Los inicios corruptos de Putin en la Barcelona ol¨ªmpica
La primera visita a Espa?a del hoy presidente ruso coincidi¨® con las acusaciones de fraude millonario en contratos para abastecer de alimentos a San Petersburgo
Su mundo se hab¨ªa desmoronado y todo estaba por hacer. La Uni¨®n Sovi¨¦tica se hab¨ªa desintegrado y Rusia buscaba capitalistas en el exterior para levantar al gigante noqueado. La llamada de la Barcelona ol¨ªmpica a su ciudad hermana, San Petersburgo, no pod¨ªa desaprovecharse. Era febrero de 1992 y Anatoli Sobchak, el primer alcalde de la capital de los zares elegido en las urnas, aterrizaba en Barcelona con una agenda intensa para captar inversiones. El hoy presidente de Rusia, Vlad¨ªmir Putin, formaba parte de la comitiva.
Un art¨ªculo el pasado marzo en La Vanguardia redescubri¨® el paso de Putin por Barcelona. El Ayuntamiento ha hecho p¨²blicas las im¨¢genes de un almuerzo en el Palacete Alb¨¦niz presidido por el entonces alcalde Pasqual Maragall. Al otro lado de la mesa, frente a ¨¦l, se sentaba Sobchak, y a su lado, Putin. Otros medios de comunicaci¨®n a?adieron detalles de la semana que pas¨® la delegaci¨®n rusa en la ciudad. Naci¨® Digital recuper¨® im¨¢genes de una cena en el Cercle d¡¯Economia. Los testimonios de la ¨¦poca indican que Putin era un personaje secundario en la delegaci¨®n petersburguesa, una suerte de secretario del carism¨¢tico Sobchak. Nada m¨¢s lejos de la realidad. ¡°Putin era en aquel momento la persona a quien conocer en San Petersburgo¡±, escribi¨® en 2014 la acad¨¦mica Karen Dawisha en Putin¡¯s Kleptocracy, un libro de referencia para entender los inicios del aut¨®crata ruso.
Putin era responsable desde 1991 de las relaciones internacionales de la segunda ciudad de Rusia. En su despacho, una habitaci¨®n l¨²gubre y sencilla, con un cenicero y una mesa como ¨²nico mobiliario, se autorizaban las operaciones de capital extranjero en San Petersburgo, seg¨²n la investigaci¨®n de la periodista Masha Gessen en el libro El hombre sin rostro. Lo que suced¨ªa en aquellas operaciones de los a?os noventa, seg¨²n conced¨ªa Putin en una biograf¨ªa oficial del a?o 2000, no era precisamente ejemplar: ¡°Era una ¨¦poca llena de negocios turbios, de montajes financieros piramidales y cosas similares¡±.
Cuando Putin recorr¨ªa Barcelona aquel febrero de 1992 ya era sospechoso de haberse lucrado en los programas de intercambio de materias primas por alimentos procedentes del exterior. Su azote era la diputada de San Petersburgo Marina Salye. Esta encabez¨® una comisi¨®n de investigaci¨®n que en mayo de 1992 concluy¨® que el jefe de relaciones exteriores del Ayuntamiento hab¨ªa autorizado como m¨ªnimo doce contratos fraudulentos valorados en cerca de 100 millones de d¨®lares ¡ª94 millones de euros¡ª.
Rusia necesitaba comida para su poblaci¨®n porque la industria agr¨ªcola hab¨ªa saltado por los aires. El rublo no val¨ªa nada y no hab¨ªa dinero para comprar alimentos. La soluci¨®n a la que llegaron las autoridades era el trueque de materias primas por alimentos. Los documentos de Salye demuestran que Putin autoriz¨® por lo menos doce operaciones de venta de materias primas a precio de saldo con sociedades instrumentales que luego desaparecieron, una parte a cambio de divisas y la otra, a cambio de alimentos. El montante total de las comisiones estipuladas en los contratos superaba los 32 millones de euros. Los alimentos nunca llegaron a San Petersburgo. Putin admiti¨® la estafa pero lo achac¨® a los empresarios con los que hab¨ªa negociado. ?l mismo hab¨ªa liderado en 1991 la negociaci¨®n de un programa de intercambio de carne alemana valorada en m¨¢s de 90 millones de marcos ¡ª46 millones de euros¡ª. La carne tampoco lleg¨® a Rusia.
Putin aterriz¨® en Barcelona el 25 de febrero de 1992, un mes antes de que Salye presentara las conclusiones de la comisi¨®n a Yuri Boldirev, quien dirig¨ªa en el Gobierno del presidente Boris Yeltsin lo que en Espa?a ser¨ªa el Tribunal de Cuentas. Boldirev concluy¨® que Putin hab¨ªa cometido m¨²ltiples delitos, pero no se emprendieron acciones contra ¨¦l porque ni Yeltsin ni Sobchak lo quisieron. ¡°Era un caso t¨ªpico en aquella ¨¦poca¡±, explicaba Boldirev en el libro de Gessen, para quitar hierro al asunto.
