?C¨®mo combatir a la extrema derecha?
No se trata de caer en las provocaciones de Vox: solo servir¨ªa para darles protagonismos. Hay que combatir sus ideas. Pero, sobre todo, hay que preguntarse qu¨¦ han hecho mal los partidos democr¨¢ticos
A medida que crece la extrema derecha, a medida que las derechas anta?o llamadas liberales se acercan a ella, cada vez con menos disimulo, a medida que diversos intelectuales que llevaban etiqueta de progresistas, en algunos casos incluso con acierto libertario, se muestran comprensivos con los excesos de sus voceros, e incluso, se prestan a compartir manifestaciones, ante tanta ceremonia de la confusi¨®n, cada vez son m¨¢s las personas que preguntan c¨®mo hay que combatir a la extrema derecha. Una inquietud que ¡ªcomo se deduce de las l¨ªneas anteriores¡ª llega cuando amplios sectores pol¨ªticos, sociales y acad¨¦micos se han inclinado no s¨®lo por no combatirla sino por darle legitimidad incluso compartiendo actos pol¨ªticos presuntamente en defensa de las instituciones democr¨¢ticas. ?Se pueden defender estas de la mano de los neofascistas?
Esta corriente de normalizaci¨®n de la extrema derecha, ha sido paralela al proceso del PP que, de modo gradual, ha ido acerc¨¢ndose a ella. Primero, reclamando apoyo donde la necesitaba para gobernar. Ahora, tratando a Vox como socio privilegiado, pactando ya abiertamente y sin disimulo. No es una excepci¨®n espa?ola.
Ocurre, por supuesto, en otros lugares, empezando por la vecina Francia, donde se ha vivido el lanzamiento de la candidatura presidencial de Eric Zemmour, que ha llegado hasta aqu¨ª con innegable apoyo medi¨¢tico e intelectual, con un video obsceno que pretende rememorar la escenograf¨ªa de la m¨ªtica llamada del general De Gaulle a la resistencia contra el nazismo, el 18 de junio de 1940. Zemmour se ofrece para ¡°salvar a Francia¡±, para proteger a los franceses ¡°de la barbarie¡±, a sus hijas ¡°de la imposici¨®n del velo¡± y a sus hijos ¡°de la sumisi¨®n¡±. Sin embargo, el presidente Macron no se ha permitido la frivolidad de la derecha espa?ola y ha marcado distancias, sin dar cuerda a la provocaci¨®n del candidato portavoz de las teor¨ªas conspirativas de ¡°la gran sustituci¨®n¡±. Macron sabe que solo si es capaz de atraer a la mayor¨ªa de los que no est¨¢n dispuestos a entrar en el juego de la extrema derecha podr¨¢ lograr la reelecci¨®n.
?C¨®mo combatir a la extrema derecha? ?C¨®mo contribuir a que se rompe la alianza de la derecha con ella? ?C¨®mo despertar a los liberales del espacio conservador espa?ol, si es que existen, para que asuman la necesidad de tomar distancias? Naturalmente, las derechas moderadas y los liberales que han optado por la discreci¨®n han encontrado en el t¨¦rmino populismo la coartada para liberar sus conciencias, en un lamentable ejercicio de confusi¨®n, sin rigor intelectual alguno, que pretende meter en una misma categor¨ªa a Vox y a los partidos surgidos a la izquierda del PSOE, que en diez a?os han pasado de la calle al Gobierno asumiendo perfectamente las reglas del juego constitucional. Por muchos equilibrios que se haga con un concepto ¡ªpopulismo¡ª de escasa entidad te¨®rica cualquier amalgama entre una extrema derecha ¡ªhija directa del franquismo, cosa que no pretende disimular en lo m¨¢s m¨ªnimo¡ª y una izquierda que proviene de la resistencia a la dictadura y de los movimientos sociales, el argumento solo se sostiene como arma ideol¨®gica en la lucha pol¨ªtica contra Unidas Podemos y dem¨¢s familias de este espacio.
Pero precisamente a quien interpela la normalizaci¨®n de la extrema derecha es a los liberales y a la izquierda en general. No se trata de caer en las provocaciones de Vox y compa?¨ªa: s¨®lo servir¨ªa para darles protagonismos. Hay que combatir las ideas que sus dirigentes propugnan (basadas siempre en el modelo patriarcal de sumisi¨®n y exclusi¨®n). Pero, sobre todo, hay que preguntarse qu¨¦ han hecho mal los partidos democr¨¢ticos para que la extrema derecha gane espacio medi¨¢tico y atraiga adhesiones, de ciertos sectores de las ¨¦lites pero tambi¨¦n de amplios grupos de las clases populares.
Y ah¨ª est¨¢ el problema: en el desistimiento de la izquierda, especialmente de los partidos socialdem¨®cratas (Gonz¨¢lez, Blair y Schroeder, saben mucho de ello) que llevan la carga de haber sido c¨®mplices de las pol¨ªticas del nihilismo neoliberal que han abierto brechas profundas en la sociedad. Y ahora la urgencia de combatir el ascenso de la extrema derecha les pilla a pie cambiado. No hay que responderle directamente. Hay que apostar por lo que ella niega: los derechos individuales, el feminismo, el respeto al otro, el ecologismo, la libertad de educaci¨®n y un largo etc¨¦tera. Por todo aquello que configura la sociedad abierta, la de qui¨¦nes no est¨¢n dispuestos a dejarse someter impunemente. El ascenso de la extrema derecha es, en parte, un fracaso de la izquierda a la que le cuesta encontrarse en el capitalismo postindustrial.
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