Detr¨¢s de una pancarta
Un sector de la ANC idea presentarse como posible alternativa a los partidos convencionales.
¡°Sin pol¨ªticos ya ser¨ªamos independientes¡± La pancarta no pod¨ªa ser m¨¢s expl¨ªcita ni significativa. Por su graf¨ªa se notaba un trabajo cuidado. No era fruto de un arrebato de ¨²ltima hora, ni de la improvisaci¨®n, sino de una idea madurada. La que un sector de la ANC ha ido esgrimiendo y que partiendo de su convicci¨®n fundacional de erigirse en leg¨ªtimo grupo ciudadano de presi¨®n pol¨ªtica le est¨¢ empujando a presentarse como posible alternativa a los partidos convencionales. Lo insinu¨® Dolors Feliu, su presidenta, al no descartar una lista c¨ªvica electoral a pesar de que sus estatutos no lo contemplen. Pero volvamos al cartel.
Su portadora era una mujer de mediana edad, aspecto impecable, gafas oscuras y media melena. Luc¨ªa camiseta sin mangas, negra, cruzada con una insinuada estelada gris¨¢cea. La fotograf¨ªa de Carles Ribas ilustraba la excelente cr¨®nica del domingo de Camilo S. Baquero en este peri¨®dico en la que se recopilaban los estertores de la Diada y su alterada semana posterior. La que el independentismo quiso volver a vivir peligrosamente a causa de la inasequible intensidad de sus irredentos que siguen provocando el escepticismo de sus cansados. Al posible apocalipsis mundial, un sector ardorosamente fren¨¦tico quer¨ªa adelantar el final del falso romance de su convivencia. El govern pod¨ªa caer si una parte de la extra?a pareja optaba definitivamente por el divorcio. Tampoco. Se han dado m¨¢s tiempo. Unos y otros intentan ganarlo y mientras tanto Junts sigue buscando la ubicaci¨®n que tanto se le resiste. Demasiado peso de la historia reciente frente al excesivo fervor de los intransigentes atizados por la fe del converso conforman una mezcla explosiva que solo parece amortiguar el riesgo de perder centenares de n¨®minas del erario p¨²blico. Pero siendo este aspecto relevante, se queda en an¨¦cdota ante el texto del r¨®tulo.
La crisis de la democracia liberal provoca demandas tan exigentes como impacientes. Y su incumplimiento deriva en el desencanto que acaba en irritaci¨®n. A?adamos la progresiva instalaci¨®n de grupos sociales afines en burbujas propias y aisladas que empiezan acerc¨¢ndose a quienes piensan igual y acaban negando al contrario. Y si sin comunicaci¨®n no hay debate, sin debate no hay democracia aunque la palabra siga llenando bocas pero vaciando gestos.
Hace ahora un siglo, una voz rotunda y potente enerv¨® los ¨¢nimos colectivos en un mitin. Grit¨®.: ¡°La pugna es entre una Italia de los politicastros codiciosos y una Italia sana, fuerte y vigorosa que se prepara para borrar de una vez a toda esta gente poco preparada, a todos los chapuceros, a toda la espuma infecta de la sociedad¡±. Benito Mussolini.
Nada indica, afortunadamente, que aquel desprop¨®sito ronde entre nosotros. Pero s¨ª que algunas frases, pancartas e ing¨¦nuas posiciones puntuales pueden recordar p¨¢ginas de infausta memoria que evocan que ¡°quiz¨¢s la m¨¢s grande lecci¨®n de la historia es que nadie aprendi¨® las lecciones de la historia¡±. (Aldous Huxley)
En Italia, pasado ma?ana, puede ganar Giorgia Meloni. La candidata que justific¨® a su admirado Duce por haber tenido el valor que no tienen los pol¨ªticos de hoy.
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