Barcelona est¨¢ hermanada con San Petersburgo desde 1985, cuando todav¨ªa exist¨ªa la Uni¨®n Sovi¨¦tica y se llamaba Leningrado. Siete a?os m¨¢s tarde, la delegaci¨®n de San Petersburgo fue recibida por el Ayuntamiento y en el Palau de la Generalitat, la sede del Gobierno catal¨¢n; sus miembros se presentaron en el Cercle d¡¯Economia y dieron una conferencia en el Colegio de Abogados para detallar las bondades de invertir en Rusia. El alcalde Sobchak tambi¨¦n firm¨® un acuerdo de petr¨®leo por alimentos valorado en 47.000 millones de pesetas ¡ª283 millones de euros¡ª con Juspi, una sociedad creada entre Enric Bernat, fundador de Chupa Chups, y Llu¨ªs Prenafeta, quien fuera la mano derecha de Jordi Pujol como primer secretario de la presidencia de la Generalitat.
Prenafeta tambi¨¦n estaba al frente de Petrocat, empresa petrolera apadrinada por la Generalitat. Seg¨²n el documento firmado con el primer edil de San Petersburgo, Petrocat abrir¨ªa diez gasolineras en la ciudad. ¡°Ellos no cumplieron porque les cerraron el grifo. Viv¨ªan una situaci¨®n muy adversa y te pasaban de un funcionario a otro. Perdimos el tiempo y la paciencia¡±, afirmaba Prenafeta en La Vanguardia. La realidad era m¨¢s compleja. Xavier Bernat, hijo del fundador de Chupa Chups, apuntaba en 1994 en un art¨ªculo en EL PA?S que una raz¨®n por la que se fue al traste Juspi era la corrupci¨®n. En aquel art¨ªculo se detallaba que el soborno medio para cualquier funcionario era de unas 20.000 pesetas, y que para tirar adelante con los acuerdos era necesario contratar a abogados que destinaban tres cuartas partes de sus honorarios a untar a empleados p¨²blicos.
A Prenafeta lo estafaron poco despu¨¦s cuando intent¨® el cambio de petr¨®leo por alimentos directamente con el ministerio de Energ¨ªa ruso. Otro negocio que fracas¨® en San Petersburgo entre los Bernat y Prenafeta era la concesi¨®n de un juego de loter¨ªa municipal. A los tres socios les lleg¨® un documento falso, para que aportaran el dinero, garantizando una concesi¨®n que en verdad no hab¨ªan conseguido, seg¨²n informaba EL PA?S en 1994.
Las relaciones exteriores de San Petersburgo, incluidas las inversiones, pasaban por el despacho de Putin. Quien en 1992 mantuvo con el futuro presidente de Rusia hasta tres reuniones fue Manuel De Forn, por entonces coordinador del Plan Estrat¨¦gico de Barcelona. Sobchak volvi¨® del tour por la ciudad ol¨ªmpica a con la idea de levantar una central de distribuci¨®n de alimentos a semejanza de Mercabarna. ¡°Vimos que era inviable porque no hab¨ªa producci¨®n de alimentos; el problema no era de distribuci¨®n, el problema es que no hab¨ªa nada que distribuir¡±, recuerda De Forn. ¡°Putin no nos pidi¨® dinero directamente, pero nos explicaron lo de los sobornos. Como no fue a m¨¢s el proyecto no hubo problemas, pero lo que quer¨ªan era que alguien de Barcelona les mantuviera¡±, resume este reconocido urbanista.
El enfado de Putin
Otra empresa que tuvo que v¨¦rselas con la corrupci¨®n local rusa era Codorn¨ªu. La compa?¨ªa de cavas y vinos de la familia Ravent¨®s almacenaba sus productos en San Petersburgo. En una ocasi¨®n, en los primeros a?os de la d¨¦cada de los noventa, seg¨²n explican fuentes de la oficina de Pujol, el almac¨¦n apareci¨® destrozado y con los productos desaparecidos. Los representantes de Codorn¨ªu protestaron y fueron dirigidos a Putin: el hoy aut¨®crata ruso ¡°les solt¨® una bronca tremenda¡±, explican estas fuentes, ¡°porque ya se les hab¨ªa advertido de a qu¨¦ personas ten¨ªan que encargar la seguridad de su almac¨¦n, y no hicieron caso¡±.
Putin volvi¨® a visitar Espa?a a partir de 1994, pero con una identidad falsa y en m¨¢s de treinta ocasiones. As¨ª lo revelaron los servicios secretos espa?oles a sus hom¨®logos de los Estados Unidos, seg¨²n recog¨ªa el libro de Dawisha. Los viajes de Putin, que se habr¨ªan extendido m¨¢s all¨¢ de 1996, cuando pas¨® a trabajar en el Gobierno ruso, eran de trabajo, encuentros con nuevos millonarios favorecidos por ¨¦l. Los ¨²ltimos viajes, en 1999, los realiz¨® de Gibraltar a Sotogrande (C¨¢diz) para verse con el oligarca Boris Berezovski.
Tras el inicio de la invasi¨®n rusa sobre Ucrania, el pasado febrero, a De Forn le llam¨® la atenci¨®n un nombre entre los muchos miembros de las ¨¦lites econ¨®micas y pol¨ªticas rusas sancionados por la Uni¨®n Europea y los Estados Unidos: ?gor Sechin. De Forn recordaba este nombre porque era el secretario del funcionario Putin, su hombre para todo. Sechin fue viceprimer ministro y es el actual presidente de la petrolera estatal rusa Rosneft.
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