En busca de las partituras perdidas
La chelista M¨®nica Mar¨ª y la pianista Carolina Santiago investigan para rescatar e interpretar las obras de compositoras olvidadas
¡°No todo se acaba en Fanny Mendelssohn o en Clara Schumann. Hay otras compositoras menos conocidas como Rebecca Clarke, de la que apenas se toca solo su Sonata para viola, que escribieron verdaderas obras de arte¡±.
Desde Lyon, donde est¨¢ cursando un m¨¢ster europeo en m¨²sica contempor¨¢nea, la pianista Carolina Santiago, de 27 a?os, habla con pasi¨®n de la autora de Rapsodia para violonchelo y piano y de otras tantas mujeres del siglo XIX o principios del XX que a contracorriente se pusieron a escribir m¨²sica. Un d¨ªa antes, su compa?era de d¨²o, la violonchelista ibicenca M¨®nica Mar¨ª, de 36 a?os, se plant¨® ante un ordenador de la majestuosa Biblioteca Nacional de Catalunya, en Barcelona, buscando partituras de chelo y piano escritas por mujeres. No es una tarea precisamente f¨¢cil. En la relaci¨®n aparecen m¨¢s de un millar. ¡°?Lo ves?¡±, dice Mar¨ª en voz baja acorde con el silencio de la biblioteca. ¡°Todas o casi todas est¨¢n firmadas por hombres¡±.
Con el ¨¢nimo de huir del repertorio tradicional y de rescatar obras descatalogadas, las dos int¨¦rpretes, que se conocieron al coincidir en el grupo de m¨²sica contempor¨¢nea Barcelona Modern Ensemble,crearon en Barcelona en 2019 el D¨²o Ekriktiko ¡ªen griego, explosivo, como met¨¢fora por su forma de tocar con energ¨ªa y pasi¨®n¡ª para tocar las obras de compositoras ca¨ªdas en el olvido. ¡°Muchas de ellas crearon piezas que son tan buenas como las de los hombres y se las discrimin¨® por raz¨®n de sexo o por su sesgo pol¨ªtico. Y es muy injusto¡±, lamenta Santiago. ¡°Es una forma de reivindicar el feminismo. Si tocamos piezas de compositoras contempor¨¢neas, pero cuando miras a los cl¨¢sicos solo piensas en Beethoven y Brahms. ?Qu¨¦ es lo que cambiamos? Si reivindicas algo en el presente, debes hacerlo tambi¨¦n del pasado¡±.
¡°Es una forma de reivindicar el feminismo. A muchas se las discrimin¨® y sus obras eran tan buenas como las de los hombres¡±, dice Santiago
Su labor tiene desde luego algo de detectivesco porque pasan horas de biblioteca en biblioteca, buceando en archivos de asociaciones musicales o de enlace a enlace ¡ª¡±Ya se sabe: en Internet est¨¢ todo y la nada¡±¡ª hasta ir a parar muchas veces a una mala grabaci¨®n o a partituras borrosas y con tachones. ¡°Encontrar una nueva es como un tesoro. Es como dar con la calavera de cristal de Indiana Jones. Y tocarla es luego una gozada¡±, afirma Mar¨ª, profesora del Conservatorio Superior de M¨²sica de las Islas Baleares. ¡°Ojal¨¢ m¨¢s gente lo hiciera¡±.
Bajo el t¨ªtulo de Las Descatalogadas y Las Silenciadas, el d¨²o ha actuado en Ibiza, Valencia, Alicante, Murcia o Barcelona y prepara el tercer concierto. No solo se escucha en ellos m¨²sica sino que cada pieza va precedida de los sinsabores que pasaron muchas de las compositoras: as¨ª explican por ejemplo que Maria Szymanoswka, polaca, coet¨¢nea de Chopin ¡ª¡±?Qui¨¦n se inspir¨® en qui¨¦n?¡±, desliza traviesa Mar¨ª¡ª se divorci¨® para seguir su carrera musical llev¨¢ndose con ella a sus cuatro hijos. O que la brit¨¢nica Ethel Smyth fue una m¨²sica transgresora que public¨® sus obras y que como l¨ªder del movimiento sufragista fue a prisi¨®n por lanzar una piedra contra el Parlamento. O como Clarke que, entre las malas cr¨ªticas y su depresi¨®n, abandon¨® su carrera.
