En la guardia de una abogada de oficio: ¡°Aqu¨ª ves las miserias de la vida humana¡±
EL PA?S acompa?a a la penalista Carla Campelo en un recorrido por calabozos y juzgados de guardia en plena pugna del colectivo para mejorar las retribuciones y dignificar su labor
Son las 22.00 del lunes y Carla Campelo sabe que, durante las pr¨®ximas 24 horas, no puede despegarse del tel¨¦fono m¨®vil. Ha empezado su guardia como abogada del turno de oficio, por la que cobrar¨¢ un m¨ªnimo de 178 euros. Acabar¨¢n siendo bastantes m¨¢s, pero ocurre como con los taxistas: nunca se sabe de entrada si se har¨¢ una buena carrera. Nadie la despierta a medianoche para que salga corriendo de la cama. Hay horarios establecidos y todo est¨¢ organizado para empezar a atender a detenidos a la ma?ana siguiente. Recibe un SMS que le indica su primera misi¨®n: una alcoholemia.
¡°Las alcoholemias van muy buscadas, porque suele estar todo muy claro y se cierran con una conformidad. Te pagan unos 300 euros¡±, cuenta Carla, de 38 a?os, en una cafeter¨ªa junto a la Ciudad de la Justicia de Barcelona, donde entra poco despu¨¦s con la seguridad de quien conoce las entra?as del edificio y a sus funcionarios. Son cerca de las 11.00 del martes. En el juzgado de guardia, le informan de que el detenido por conducir ebrio ha contratado a un abogado particular. Acaba de ver c¨®mo se esfuman 300 euros. Nadie la hab¨ªa avisado del cambio. Pero, como se ha presentado a la cita, logra que el juzgado le selle un documento que acredita que ha prestado su primera asistencia.
¡°Vamos como locos buscando los sellos, porque si llegamos a seis nos pagan la guardia por duplicado¡±, bromea Carla, que se pone seria cuando habla de su trabajo en el turno de oficio. Lleva 12 a?os en la jurisdicci¨®n penal. ¡°Me lo tomo sobre todo como una labor social que me permite estar con los pies en la tierra y conocer a personas con las que de otro modo no hablar¨ªa. Aqu¨ª ves las miserias de la vida humana¡±, cuenta Carla. Aunque est¨¢ apuntada a todos los servicios (¡°hago detenidos, menores, v¨ªctimas, extranjer¨ªa...¡±) apenas tiene una o dos guardias al mes, que el a?o pasado le reportaron 15.000 euros. ¡°S¨ª, es un aporte de dinero extra, pero nadie vive solo de esto¡±, explica Carla, que trabaja como abogada particular en el despacho familiar de su padre, Mario Campelo.
¡°Hay abogados fant¨¢sticos... y otros no¡±
Carla recibe llamadas desde una especie de call center que el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona (ICAB) gestiona junto a los juzgados. El tel¨¦fono no para de sonar all¨ª. Los trabajadores asignan a los detenidos del d¨ªa entre los 18 abogados que, como ella, est¨¢n de guardia solo en Barcelona. Mari Cruz Mart¨ªnez es la coordinadora de un servicio que es ¡°un term¨®metro social¡±. Aqu¨ª detectan que las agresiones sexuales o los desahucios son fen¨®menos crecientes. Mart¨ªnez reivindica la labor de unos abogados a menudo ¡°denostados por la imagen distorsionada que ofrece el cine norteamericano¡±. ¡°Hay fant¨¢sticos abogados de oficio y otros que no lo son, como en cualquier ¨¢mbito¡±.
En Espa?a hay casi 44.000 abogados adscritos el turno de oficio, que garantizan el acceso a la justicia de las personas con menos recursos. Solo en 2021 atendieron 1,2 millones de asuntos. Ahora est¨¢n en pie de guerra. El pasado abril protagonizaron una concentraci¨®n de protesta frente al Congreso. Reclaman que se dignifique su profesi¨®n y se mejoren sus retribuciones: aunque hay muchas desigualdades por territorios, perciben una media de unos 150 euros por asunto tramitado.
La coordinadora no cree que la baja remuneraci¨®n afecte a la calidad del servicio. Pero Carla, que ha acudido al local para que le paguen el ticket del aparcamiento, no est¨¢ del todo de acuerdo. S¨ª, es una ¡°labor gratificante¡± y trata de ser ¡°igual de profesional que con un cliente privado¡±. Pero admite que, al final, el sistema est¨¢ organizado de tal forma que, m¨¢s all¨¢ de la guardia, no se puede dedicar a la persona afectada todo el tiempo que su caso merece. Con desenvoltura, y siempre bromeando, Carla aprovecha para pedirle al hombre que reparte el trabajo que le asigne alguna alcoholemia, que la anterior ha sido un fiasco. Los dos se r¨ªen.
