El b¨¢lsamo de la amnist¨ªa
Civilizar el conflicto es lo que debe aportar la amnist¨ªa. Y el que no lo entienda, en nombre de una patria o de la otra, lo acabar¨¢ pagando

Me atrevo con un pron¨®stico. Una vez aprobada en las Cortes y con los exiliados de regreso a casa, la amnist¨ªa quedar¨¢ r¨¢pidamente normalizada. Y, poco a poco, el ruido se ir¨¢ a otra parte. En democracia, las situaciones de excepci¨®n no pueden eternizarse y s¨®lo desde el reconocimiento mutuo se puede recuperar el clima. A pesar de la derecha, se ha avanzado ya en esta direcci¨®n. S¨¦ que la nueva etapa tardar¨¢ tiempo en perfilarse porque un PP desencajado har¨¢ (con algunas connivencias institucionales) cuanto pueda para alargar la tensi¨®n, pero este juego puede acabar perjudic¨¢ndole. Toda querella cuando se alarga m¨¢s de lo razonable se enquista. Si un d¨ªa y otro se repite que Espa?a est¨¢ en almoneda y la vida sigue lejos del dramatismo p¨²blico, la estrategia se gasta.
La furia ha sido ¨²til para Feij¨®o para tapar su fracaso electoral. Le ha servido para que la alianza con Vox avance, sin entrar en detalles y ocultando las oscuras operaciones de censura y de restricci¨®n de derechos en las autonom¨ªas y ciudades en que van de la mano. La sobreactuaci¨®n por la victoria en las municipales y auton¨®micas, compartida con Vox, derriti¨® a Feij¨®o y la ciudadan¨ªa lo puso en evidencia el 23-J. Del mismo modo la grandilocuencia patriotera que le est¨¢ llevando a trasladar a Europa las querellas hisp¨¢nicas se ir¨¢ deshinchando. Y emerger¨¢ la verdad: no es la amnist¨ªa lo que anima al PP; es el alineamiento con el sector de las derechas europeas que, liderado por Manfred Weber, ha optado por la v¨ªa del autoritarismo posdemocr¨¢tico. Y el verdadero peligro, ahora mismo.
Naturalmente, para que mi pron¨®stico se cumpla se requiere que la otra parte haya aprendido de este episodio. Que el independentismo asuma que se entra en una nueva etapa. Cuando uno desaf¨ªa la idea de l¨ªmites ¡ªes decir, va m¨¢s all¨¢ de lo que est¨¢ al alcance de sus fuerzas¡ª se la pega, como ocurri¨® con la lectura que se quiso hacer del 1 de octubre. La ciudadan¨ªa no est¨¢ para nuevos envites. Las formaciones independentistas est¨¢n lejos de los apoyos de aquel momento: el principio de realidad lleva seis a?os haciendo mella. Toca hacer pol¨ªtica, es decir, progresar razonablemente, recordando lo que ocurre cuando se quiere volar alto y no se tiene la fuerza suficiente.
Civilizar el conflicto es lo que debe aportar la amnist¨ªa. Y el que no lo entienda, en nombre de una patria o de la otra, lo acabar¨¢ pagando. De regreso a Catalu?a, Puigdemont, pasados los inevitables momentos de exaltaci¨®n, pronto ser¨¢ uno m¨¢s en la pelea pol¨ªtica cotidiana o, simplemente, quedar¨¢ para la memoria si decide irse a casa, y pasar el relevo despu¨¦s de tanto revuelo.
El espacio pol¨ªtico se recompondr¨¢. Y Junts, si quiere sobrevivir en la complejidad, deber¨¢ volver al origen: a la derecha catalana, hu¨¦rfana de representaci¨®n pol¨ªtica genuina. Y la amnist¨ªa habr¨¢ sido un b¨¢lsamo pacificador. Pero sin perder de vista que hay un punto en que la derecha espa?ola y un sector, hoy minoritario, del independentismo podr¨ªan encontrarse: el autoritarismo postdemocr¨¢tico. Que es la gran amenaza que tiene Europa en el horizonte.
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