El d¨²o se fragu¨® tras la dificultad con que se toparon las dos int¨¦rpretes para tocar Sonata para violonchelo y piano, de Gaspar Cassad¨®, disc¨ªpulo de Pau Casals y maestro de Johannes Goritzki, que fue profesor de Mar¨ª en Suiza. La partitura no estaba a la venta y la encontr¨® en una biblioteca. Fue as¨ª como empezaron a rastrear obras poco editadas y con riesgo de desaparecer. De Cassad¨® pasaron a Clarke y a la odisea para dar con su Rapsodia: solo exist¨ªa una grabaci¨®n y la asociaci¨®n que vela por su obra en Estados Unidos nunca les facilit¨® la partitura hasta que dieron con ella.
En un concierto en el Jard¨ª dels Tarongers, el d¨²o contact¨® con Jordi Gargallo, archivero de la Associaci¨® Musical de Mestres Directors, alojada en Centre Sant Pere Ap¨®stol, que les abri¨® las puertas para consultar los fondos. Ante una fotograf¨ªa dedicada de Pau Casals, de 1924, y bustos de Wagner, Liszt, Clav¨¦ y Mozart, Gargallo muestra ahora el legado, formado por muchas donaciones, siempre disponibles para ser ojeado por los m¨²sicos. Sus recios armarios y vitrinas guardan la obra de Eusebi Bosch y sus vol¨²menes manuscritos sobre organograf¨ªa musical, libros de teor¨ªa, de zarzuela, ¨®pera o un ejemplar ilustrado del libreto de Tannhausseren catal¨¢n con subt¨ªtulos en alem¨¢n. Y, por supuesto, partituras.
Las hay de compositoras catalanas que escribieron piezas para chelo y piano, la combinaci¨®n que busca el d¨²o? Con una mascarilla estampada con un pentagrama con la clave de sol, Gargallo dice: ¡°Seguro que s¨ª; Tiene que haberlas¡±. Y como ejemplo de su optimismo cuenta que en la asociaci¨®n guardaba, por ejemplo, partituras de Isabel G¨¹ell. Fue un descubrimiento para la soprano Maria Teresa Garrigosa que no solo cant¨® sus obras sino que public¨® la tesis Las compositoras catalanas del siglo XIX: un impulso creador.
¡°Encontrar una nueva es como un tesoro. Es como dar con la calavera de cristal de Indiana Jones. Y tocarla es luego una gozada¡±, afirma Mar¨ª
Su investigaci¨®n recoge que ?urea Rosa Clav¨¦ escribi¨® A la lluna, para chelo, voz y piano. La revista La Ilustraci¨® Catalana, en 1891, la cita pero la partitura est¨¢ deslocalizada. Garrigosa va tras la pista de dos m¨¢s: de G¨¹ell y de Onia Farga. Fueron compositoras reconocidas, que aparec¨ªan en diarios pero gran parte de su obra no se ha conservado en contraste con la de los hombres. Apasionada de ese mundo, en el que hubo desde ni?as prodigio o arpistas que tocaron ante reyes como Clotilde Cerd¨¤ con una vida ¡°de pel¨ªcula de Hollywood¡±, Garrigosa sigue investigando: ¡°Hay que indagar. Si la m¨²sica no suena, no tiene vida y un d¨ªa muere. Hay que hacer conciertos y que los int¨¦rpretes la hagan suya¡±.
Y en eso est¨¢n M¨®nica Mar¨ª y Carolina Santiago, buscando dar con el ¡°anhelo¡±, el tesoro de todo m¨²sico, el dar con la pieza que les defina. De entrada, han hecho justicia con Clarke: quiso descatalogar Rapsodia y ellas le han dado voz.
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