Barcelona: salir de la interinidad
Collboni se sit¨²a ante un dilema nada sencillo: ?prefiere a Colau en la oposici¨®n o en el gobierno, con riesgo de quitarle espacio comunicativo?

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En medio del barullo de estos ¨²ltimos a?os, no se ha prestado mucha atenci¨®n a un hecho relevante. Las dos principales instituciones pol¨ªticas catalanas, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, est¨¢n gobernadas en apabullante minor¨ªa. El presidente Pere Aragon¨¨s cuenta con un grupo parlamentario de 33 diputados (sobre 135) y el alcalde Jaume Collboni dispone de 10 concejales (sobre 41). Dos gobiernos al albur de los dem¨¢s grupos, abocados a situaciones en que el enemigo no es el rival de enfrente, sino el presunto compa?ero de viaje. Dicho de otro modo, los bloques mayoritarios, en torno al eje derecha-izquierda, se han desdibujado. Las rencillas entre socios presuntamente naturales crecen en tanto que el debate soberanista domina la escena.
Las ¨²ltimas elecciones municipales trasladaron la disfuncionalidad al ayuntamiento barcelon¨¦s. Un territorio en que las barreras ideol¨®gicas son ¨Co por lo menos parec¨ªan- menos r¨ªgidas y por tanto hab¨ªa mayor espacio a la polivalencia. Un gesto oportunista del PP permiti¨® la combinaci¨®n perversa para cerrar el paso a Xavier Tr¨ªas: los comunes y la derecha espa?ola sumaron votos para dar la alcald¨ªa al PSC. El PP se llev¨® la contrapartida que buscaba: un gesto m¨¢s contra el soberanismo, presentado como acto patri¨®tico. (No estoy seguro de que si esto hubiese ocurrido ahora, en plena furia contra S¨¢nchez, al PP catal¨¢n se le hubiese permitido la opci¨®n por el mal menor). Y los comunes pasaron p¨¢gina y adi¨®s, muy buenas, sin presionar demasiado, para volver a la coalici¨®n.
El resultado de tanta politiquer¨ªa es una expresi¨®n del deterioro de la pol¨ªtica catalana que la deflactaci¨®n del proc¨¦s pone en evidencia. Quien ha capitalizado esta devaluaci¨®n de las instituciones ha sido Puigdemont, quien aprovechando la carambola electoral del 23-J ha copado el protagonismo, facilitando la reelecci¨®n de S¨¢nchez y alejando de los focos el desbarajuste interno de Junts.
Y ah¨ª est¨¢ Barcelona, desdibuj¨¢ndose d¨ªa a d¨ªa, en un penoso segundo plano, sin que de momento se vea determinaci¨®n para construir una mayor¨ªa que emprenda el vuelo. No parecen de mucha entidad los rumores que apuntan a un nuevo cap¨ªtulo del juego entre Pedro S¨¢nchez y Junts, con un pacto en Barcelona como torna. La decisi¨®n de Ada Colau de seguir en el Ayuntamiento da m¨¢s entidad al debate. Collboni se sit¨²a ante un dilema nada sencillo: ?prefiere a la exalcaldesa en la oposici¨®n o en el gobierno, con riesgo de quitarle espacio comunicativo? En cualquier caso, es dif¨ªcil entender que no se avance en ninguna de las combinaciones posibles. La que en otro tiempo se hubiese impuesto de corrido -una mayor¨ªa de izquierdas con los socialistas, las comunes y Esquerra Republicana- adquiere m¨¢s sentido si cabe en la nueva etapa en que entrar¨¢ el pa¨ªs despu¨¦s de la amnist¨ªa. La alianza contra natura patri¨®tica que algunos cortejan ahora entre socialistas y Junts ser¨ªa un signo definitivo de retorno al orden de los de Puigdemont, en el camino reconfiguraci¨®n como centro derecha, que parte de su gente no est¨¢ todav¨ªa en condiciones de asumir.
En cualquier caso, salir de la interinidad de un gobierno de gesti¨®n sin atributos precisos es urgente para que Barcelona recupere el pulso y abra hueco en el techo monotem¨¢tico en que qued¨® atrapado el pa¨ªs.
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