Una cultura funeraria y sus agujeros
Este a?o se celebran las conmemoraciones de los centenarios de Joan Fuster, Gabriel Ferrater, Francesc Catal¨¤-Roca y Guillem Viladot, este ¨²ltimo de menor rango
El poeta y narrador Guillem Viladot naci¨® hace un siglo, como Fuster, Ferrater y Catal¨¤-Roca, entre otros nombres que tienen este a?o su A?o, declarado por la Generalitat, un buen manojo de personas y de entidades. Este fajo cada vez mayor se pretende un ejercicio de renovaci¨®n de la historia cultural pero dif¨ªcilmente logra esconder el car¨¢cter funerario que la administraci¨®n otorga a los artistas y personajes y asociaciones. Si hablamos de cultura, sabido es que el mejor artista es el artista muerto, el mejor intelectual es el intelectual muerto, y as¨ª sucesivamente: poetas, escritores, fot¨®grafos, bien muertos son sensacionales. ?Se puede decir lo mismo en otros campos, el econ¨®mico por decir uno? ?El mejor banquero es el banquero muerto? Este 2022 tiene tambi¨¦n su A?o la empresaria J¨²lia Bonet Fit¨¦, creadora de la cadena de perfumer¨ªas que lleva su nombre de pila, y el empresario y pol¨ªtico Ramon Tr¨ªas Fragas, pero poco se habla de ellos en los medios. Los mejores muertos, insisto, son los escritores y los artistas.
Viv¨ª de cerca el centenario de Bu?uel en el 2000 y el de Rodoreda en 2008. En el caso de don Luis fue como si lo volvi¨¦ramos a enterrar, su obra no se programa ni se ve, es solo una industria acad¨¦mica. La dama de Romany¨¤ aguant¨® mejor, pero tambi¨¦n pas¨® luego un tiempo en el limbo. Los centenarios suelen producir hartazgo, faltos de convicci¨®n a menudo, solo en contadas ocasiones reviven la obra y aportan p¨²blico. En estas l¨ªneas comentar¨¦ el caso de Viladot, que en plenas Navidades levant¨® ampollas en las Tierras de Lleida por ser de escaso rango para el departamento de Cultura, que lo ha situado en la casilla Altres commemoracions.
Auguro que el A?o Viladot ser¨¢ un ¨¦xito precisamente por eso. Justo por no ser su a?o de tach¨ªn tach¨¢n institucional, el olvido rugir¨¢. Cuando las gentes del oeste se mosquean, poca broma. Y est¨¢n francamente picados. El rechazo les alimenta, terr¨ªcolas de frontera. Este s¨¢bado 29 empieza el programa en su Agramunt natal, donde el boticario Viladot mezclaba elixires, tambi¨¦n po¨¦ticos y narrativos. Un poeta experimental en medio de obradores de turrones y de los ricos campos de cereales y frutales de la llanura ardiente.
Fue uno de esos escritores que construyen su obra como si vivieran en Francia (al igual que sus vecinos Josep Vallverd¨² el proteico y el poeta Jaume Pont, por nombrar solo dos): lejos y ajenos a la capital, que poco caso les hace, figuras en su paisaje nativo, exc¨¦ntricos a su pesar. Claro que quer¨ªa ser reconocido y viajaba a Barcelona y se mov¨ªa tanto como pod¨ªa entre algunos c¨ªrculos, sin demasiada fortuna cr¨ªtica ni editorial, pero Viladot no se achantaba, ¨¦l era un notable local de una pr¨®spera y arraigada botica familiar, de cuando un farmac¨¦utico contaba tanto como un terrateniente, un m¨¦dico o un director de sucursal bancaria. Siempre se?or en su atuendo y maneras, no correspond¨ªa a la imagen supuesta de poeta experimental (le conoc¨ª a finales de los 70, vaya a?os ante un gal¨¢n rural), y menos cuando le ve¨ªas con Brossa del destartalado, antise?or en su atuendo y un se?or en su talante. Formaban tr¨ªo con otro leridano, Josep Igl¨¦sias del Marquet, poeta y cr¨ªtico de arte, el m¨¢s discreto, otro se?or en el trato.
Continu¨® en su pueblo hasta morir a los 77. No fue el ¨²nico en Catalu?a ni lo ha sido en otras tierras ib¨¦ricas, una historia literaria no contada ni avaluada en el precio que han pagado y pagan estas figuras, a diferencia de tantos de sus hom¨®logos franceses que pueden vivir de la literatura. No eran entonces tiempos neorurales, entend¨¢monos, no hab¨ªa internet y la luz se iba d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n (a¨²n lo hace, no tan a menudo pero lo hace). Las tierras de Poniente, ardidas y discretas por fuerza, son tambi¨¦n taller y refugio de artistas capitalinos. Guinovart y Hern¨¢ndez Pijuan extrajeron de aquellos secanos calientes y f¨¦rtiles energ¨ªa y pinturas muy bellas. El Nobel Coetzee, autor de sus Tierras de poniente, se enamor¨® de un paisaje que le transportaba a su infancia (?en Sur¨¢frica!) y a punto estuvo de instalarse antes de decidirse por Australia (al parecer algunos vecinos no se lo pusieron f¨¢cil). La Fundaci¨® Sorigu¨¦ tiene en Lleida una colecci¨®n de arte contempor¨¢neo de m¨¢s de 450 obras de lo m¨¢s comunicativo, del que agrada a todo el mundo. De alguna manera, la semilla de Viladot ha hecho posible todo eso, al margen incluso de su persona y de si apoy¨® a este o aqu¨¦l y de c¨®mo logr¨® publicar su obra. La creaci¨®n llama a la creaci¨®n, la engendra. Una figura en un paisaje crea.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y cr¨ªtica cultural
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