De Euskadi a Catalu?a

Despu¨¦s de que Euskadi haya completado un ciclo electoral mod¨¦lico en las formas con la gestaci¨®n de un bipartidismo sin alternancia, llega ahora el momento de las elecciones catalanas. Como si la estabilidad fuera el objetivo, los vascos nos han sorprendido con la pr¨¢ctica reducci¨®n del escenario pol¨ªtico a tres actores: dos s¨®lidos bloques a la derecha (PNV) y a la izquierda (Bildu), con el nacionalismo alcanzando el 63 por ciento de los votos, y el PSOE inclinando la balanza, como est¨¢ previsto y nadie ha cuestionado, a favor del PNV, eterno gobernante por aquellas tierras. Tanto orden, despu¨¦s de tantos a?os de conflicto es noticia. Y ahora toca Catalu?a.

Si en Euskadi se ha impuesto la concentraci¨®n de voto, aqu¨ª todo parece ir en la direcci¨®n contraria: cada vez son m¨¢s los que aspiran al reparto. Y todo ello siete a?os despu¨¦s del estallido de octubre de 2017. Con el estado de ¨¢nimo colectivo lejos de aquel momento de alta tensi¨®n, pero con los actores del desaf¨ªo presentes en el escenario, empezando por el expresidente Puigdemont, dispuesto a buscar una nueva oportunidad.

Si en Euskadi el desenlace estaba perfectamente definido y la ¨²nica duda era qui¨¦n se llevar¨ªa el honor de llegar primero en la igualad¨ªsima confrontaci¨®n entre PNV y Bildu, las elecciones catalanas se presentan con dif¨ªcil pron¨®stico a la hora de plantear las imprescindibles combinaciones para instalar a un presidente y formar una coalici¨®n de gobierno. Ninguno de los actores principales, Illa, Puigdemont y Aragon¨¦s, tiene por delante una perspectiva f¨¢cil. Y salvo que alg¨²n detalle inesperado cambie el relato, las combinaciones posibles ser¨¢n dif¨ªciles de trabar. Y los pron¨®sticos est¨¢n condicionados por el peso del factor emocional y por efectos sorpresas que puedan escapar a las encuestas.

La presencia de Puigdemont, que ha cambiado sus planes respecto a Europa, por la sencilla raz¨®n de que era el ¨²nico candidato que pod¨ªa evitar la explosi¨®n de este barullo de egos y tendencias que es Junts, ha generado cierto desconcierto. No es f¨¢cil anticipar la capacidad de arrastre que pueda quedarle como mito fugado de un momento que ya pas¨®, ni tampoco el nivel de rechazo que pueda generar, al tiempo que puede eclipsar la valoraci¨®n de expectativas que le pueden restar votos, como por ejemplo, la irrupci¨®n de la extrema derecha nacionalista catalana que lidera S¨ªlvia Orriols. Del mismo modo, que, hasta que llegue la hora de ir a votar, no se puede descartar que si a Puigdemont no le salen las cuentas, opte por alg¨²n gesto de impacto como regresar a Catalu?a buscando una actuaci¨®n judicial para reforzar el mito, cuyos efectos no son f¨¢ciles de imaginar en t¨¦rminos electorales.

Ahora mismo, la combinaci¨®n m¨¢s probable parece ser PSC, Esquerra Republicana con el apoyo de los Comunes si fuera necesario, con Illa como presidente, que con toda probabilidad sumaria los votos necesarios. El t¨¢ndem Junts-Esquerra Republicana, dif¨ªcil ya de por s¨ª por una rivalidad que Puigdemont lleva explotando desde el primer momento, no es f¨¢cil que sume, quiz¨¢s para alivio de las dos partes. La pesadilla est¨¢ en el fondo del escenario: la repetici¨®n electoral que en un panorama tan fragmentado podr¨ªa ser un ejercicio delirante. Catalu?a est¨¢ muy lejos de oto?o de 2017, y quien sepa alejarse de los t¨®picos y captar el estado de ¨¢nimo despu¨¦s de las frustraciones jugar¨¢ con ventaja.

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