Pol¨ªtica y frivolidad: los Juegos de Invierno
El escenario actual es completamente distinto al de la Barcelona ol¨ªmpica. Falla lo principal: quienes tendr¨ªan que liderar el proyecto, el ¡®president¡¯ y su Gobierno, no han aclarado si est¨¢n a favor o en contra
La primera condici¨®n del ¨¦xito de un proyecto de cierta envergadura es el compromiso de quienes lo lideran. Y, en este sentido, los Juegos de Invierno han arrancado estrepitosamente mal. Estamos ante un carrusel de vacilaciones que obliga a preguntarse si realmente hay voluntad de conseguirlos o simplemente se prepara una retirada proporcional a la frialdad con la que se ha actuado hasta ahora.
Obviamente el punto de partida de una operaci¨®n de este tipo es que haya adecuaci¨®n entre la apuesta y los objetivos que con ella se quieren conseguir. Reconozco que personalmente tengo mis dudas: ?unos Juegos de Invierno ser¨ªan un relanzamiento para las comarcas pirenaicas o dejar¨ªan m¨¢s cargas ambientales y econ¨®micas que beneficios? Y las vacilaciones de los gobernantes que dicen promoverlos invitan a pensar que ellos tampoco lo tienen muy claro. Es cierto que partimos de un antecedente generosamente mitificado que son los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona de 1992. Y, de hecho, cualquier comparaci¨®n entre lo que fue aquel empe?o y lo que estamos viviendo no resiste al menor enunciado. Empezando por el elemental dato de la marca: los Juegos Ol¨ªmpicos de verano, por razones obvias, tienen una popularidad y un impacto infinitamente superiores a los de invierno. Y siguiendo por el territorio de impacto.
El Gobierno ha optado por una pintoresca delegaci¨®n en la ciudadan¨ªa para que decida la suerte del evento
Si el producto es incomparable, la coyuntura y el marco mucho m¨¢s. Y ya no digo las complicidades, con Juan Antonio Samaranch, el presidente del COI, es decir de la organizaci¨®n del acontecimiento, como principal valedor del proyecto. Hubo un alcalde, Pasqual Maragall, que hizo de los Juegos icono de su estrategia de transformaci¨®n de la ciudad, hubo un proyecto, con Oriol Bohigas al frente, de abrir Barcelona al mar y transformarla urban¨ªsticamente, que qued¨® consagrado con la expresi¨®n ¡°modelo Barcelona¡± que Fr¨¦d¨¦ric Edelman acu?¨® en Le Monde y hubo una complicidad ciudadana que oblig¨® al presidente Pujol a acercarse al proyecto a pesar de las reticencias de sectores nacionalistas que no lo sent¨ªan como suyo y viv¨ªan como una amenaza la dial¨¦ctica del doble liderazgo (Pujol-Maragall) que se instal¨® en el pa¨ªs.
Y hubo adem¨¢s otro factor, que no se ha se?alado tanto, quiz¨¢s porque el nacionalismo jug¨® un papel secundario, que es que se pill¨® al gobierno espa?ol y a Madrid en Babia y cuando se dieron cuenta ya era tarde. Siempre recordar¨¦ lo que nos dijo el ministro Fern¨¢ndez Ord¨®?ez a Jos¨¦ Mart¨ª G¨®mez y a m¨ª un a?o antes de la inauguraci¨®n: ¡°Nunca me hubiese imaginado que hubiera unos Juegos en Espa?a y no fueran en Madrid¡±. Y a?adi¨®: ¡°inicialmente no nos lo tomamos en serio y cuando nos dimos cuenta ya no hab¨ªa marcha atr¨¢s¡±.
Completamente distinto es el escenario actual. Falla lo principal: quienes tendr¨ªan que liderar el proyecto, el presidente de la Generalitat y su gobierno, ni tan siquiera nos han aclarado si est¨¢n a favor o en contra, y en su entorno proliferan las reservas sobre el asunto. Y tanto es as¨ª que el gobierno ha optado por una pintoresca delegaci¨®n en la ciudadan¨ªa de la responsabilidad de decidir la suerte del evento, con una consulta acotada a unas pocas comarcas (ni siquiera a todas las pirenaicas), es decir, a aquellas con intereses directos sobre el asunto. Raro es convocar a los ciudadanos a una votaci¨®n para aspirar a unos Juegos pero puestos a ello, ?por qu¨¦ no a todos? ?No es Catalu?a el sujeto pol¨ªtico?
Y se enzarza en una querella con Arag¨®n, al que solo admite como socio si asume una condici¨®n subsidiaria
Da la impresi¨®n de que hay voluntad de evitar los debates de fondo: sobre el impacto ecol¨®gico, sobre el modelo de desarrollo econ¨®mico, sobre las herencias y las cargas para el d¨ªa despu¨¦s. Y que se marea la perdiz por intereses electorales en aquellas comarcas. Pero el hecho es que est¨¢ ya en marcha la coartada pol¨ªtica para la retirada. El gobierno se enzarza ahora en una querella con Arag¨®n a la que s¨®lo admite como socio si asume una condici¨®n subsidiaria. Los Juegos ser¨¢n catalanes o no ser¨¢n. Y con Lamb¨¢n (azote de independentistas) y compa?¨ªa buscando hacerse sitio en la tribuna, y sabiendo perfectamente que sin la complicidad del Comit¨¦ Espa?ol no hay posibilidad alguna de ganar la nominaci¨®n, queda claro que hay una v¨ªa abierta para se?alar a las instituciones espa?olas como culpables del fracaso.
?Un nuevo l¨ªo para disimular la impotencia? ?No ser¨ªa m¨¢s razonable que el gobierno catal¨¢n y los partidos que lo apoyan dijeran claramente si quieren los Juegos o no los quieren, en vez de transferir imp¨²dicamente su responsabilidad a los ciudadanos, haci¨¦ndolos mojar por algo que probablemente ya tienen asumido que no tendr¨¢ lugar? Por respeto a la ciudadan¨ªa, hagan pol¨ªtica, no jueguen a hacer pol¨ªtica.
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