El tel¨¦fono vuelve a sonar cuando se acerca la hora de comer. N¨²mero oculto. Es una llamada de comisar¨ªa. Le informan de que est¨¢n muy liados y de que no podr¨¢ asistir a sus detenidos hasta las 19.00. Mientras, vuelve a los asuntos de su despacho. Firma un convenio de divorcio con una mujer que le reporta 1.500 euros, el doble de lo que acabar¨¢ cobrando entre la guardia, las declaraciones y los juicios r¨¢pidos. En la zona de custodia de Les Corts conoce a Halim. Le acusan de robar con violencia un reloj. ?l lo niega. Como ofrece un domicilio (un centro de acogida para j¨®venes y extutelados de la Generalitat) y como los calabozos est¨¢n saturados, la polic¨ªa deja la detenci¨®n sin efecto. En las celdas ve tambi¨¦n a Jacqueline, una mujer peruana. Duerme.
De noche, la abogada recibe un ¨²ltimo encargo: debe regresar a la Ciudad de la Justicia para atender a un hombre al que se buscaba por robar, presuntamente, 5.800 euros en una casa de Arenys y que ha sido detenido cuando iba a renovarse el DNI en Barcelona. Como ocurre a lo largo de la guardia, a la abogada apenas le dan tiempo para leer el atestado y mantener una breve charla con su defendido, al que aconseja no declarar. Sale de all¨ª a las 22.00 horas. La guardia ha terminado. Pero eso solo significa que ya no va a recibir nuevas peticiones. Su trabajo contin¨²a. Jacqueline ser¨¢ conducida a los juzgados a las 10.00. Y all¨ª vuelve a estar Carla, despu¨¦s de dormir, vestida de nuevo de modo impecable pero con el rostro algo cansado. ¡°La verdad es que estoy agotada. Las guardias son duras¡±.
¡°S¨ª doctora, lo hice¡±
El ¨¢rea de custodia de la Ciudad de la Justicia est¨¢ en la planta -1. Acompa?ada por un funcionario, Carla baja en ascensor y espera. Se percibe un caracter¨ªstico olor a desinfectante y se oyen gritos desesperados de los detenidos y golpes en los barrotes. A paso firme, cruza el pasillo hasta la celda 18. Al verla pasar, varios hombres que esperan en la celda contigua le hacen comentarios. Se planta ante Jacqueline, que asoma el rostro en la oscuridad de la celda. ¡°S¨ª doctora, yo lo hice, las cog¨ª. Vivo en una casa ocupada, tengo dos hijos a mi cargo¡±, explica.
Carla apenas ha le¨ªdo ¡°en diagonal¡± el atestado que atribuye a la mujer el robo de dos gafas de sol en el centro de Barcelona. Un vendedor la ha identificado. Los Mossos la han detenido, hay im¨¢genes de lo sucedido y han encontrado las gafas en el bolso. Hay pocas opciones de defensa. La prueba parece incontestable y Carla cree que lo mejor es una conformidad: que acepte una condena menor. Jacqueline est¨¢ en situaci¨®n irregular. ¡°Me gustar¨ªa poder hacer los papeles y trabajar¡±. Carla le advierte de que, con una sentencia firme, seguramente le sea m¨¢s dif¨ªcil tramitar el permiso de residencia. La mujer tiene que decidir en unos minutos qu¨¦ conviene m¨¢s su futuro y cuenta para ello con el criterio de Carla.
La abogada emerge de nuevo en el juzgado de guardia. Busca un buen acuerdo para su clienta. Entra al despacho de fiscal, que se muestra ben¨¦volo: propone sustituir la prisi¨®n por el pago de una multa. Todo parece listo. Pero mientras Carla espera a que se redacte la sentencia, surge un imprevisto. El fiscal ha le¨ªdo con m¨¢s atenci¨®n el atestado. Comprueba que son dos robos en dos tiendas distintas, por lo que es un delito continuado y no se puede reducir tanto la pena. Le ofrece nueve meses de c¨¢rcel, pena que en todo caso tampoco cumplir¨¢ porque no le constan antecedentes.
A Jacqueline la conducen, esposada y seguida por dos mossos, a la sala de vistas. Sopesa opciones. Parece que entiende todo bastante bien. Luego se acerca a Carla, lejos del o¨ªdo de los polic¨ªas. Le cuenta que tiene una causa anterior pendiente de juicio, tambi¨¦n por robo. Decide aceptar el pacto. ¡°Son realidades muy duras las que se ven aqu¨ª, pero a veces los clientes tambi¨¦n te enredan¡±, dice Carla. El juicio r¨¢pido le supondr¨¢ cobrar otros 375 euros de la administraci¨®n, lo que, sumado al hecho de que ha doblado guardia, le reportar¨¢ un total de 731 euros. Regresa a su despacho relativamente satisfecha, con una nueva guardia en la mochila.
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