Ecoansiedad, a ver qu¨¦ ser¨¢
Crece el malestar causado por la informaci¨®n sobre la emergencia clim¨¢tica pero la respuesta es su medicalizaci¨®n, aunque la causa evidente es que nadie cree las promesas de sus gobernantes
La fotograf¨ªa de los jefes de estado mundiales echando una moneda a la Fontana de Trevi a sus espaldas ha sido una buena argucia medi¨¢tica para dar lustre a los l¨ªderes del G-20 reunidos en Roma, ha ocupado las portadas de diarios y noticiarios televisivos, qu¨¦ duda cabe. Una imagen graciosa de una reuni¨®n inocua, que no decidi¨® nada sustancioso, antes de ir a Glasgow a otra reuni¨®n, de m¨¢s pompa, que nos aletea e invade estos d¨ªas como un alud verborreico. Produce ¡°ecoansiedad¡±. En eso estamos. A ver qu¨¦ ser¨¢.
Todo lo reducimos a un problema m¨¦dico: si tienes demasiada sensibilidad para esto o para lo otro es que alguna disfunci¨®n mental te acecha, toma una pastilla y c¨¢lmate. Algo as¨ª transmit¨ªan el otro d¨ªa ante la fuente romana los mandatarios al echar su moneda, un exorcismo tontaina, una pastillita. Tambi¨¦n habr¨ªan podido lanzar la moneda a cara o cruz. Qu¨¦ m¨¢s da. Lo que correspond¨ªa era fotografiarlos tomando tranquilizantes para dar ejemplo a quienes les votan y a los que no. Eso es lo que nos piden, pastillas. Una cosa es un enredo para turistas, otra es hacer pasar la emergencia clim¨¢tica por un papel¨®n mundial que se pueda sortear con un ritual simpaticote. En realidad la imagen dice que no hay salida, que vamos mal, que, como no sea que funcione el exorcismo de la moneda en la fuente, de esta no salimos. Y en verdad de la buena, lo que la foto transmite es que nos toman por imb¨¦ciles.
Un abanico de efectos psicol¨®gicos generados por las im¨¢genes del desastre y del deterioro ambiental
Mientras tanto, la clase m¨¦dica y psicol¨®gica saca conclusiones, hace manifiestos, publica libros y pone en circulaci¨®n lo que tememos: puesto que no se hace ni se va a hacer nada para mitigar realmente la crisis, nuestro cuerpo acusa el malestar. Ecoansiedad, por ejemplo. El t¨¦rmino apareci¨® en la prensa en enero del a?o pasado, cuando todav¨ªa no nos hac¨ªamos a la idea de lo que estaba sucediendo en China con un virus desconocido que, hoy, ha dado la vuelta a tantas cosas de nuestra vida cotidiana, laboral, personal, colectiva.
Uno de los primeros estudios que pusieron nombre al malestar ecol¨®gico fue el de la Asociaci¨®n Americana de Psicolog¨ªa (APA), en estos t¨¦rminos: ¡°Ante las devastadoras im¨¢genes de la degradaci¨®n ambiental del planeta, son muchos los espectadores que experimentan sentimientos de angustia, rabia, miedo, indignaci¨®n y agotamiento¡±. Lo llamaron ¡°ecoansiedad¡±, para designar el abanico de efectos psicol¨®gicos generados por estas noticias y las im¨¢genes del deterioro ambiental. En suma, informaci¨®n ansi¨®gena, t¨¦rmino acu?ado creo que en Francia los d¨ªas de los atentados a la sala Bataclan, cuando se lleg¨® a proponer que los medios atenuaran las noticias constantes y se recomend¨® a la poblaci¨®n dosificar el tiempo dedicado a las noticias. Un consejo que tambi¨¦n se nos dio durante el Gran Confinamiento, seguro que lo recordamos todos.
Lo que deber¨ªa ser un acicate para cambiar las cosas se convierte en nuevas palabras m¨¦dicas de resignaci¨®n
Lo interesante de la tal ecoansiedad es que hablamos de la informaci¨®n. No de c¨®mo los gobiernos dejar¨¢n de ¡°tratar a la naturaleza como un v¨¢ter¡±, en elocuente imagen del presidente de las Naciones Unidas, Ant¨®nio Guterres, esta semana en Glasgow. No, la ecoansiedad que alertan psic¨®logos y psiquiatras se refiere a la que producen las noticias. Es un matiz significativo. Y es as¨ª, no porque no se quiera saber qu¨¦ est¨¢ pasando, sino porque nadie cree las promesas de sus gobernantes, como el mismo presidente Guterres ha argumentado: ¡°Incluso si las promesas recientes fueran claras y cre¨ªbles ¡ªy hay dudas graves sobre ellas¡ª seguimos corriendo hacia la cat¨¢strofe clim¨¢tica¡±. Son promesas huecas.
As¨ª las cosas, desconfiemos de la medicalizaci¨®n de la tal ecoansiedad. Los psic¨®logos reconocen que no es una afecci¨®n m¨¦dica, por m¨¢s s¨ªntomas de inquietud y dem¨¢s que consignan entre la poblaci¨®n. Hay razones obvias para estar inquieto, no es que necesitemos pastillas, no son fantasmas mentales. Leo una entrevista con un psiquiatra franc¨¦s co-autor del libro Las emociones del desajuste clim¨¢tico (Les Emotions du d¨¦r¨¨glement climatique) y no dudo de que lleven raz¨®n, pero el titular alarma un poquito: ¡°El cambio clim¨¢tico puede engendrar un estr¨¦s pre-traum¨¢tico, por anticipaci¨®n de la cat¨¢strofe¡±. Estr¨¦s pre-traum¨¢tico. Lo que deber¨ªa ser un acicate para modificar de ra¨ªz el estado de cosas medioambientales, con las protestas y cambios de gobiernos necesarios, se convierte en nuevas palabras de resignaci¨®n. Muchos j¨®venes no est¨¢n por resignarse, tampoco gentes no tan j¨®venes. Ni para lanzar monedas a la fuente de Trevi, ni para ir al m¨¦dico a que les receten pastillas.
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