Negocios carolingios
Est¨¢ emp¨ªricamente probado que defender la independencia no est¨¢ re?ido con el modelo de capitalismo insolidario de bajos impuestos y altas comisiones
Movidos por la pasi¨®n de encontrar el hecho diferencial, se acostumbra a hablar del pasado carolingio de Catalu?a en contraposici¨®n al visig¨®tico o m¨¢s directamente ¨¢rabe del resto de Espa?a. La festividad de San Esteban es carolingia, aunque en Francia no se celebre, porque nos enlaza con Europa. Tambi¨¦n la tradici¨®n de la mona ¨Cel huevo de pascua¨C nos retrotrae al pasado glorioso de la Marca Hisp¨¢nica. Algunos insignes independentistas a trav¨¦s de tuits lo recuerdan tanto como la prensa digital adicta al proc¨¦s y generosamente regada con dinero p¨²blico.
De esta manera se intenta cultivar la idea de diferencia ancestral: frente a la Espa?a del Emirato de C¨®rdoba se erig¨ªa la Catalu?a carolingia, que llegaba ¨Ceso s¨ª¨C hasta el r¨ªo Llobregat y dejaba fuera a Lleida y Tarragona. Poco importa que dependiera pol¨ªtica y religiosamente de los francos o que a ambos lados de la imprecisa frontera hubiera gentes de unas u otras creencias. Hay que regar el gen de la diferencia. No vale simplemente con la voluntad democr¨¢tica. Es necesario buscar una justificaci¨®n hist¨®rica con categor¨ªa cient¨ªfica.
El caso es que los descendientes de los francos se diferencian poco del resto de Hispania en el siglo XXI. Sobre todo a la hora de exhibir su destreza comisionista. Gerard Piqu¨¦, por ejemplo, no ha dudado en traicionar sus ra¨ªces carolingias para negociar que la Supercopa de Espa?a ¨Cesa unidad de destino tan universal como opresora¨C se celebre en Arabia Saud¨ª. El dinero que mueve la competici¨®n asciende a 40 millones de euros por a?o hasta 2029, de los que un 10% ¨Ca raz¨®n de 4 millones anuales¨C va a las arcas de la empresa del defensa del Bar?a.
Piqu¨¦ fue uno de los pocos futbolistas catalanes que en su d¨ªa defendi¨® el derecho a decidir y encontr¨® dura la sentencia de los l¨ªderes del proc¨¦s, lo que le vali¨® ser abucheado en buena parte de los estadios de Espa?a. Su aura ¨¦tica se hizo visible a los ojos de muchos en Catalu?a. Afirm¨® que no es incompatible ser independentista y jugar con la roja. Al fin y al cabo, el himno espa?ol no tiene letra y de esta manera los disidentes se evitan el trago de sus colegas franceses, fiscalizados y lapidados por la extrema derecha por no cantar La Marsellesa.
Se puede jugar en la selecci¨®n y no sentirse espa?ol. Tambi¨¦n est¨¢ emp¨ªricamente probado que defender la independencia no est¨¢ re?ido con el modelo de capitalismo insolidario de bajos impuestos y altas comisiones. Ah¨ª est¨¢n las gentes de Junts per Catalunya ¨Ccomo la consejera Vict¨°ria Alsina¨C que no dudan en manifestar que la firma de reparto Glovo es el ¡°modelo de empresa que queremos¡±. O el diputado puigdemontista Joan Canadell capaz de alabar el ejemplo econ¨®mico de Isabel D¨ªaz Ayuso durante la pandemia, a pesar de haber dicho anteriormente que ¡°llevamos 500 a?os atados a estos salvajes¡±.
Tambi¨¦n la carolingia Converg¨¨ncia hizo negocios con la madrile?a Ferrovial, como muestra el ¡°caso Palau¡±. O el propio Piqu¨¦, cuando presentando su Copa Davis en la capital de Espa?a, afirm¨®: ¡°Ya me gustar¨ªa que la ciudad de Barcelona estuviera a la altura de Madrid; siento envidia¡±.
Y es que el dinero, adem¨¢s de no oler, ni siquiera tiene patria.
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