¡°Los de Barcelona jam¨¢s salen de la ciudad para ir a conciertos¡±: las salas de extrarradio, el patito feo de la industria del directo
Mientras la capital catalana acumula grandes acontecimientos musicales, los locales de las afueras han sufrido una ca¨ªda dr¨¢stica de afluencia en la pospandemia
La apabullante programaci¨®n musical de este verano en Barcelona, con la agenda cargada como nunca antes, ha sacado del foco a las salas de conciertos. M¨¢s en concreto, a las situadas fuera de Barcelona, que en una temporada de grandes acontecimientos musicales, no se han visto beneficiadas como las de la capital por las actuaciones que, previstas en recintos de m¨¢s aforo, y no vendiendo las entradas imaginadas, han ido ¡®cayendo¡¯ hasta las salas que las han acogido finalmente. Pero esta situaci¨®n afecta solo a Barcelona y muy residualmente a salas como Salamandra, de Hospitalet de Llobregat, cuyo responsable, David Lafuente, afirma con el aval de a?os de experiencia: ¡°El p¨²blico del ¨¢rea metropolitana va a Barcelona, pero los de Barcelona jam¨¢s salen de su ciudad¡±.
Al margen de este hecho, las salas de Catalu?a han ido recuperando programaci¨®n, pero por el camino de superaci¨®n de la pandemia han perdido p¨²blico. Compiten cada vez peor con festivales y fiestas mayores y tienen un p¨²blico cada vez mayor que parece no acaba de renovarse. Nadie quiere adelantarse al futuro, pero la idea de cambio de paradigma revolotea sobre el sector. ¡±Programamos un 20% menos que antes de la pandemia¡±, asegura LaFuente, ¡°antes hac¨ªamos varios concierto semanales y ahora nos quedamos en uno o dos, y eso que en cierto modo nos beneficiamos del ecosistema de Barcelona¡±, a?ade, justo antes de ir al tu¨¦tano del asunto: ¡°Los grupos han cambiado de funcionamiento, antes hac¨ªan algunas grandes ciudades en salas y luego festivales. Ahora s¨®lo festivales. Managers que son amigos me dicen que nadie quiere arriesgar. Como festivales y fiestas locales, m¨¢s en este a?o electoral, pagan mucho m¨¢s que las salas, pues ya no podemos hacer grupos como Vetusta Morla, M Clan o Viva Suecia, bandas que antes s¨ª ven¨ªan a Salamandra¡±, lamenta.
Los m¨¢s conspicuos podr¨¢n aventurar que las m¨²sicas urbanas son la salvaci¨®n de las salas con la consecuente capacidad de regeneraci¨®n de p¨²blico, pero la cosa no es tan f¨¢cil. Lo asegura ?ngel Lopera, uno de los socios de la sala Zero de Tarragona. ¡°Lil Dami o 31 Fam, han pasado de cero a cien en poco tiempo. Primera visita 70 personas; segunda, lleno; y ahora ya no vienen porque tienen mucha capacidad de convocatoria. No s¨¦ si es un tema generacional o que las propuestas para este p¨²blico tienen otra din¨¢mica y las que crecen lo hacen a m¨¢s velocidad. Rooju, por ejemplo, vino hace medio a?o y ahora es inalcanzable. Las salas somos m¨¢s de paso que nunca¡±, a?ade.
Desde las salas aseguran que los j¨®venes no consumen en barra, una de las fuentes de recuperaci¨®n de inversi¨®n de las salas. Descontados gastos de producci¨®n, apenas ganan dinero con la venta de entradas propiamente dicha. Lopera ofrece datos concluyentes: ¡°No es que las barras funcionen mal, es que con los j¨®venes no funcionan. Hay veces que, de acuerdo con el promotor, hemos hecho experimentos, como poner un par de euros m¨¢s cara la entrada y ofrecer una consumici¨®n gratis, pues ni as¨ª. No s¨¦ si es que el p¨²blico ni mira la entrada o es que la barra ya no est¨¢ en su marco mental¡±.
Ese marco mental al que alude el socio de la sala Zero se extiende al uso que hacen los m¨¢s j¨®venes, tal y como se?ala Lafuente: ¡°Los j¨®venes ya no encuentran atractivo ir a salas a menos que sean muy fans del grupo, se ha ido perdiendo la curiosidad y, de paso, nos hemos dejado por el camino a un par de generaciones de consumidores de m¨²sica en directo¡±, apunta. ¡°Cuando comenzamos con la sala exist¨ªa un p¨²blico curioso que ven¨ªa para ver lo que program¨¢bamos, ahora ese perfil no existe¡±, concluye.
