Memoria y verdad
La de ETA fue una eterna etapa de miedo, plomo y muerte. De divisi¨®n y enfrentamiento, de argumento b¨¦lico y poca raz¨®n pol¨ªtica, de intolerancia, amenaza, secuestro, chantaje, extorsi¨®n y guerra sucia
El d¨¦cimo aniversario del d¨ªa que ETA anunci¨® que abandonaba la lucha armada, ha provocado la evocaci¨®n no s¨®lo de aquel momento hist¨®rico, sino tambi¨¦n de los 50 a?os que lo precedieron. Eterna etapa de miedo, plomo y muerte. De divisi¨®n y enfrentamiento, de mucho argumento b¨¦lico y poca raz¨®n pol¨ªtica, de intolerancia y barbarie, de amenaza e impotencia, de secuestro, chantaje, extorsi¨®n y guerra sucia. Y entre las muchas miradas hacia atr¨¢s, alguna de presente. Entre ellas, la de Jaime Mayor Oreja.
El ministro de Interior con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar de 1996 a 2001 ha desmentido que ETA haya sido derrotada porque el esp¨ªritu de la banda anida en el frente popular o de izquierdas que est¨¢ gobernando Espa?a. Para justificarlo, no habla de la aproximaci¨®n de presos que autoriz¨® durante su mandato con el fin de restarles argumentos a los criminales durante los per¨ªodos de tregua que ¨¦l mismo calific¨® de trampa. Tampoco que durante su mandato hubo contactos y di¨¢logo, tambi¨¦n negociaci¨®n, que si al final no dieron los resultados esperados fue porque, argumenta, ¨¦l mismo los rompi¨® al percatarse de que lo que buscaban los terroristas era una aproximaci¨®n pol¨ªtica. Y sobre lo que considera la verdad propia intenta descubrir la mentira ajena. Como si su mirada fuera la ¨²nica e irreversible y las intenciones de sus rivales ideol¨®gicos un relato insolvente y tramposo.
Y todo esto, ampar¨¢ndose en la memoria. Un concepto amplio y confuso que act¨²a a trav¨¦s de la capacidad mental de registrar, conservar y evocar experiencias siguiendo un proceso que, a su vez, permite decidir con qu¨¦ nos quedamos y qu¨¦ eludimos. Por eso, en nuestro personal ba¨²l de los recuerdos no solemos encontrar todo lo que vivimos, sino lo que conseguimos poner interesadamente a recaudo.
¡±Somos nuestra memoria¡±, sostuvo Borges. Y a?adi¨®: ¡°somos ese quim¨¦rico museo de formas inconstantes, ese mont¨®n de espejos rotos¡±. Manuel Iba?ez Escofet, referente del periodismo democr¨¢tico en los a?os de su rescate y lucha por defenderlo, acumul¨® sus vivencias bajo el t¨ªtulo La memoria ¨¦s un gran cementiri . Y as¨ª, entre lo uno y lo otro, entre los fragmentos que descomponen la imagen y la nostalgia archivada en los nichos funerarios, vamos conviniendo que hay que revisar la historia para que no la escriban solo los vencedores, la vamos adjetivando seg¨²n los convenios pol¨ªticos puntuales y reclamamos que se active y potencie para que no comporte el olvido cuando hay evidencias de que es lo que otros persiguen. Porque es sobre el descuido colectivo por donde acaban transitando quienes pretenden recuperar etapas pret¨¦ritas no siempre recomendables. Y actuando en el presente como los ancestros lo hicieron en el pasado, revivir p¨¢ginas dram¨¢ticas que, constando en los libros, la gran mayor¨ªa estaba convencida de que no se convertir¨ªan en una atormentada actualidad. Pas¨® en Italia hace unos d¨ªas.
¡±Durante los fines de semana, salen a recorrer los pueblos de la provincia. Atacan Casas del Pueblo, las delegaciones sindicales, los ayuntamientos rojos , acaban con los boicots, propinan palizas, destruyen, arrancan las banderas del enemigo y luego las queman en las plazas en hogueras p¨²blicas que despiertan el entusiasmo¡±. Suced¨ªa en 1921 en la pen¨ªnsula que iba preparando el terreno a un Benito Mussolini que, h¨¢bil, astuto y manipulador, trabajaba la llegada al poder del fascismo al que subi¨® por despecho al socialismo que le expuls¨®. Lo cuenta Antonio Scurati en M. El hijo del siglo. ¡°Una lecci¨®n de historia antifascista disfrazada de novela¡±, seg¨²n el The New York Times y ¡°la revelaci¨®n del ADN del fascismo¡± para el diario la Repubblica. Libro que Roberto Saviano considera una obra maestra y que desde estas mismas p¨¢ginas se calific¨® de ¡°extraordinario¡±.
Cuando as¨ª se analiz¨® antes de la pandemia, nadie pod¨ªa sospechar que al acabar el a?o y medio que la humanidad ha vivido peligrosamente, un grupo de militantes de Forza Nuova, partido neofascista, atacar¨ªa le sede de la Confederaci¨®n General Italiana en Roma, el principal sindicato del pa¨ªs. Y lo har¨ªan de la misma forma que 100 a?os antes. Y si entonces era para delatar a la izquierda considerada da?ina para los intereses del capital y la burgues¨ªa, ahora se ha hecho para protestar contra el certificado de vacunaci¨®n obligatorio para ocupar los puestos de trabajo. A aquella acci¨®n de provocaci¨®n la han seguido denuncias pol¨ªticas, una marcha multitudinaria de condena y el debate abierto sobre la posible ilegalizaci¨®n de los partidos fascistas. Una vuelta al c¨ªrculo vicioso que marc¨® la historia del siglo XX y que Scurati narra con el vigor del literato que novela la historia para divulgar la historia. Y estremece la memoria en estos tiempos interesadamente desmemoriados para unas cosas pero reivindicativos de una mirada intolerante para otras.
A todos ellos la sincera confesi¨®n de Jean Paul Sartre: ¡°Confund¨ª el desencanto con la verdad¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.