todos en el siglo XX.
Queda un a?o como margen de rectificaci¨®n para que termine el derroche de esta d¨¦cada triste
Es muy dif¨ªcil, cierto. Incluso improbable. Pero de momento, Catalu?a vuelve a tener presidente, uno solo, despu¨¦s de una d¨¦cada en el laberinto donde se perdieron los tres ¨²ltimos que ocuparon el cargo. Nadie puede disputarle el t¨ªtulo a Aragon¨¨s, a pesar de sus dificultades para afirmarse como tal. Ha ganado las elecciones y al fin ha impuesto su autoridad echando de la negociaci¨®n y de la foto a los trileros de Junts. Puigdemont est¨¢ hundido, con su entorno enturbiado por los nubarrones rusos.
Hay que celebrarlo aunque el ¨¦xito se quede tan corto tras la pifia del aeropuerto, la oportunidad perdida por Aragon¨¨s para afirmar su liderazgo en la sociedad catalana y su autoridad como presidente en su propio partido y dentro del conjunto de la izquierda. Queda un a?o como margen de rectificaci¨®n para que termine el derroche de esta d¨¦cada triste, en la que Catalu?a se ha encogido, ha disminuido su fuerza pol¨ªtica y se ha diluido su protagonismo espa?ol e internacional.
La salida requiere de Junts, naturalmente. Nada se podr¨¢ avanzar en Catalu?a sin recuperar el m¨ªnimo consenso catalanista, ese reencuentro entre catalanes que pide S¨¢nchez e Illa cifra en una mesa de di¨¢logo entre catalanes. Pero tampoco se podr¨¢ culminar sin el correspondiente consenso espa?ol, en el que necesariamente debe entrar el PP, la pieza que se excluy¨® en el Pacto del Tinell y falt¨® en el Estatut. Todos deben entrar en la foto del futuro. La simetr¨ªa es espectacular y algunas conclusiones suscita sobre la naturaleza tanto de Catalu?a como de Espa?a, naciones tan incluidas una en la otra en los hechos como excluyentes y excluidas en el lenguaje de los nacionalismos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.