Cambios de h¨¢bitos generacionales
Entre las causas que aluden, un descenso del poder adquisitivo de una juventud con trabajos precarios que en absoluto ayuda a mantener ciertos h¨¢bitos de consumo en un contexto de aumento de precios. Tambi¨¦n hay m¨¢s elementos en este cambio de h¨¢bitos, que incluso pueden apuntar causas estructurales. Las apunta Toni Rev¨¦s, un veterano programador de salas de Lleida, veinte a?os en el Caf¨¦ del Teatre y ahora en el Cotton Club y La Boite, al indicar que ¡°las prioridades de la sociedad cambian, como, por ejemplo, la compra en tiendas de proximidad. Los j¨®venes de hoy en d¨ªa prefieren hacer un viaje o concentrar el dinero del que disponen en grandes actos¡±, sugiere sin intenci¨®n alguna de criticar las formas de consumo juveniles. Sus programaciones tambi¨¦n han ca¨ªdo en relaci¨®n con la prepandemia y es consciente de que, pese a ser un optimista compulsivo, como se define, las salas van a menos.
En esta l¨ªnea se manifiesta Xavi Fortuny, responsable de La Mirona, de Salt: ¡°Los j¨®venes van a los festivales y grandes conciertos como grandes eventos donde socializar en un nivel similar a lo que hacen en las discotecas. Por ejemplo, desde la pandemia nuestras sesiones de baile est¨¢n m¨¢s concurridas que nunca, el p¨²blico tiene ganas de diversi¨®n y de olvidar el confinamiento, pero los conciertos cuestan. Por el contrario, los m¨¢s mayores van a conciertos en los que la sociabilizaci¨®n no tiene un papel tan destacado¡±, opina, antes de significar un elemento com¨²n en todos los rectores de salas de conciertos: ¡°Seguiremos programando actuaciones, aunque solo vengan 40 personas. Es una cuesti¨®n de principios. Parece que no tiene sentido meter 1.500 personas en una sesi¨®n disco y menos de 100 en concierto, pero la actividad como sala de conciertos es lo que queremos mantener filos¨®ficamente¡±.
Gerardo Sanz es uno de los managers que contin¨²a teniendo las salas en su radar y defiende su papel. ¡°Venimos de una tradici¨®n de contacto con p¨²blico y de comunicaci¨®n horizontal. Eso se nota. Y creemos que hay que ir a buscar al p¨²blico all¨ª donde se encuentre, en una suerte de tradici¨®n juglaresca¡±, sostiene. De hecho, bandas como Mishima o Manel y solistas como Quimi Portet o Joan Garriga nunca han olvidado sus giras por salas de Catalu?a, sin menoscabo de puntuales apariciones tambi¨¦n en festivales o en fiestas mayores. ¡°El problema de las salas¡±, desliza Sanz, ¡°es que no pagan cach¨¦, ya que no est¨¢n en condiciones de asegurarlo y hay que buscar otras soluciones que convengan a sala y artista, como porcentajes, un fijo m¨¢s porcentaje o acuerdos m¨¢s imaginativos. Lo cierto¡±, resume, ¡°es que festivales y fiestas mayores se est¨¢n llevando la palma desde hace unas temporadas. No me atrevo a predecir si esto durar¨¢ o no, si es fruto solo de la pandemia o si la pandemia solo lo ha acelerado, pero la realidad es hoy incontestable¡±, concluye.
Lo m¨¢s parad¨®jico de todo lo enfatiza Reves: ¡°Tenemos m¨¢s m¨²sicos que nunca, m¨¢s preparados que nunca, con m¨¢s propuestas interesantes que nunca, pero las salas programan cada vez menos. Nunca hab¨ªa visto tanta efervescencia, vivimos en Catalu?a un momento muy dulce creativamente, y ya vemos lo que est¨¢ pasando. Pese a todo, no pierdo la esperanza¡±, afirma esperanzado. Sea como fuere, los canales para la exposici¨®n de tanto talento se est¨¢n estrechando. Algunos buscan soluci¨®n en un cambio de pol¨ªtica cultural asemej¨¢ndose a la francesa, donde las salas est¨¢n subvencionadas al no ser consideradas como meras expendedoras de alcohol sino como centros culturales. Otros apuntan recuperar un equilibrio ahora roto entre la masificaci¨®n de propuestas en verano y el desierto del resto del a?o. Y est¨¢n los que aguardan con cierto recelo y sin perder la esperanza que ofrece el futuro de un presente en plena transformaci¨®n tras una pandemia.
La sociolog¨ªa y los festivales
José Mansilla es antropólogo, profesor universitario y ensayista, y al margen del atractivo de la oferta concentrada que estimula nuestro sistema económico, sostiene que los festivales y grandes conciertos cuentan con un elemento imbatible, la efervescencia colectiva. “Fue Émile Durkheim, uno de los padres de la sociología, quien creó el término, que describe cómo en las grandes reuniones de personas, ya sea para ver un partido o ir a un concierto, se produce una predisposición biológica que nos hace sentir parte del grupo y proyectar la individualidad de otra manera. En una multitud somos algo más que un individuo”, asegura.
Por supuesto, mayor será la sensación de efervescencia cuantas más personas se concentren. “En los grandes conciertos”, concluye Mansilla “formas parte de un grupo de gente con la que compartes una afición, un gusto, una idea y una experiencia que amplifica las sensaciones y hace que disfrutes de algo más que la música. Pasa como en la Semana Santa sevillana, una ópera total en la que no sólo cuentan las procesiones sino todo el contexto ambiental que las envuelve”.
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