El teletrabajo como instrumento federalizante
Ser¨ªa el momento de que el Estado, en sentido amplio, hiciera una verdadera apuesta por un sistema de empleo nuevo, m¨¢s o menos mixto, que permitiera compaginarlo con la presencialidad
Fuera de Madrid se siguen escuchando quejas de que, en la administraci¨®n central del Estado, en sus ¨®rganos e instituciones, trabajan, mayoritariamente, personas que viven habitualmente en Madrid. Lo cierto es que la movilidad de car¨¢cter temporal de personal p¨²blico no es sencilla. Esto es, aceptar un contrato o designaci¨®n por tiempo determinado en una de las citadas instituciones puede ser complicado para las personas que residen fuera de la capital o en las comunidades llamadas perif¨¦ricas. Los sueldos y dem¨¢s condiciones laborales est¨¢n pensadas para las personas que tienen su residencia habitual fijada en Madrid (o alrededores). Sin embargo, cuando se convocan puestos para la Administraci¨®n o instituciones estatales no est¨¢ previsto, en la mayor¨ªa de los casos, una compensaci¨®n econ¨®mica para aquellos que tienen su residencia a varios cientos de kil¨®metros del puesto de trabajo, y que, dado el car¨¢cter temporal de la posici¨®n, no est¨¢n dispuestos a o en disposici¨®n de abandonar su lugar de residencia, en la que desarrollan su vida profesional y cotidiana, c¨®nyuges, hijos o familiares dependientes.
As¨ª, o bien no compensa econ¨®micamente irse a trabajar a Madrid temporalmente o bien se hace una apuesta en estrictos t¨¦rminos profesionales. La persona en cuesti¨®n debe valorar los costes de vivir en dos ciudades, incluidos los de no estar presente en la vida familiar durante un n¨²mero considerable de d¨ªas de la semana. Esto complica, desde el punto de vista institucional, que personas que residen habitualmente en otras Comunidades Aut¨®nomas, durante un determinado tiempo, decidan prestar servicios en la administraci¨®n e instituciones centrales. Ello supone que, independientemente del color del Gobierno de turno o de las mayor¨ªas de los ¨®rganos en cuesti¨®n, la sensibilidad auton¨®mica sea, en su caso, indirecta, esto es, por convicci¨®n, pero sin que exista un entendimiento directo, sobre el terreno, de las realidades de cada territorio. De nuevo, independientemente de los posicionamientos ideol¨®gicos de cada cual.
Durante la pandemia, al igual que en el sector privado, muchas administraciones y organismos p¨²blicos del Estado han optado por el teletrabajo, m¨¢s o menos formalizado. Evidentemente, no es lo mismo prestar asistencia sanitaria, dar clases en colegios y universidades, celebrar un juicio o hacer informes o tramitar expedientes de entidad diversa. Algunas actividades, por su propia naturaleza, exigen ¡ªtodav¨ªa¡ª la presencialidad. Otras, en cambio, pueden realizarse a distancia a trav¨¦s del teletrabajo. Algunos estudios, como el de Luz Rodr¨ªguez, Empleo tecnol¨®gico y teletrabajo en el empleo p¨²blico, se?alan que los y las trabajadoras que est¨¢n en casa dicen poder organizar mejor su tiempo, conciliar de forma m¨¢s razonable y, en general, mejorar su calidad de vida. Los estudios y encuestas revelan, igualmente, que muchas personas valoran positivamente asistir con una cierta regularidad al puesto de trabajo f¨ªsico, a la oficina; en ella, adem¨¢s de socializar con otros, se pueden llevar a cabo actividades de car¨¢cter deliberativo que, v¨ªa digital, no funcionan igual. Debates pol¨ªticos, acad¨¦micos o profesionales, discusiones en grupo, acuerdos, resoluci¨®n de conflictos son actividades que todav¨ªa somos capaces de desarrollar mejor y de forma m¨¢s r¨¢pida y eficiente presencialmente.
As¨ª, ahora que existen iniciativas normativas reguladoras del teletrabajo y que en determinados sectores se ha demostrado c¨®mo esta nueva forma de trabajar no supone una dejaci¨®n de actividad, funciones o responsabilidad, sino que, m¨¢s bien, han supuesto una igual o mejor productividad (especialmente finalizado el confinamiento), ser¨ªa el momento de que la administraci¨®n del Estado, en sentido amplio, hiciera una verdadera apuesta por un sistema de trabajo nuevo, m¨¢s o menos mixto, que permitiera a las personas compaginar el teletrabajo con la presencialidad. En algunas instituciones se ha hecho una apuesta por ello, aunque sea incipiente, y los resultados son positivos.
M¨¢s all¨¢ de los beneficios que se apuntaban m¨¢s arriba, las instituciones centrales ser¨ªan una apuesta realista para personas de la periferia que no se ver¨ªan obligadas a aumentar el coste de su vida por razones profesionales y asumir una serie de renuncias para poder aprovechar una oportunidad laboral en Madrid. Las administraciones, por su parte, mejorar¨ªan la empleabilidad de la fuerza de trabajo al poder acceder a un mayor n¨²mero de perfiles. Adem¨¢s, a los intereses generales a los que el teletrabajo en el sector p¨²blico podr¨ªa contribuir seg¨²n Luz Rodr¨ªguez (contribuir al combate contra el cambio clim¨¢tico, facilitar la corresponsabilidad familiar, entre otros), cabr¨ªa sumar la posibilidad de que la sensibilidad auton¨®mica permeara de forma regular, directa y continuada en las administraciones e instituciones del Estado. Qui¨¦n sabe, la pandemia y el teletrabajo, en un principio impuesto por la situaci¨®n sanitaria, podr¨ªan haberse convertido en una oportunidad para profundizar en la cultura auton¨®mica o federal en Espa?a.
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