Joven, Mujer, Artista
No hay nada m¨¢s presente que el cuerpo. Ni nada m¨¢s falso que los elogios a cambio de participar en cuotas de edad, g¨¦nero, sexo, raza y clase que, lejos de hacer justicia, se acercan a un c¨²mulo de limosnas burocr¨¢ticas
Eso soy, una joven mujer artista. O eso es lo que les gusta que sea a los gestores culturales, a los programadores de festivales, a los editores; y, sobre todo, eso es lo que les encanta que sea a los periodistas. Pero tambi¨¦n soy alguien en la crisis de los 30, as¨ª que la etiqueta de ¡°joven¡± ya empieza a constre?irme. Quiz¨¢s no tanto como el machismo. Quiz¨¢s no tanto como la precariedad laboral y la inestabilidad econ¨®mica que vivo. Aunque, quiz¨¢s, es la p¨¦rdida del divino tesoro ¡ªinevitable y, por ello, tr¨¢gica¡ª, ya inaplazable, ya inminente, la que constituye mi mal genio y mi intransigencia ante la clasificaci¨®n de mi talento. Porque cualquier genio, por malo o por intransigente, o por sabio, al verse envejecer, ser¨ªa capaz de renunciar a los privilegios del capitalismo y de la actualidad en defensa de su obra. Hay algo que nunca podr¨¢ atorgarte ni la cr¨ªtica ni el p¨²blico, tampoco ning¨²n periodista: tu obra, tu nombre. Y es tu obra y tu nombre lo ¨²nico que sobrevivir¨¢ a tu cuerpo, ya sea o no un cuerpo de mujer artista. Envejecer me distancia del presentismo y sus elogios. Envejecer me distancia de mi cuerpo. No hay nada m¨¢s presente que el cuerpo. Ni nada m¨¢s falso que los elogios a cambio de participar en cuotas de edad, g¨¦nero, sexo, raza y clase que, lejos de hacer justicia, se acercan a un c¨²mulo de limosnas burocr¨¢ticas.
La juventud fue algo maravilloso hasta que mercadearon con ella y a las jovencitas guapas y listas nos hacinaron en circuitos emergentes, festivales off y reportajes infumables donde poco o nada importaba lo talentosas o lo mediocres que fu¨¦semos. Algunas de ellas eran menos listas. Otras eran ricas y tont¨ªsimas sin ning¨²n tipo de talento, pero con todo el dinero y el tiempo del mundo para malgastarlo dedic¨¢ndose a hacer el rid¨ªculo. Muy pocas hac¨ªa mucho tiempo que nos sent¨ªamos, por dentro, ya muy antiguas; y desafiando la condescendencia, impusimos el gesto siempre contempor¨¢neo que supone la atemporalidad de nuestra obra. Y la defendimos contra la mediocridad art¨ªstica, uno de los privilegios masculinos por excelencia.
Sin embargo, una misma, coqueta y vanidosa, se mira al espejo y el reflejo no le retorna su escritura, tampoco la belleza y los discursos de sus obras. Los espejos retornan el cuerpo. El espejo me retorna el cuerpo elogiado por amantes, tambi¨¦n por el mercado. El espejo me retorna el reflejo de una mujer aparentemente a¨²n joven, algo asqueada, algo cansada, algo, incluso, triste. Los amantes, rara vez lo perciben, rara vez me perciben. El mercado siempre obvia el asco, el cansancio y la tristeza. No venden a no ser que sean objeto del amarillismo que hace de las vivencias personales cualquerismo art¨ªstico, ya sea en un libro, en una pel¨ªcula, en una canci¨®n, en una obra de teatro, en un art¨ªculo o en un post de una cuenta de Instagram con miles de followers. Siempre en nombre femenino, por supuesto. No me d¨¢is pena, pijas y modernas de mierda. Porque a m¨ª s¨®lo me da pena mi mal genio, tan criticado, tan reprochable, tan incomprendido.
Eso soy, simplemente. Ese genio, ni femenino ni masculino. Pese a que el mal car¨¢cter, este s¨ª, sea uno de los ¨²nicos privilegios masculinos que me interesan. Quiz¨¢s porque me justifica, siendo vulnerable. Quiz¨¢s porque me explica, siendo honesta. Quiz¨¢s porque s¨®lo el mal genio es capaz de defender mi verdadero y ¨²nico tesoro: mi talento. A¨²n sin obra y sin nombre mi talento es infinito. A¨²n sin ser joven, mujer, artista, lo hubiera sido. Pero todav¨ªa me miro al espejo y mi reflejo me escupe aquella pregunta que un periodista le hizo a Chantal Akerman: ¡°?Por qu¨¦ para ti es tan importante mostrar el d¨ªa a d¨ªa de una mujer?¡±. Y entonces tomo consciencia no ya de mi carne y mis huesos, tampoco de mi talento; sin¨® de mi ideolog¨ªa ¡ªtan inevitable y, por ello, tan tr¨¢gica¡ª sobre las cosas. La historia del arte, desde una perspectiva masculina, ha mostrado una imagen totalmente falsa de la mujer; e incluso cuando los hombres han intentado mostrar el d¨ªa a d¨ªa de una mujer han retratado una vida cotidiana idealizada. Algo as¨ª dijo Chantal Akerman culminando su respuesta con un ¡°probablemente, yo hago lo mismo¡±.
Juana Dolores Romero Casanova es escritora y actriz
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