Extranjeros en Catalu?a
La inmigraci¨®n masiva y constante fuerza al alza las rentas de los alquileres de las viviendas y baja los salarios
En enero de este a?o, 1.361.981 personas, algo m¨¢s del 17% de la poblaci¨®n catalana (ocho millones), eran extranjeras, un 23% en la ciudad de Barcelona. Provienen, por este orden y en n¨²meros redondos, de Marruecos (234.000), Rumania (86.000), Italia (80.000), Colombia (76.000), China (61.000) y Honduras (57.000), entre otros muchos pa¨ªses. De Francia, nuestro vecino m¨¢s pr¨®ximo, son 38.000.
Los signos de estos tiempos son contrarios a la llegada de extranjeros: las derechas se quejan de los inmigrantes y las izquierdas de los turistas; la xenofobia abunda a ambos lados del espectro pol¨ªtico y, en sus extremos, es dominante. Es un error, pues hacen m¨¢s bien que mal, pero es lo que hay. Crean riqueza, aportan juventud y la tercera parte de los reci¨¦n nacidos. Pero, como diluyen las esencias patrias, muchos se duelen, se resienten, se enfadan.
Como en todo cambio social profundo, quienes lo defendemos hemos de empezar poniendo de manifiesto sus costes. Los hay innegables: la inmigraci¨®n masiva y constante fuerza al alza las rentas de los alquileres de las viviendas y sus precios de compra. Nuestros inmigrantes, mayormente hombres j¨®venes y con una educaci¨®n justa, compiten con los locales menos favorecidos. Los camareros de nuestros restaurantes y los cuidadores de ancianos, por ejemplo, ganar¨ªan m¨¢s por hora trabajada si hubiera menos inmigraci¨®n. Claro, nuestros profesionales bien pagados est¨¢n encantados con la pl¨¦tora de prestadores de servicios a buen precio, pero su postura en pro de la inmigraci¨®n ignora al nuevo voto conservador de derecha radical emitido por gentes sencillas que anteayer votaban a partidos de izquierda.
Tampoco se puede ocultar que m¨¢s del 50% de los 8.317 reclusos internos en las prisiones catalanas en mayo de este a?o son extranjeros, y, entre ellos, hay casi 1.500 magreb¨ªes y m¨¢s de 1.000 latinoamericanos. Esto no era as¨ª el a?o pasado; era menos, pero va a m¨¢s.
Luego est¨¢n las simples incomodidades, casi inmencionables pero cotidianas, de quienes cogen un taxi y no consiguen hacerse entender por un pobre y honrado conductor pakistan¨ª, o las quiz¨¢s bastante m¨¢s serias de los pacientes atendidos por sanitarios extranjeros en un hospital. A ello responde la Generalitat con la oferta de clases de catal¨¢n para profesionales de la salud en horario laboral. Pero a uno siempre le queda la duda de si la exigencia del conocimiento de la lengua del pa¨ªs deber¨ªa de aplicarse a una neurocirujana o a un instrumentista. Y al final, entre dos m¨¦dicos, uno muy bueno, pero extranjero y con un catal¨¢n algo pobre, y otro mediano, pero del pa¨ªs, no s¨¦ por qu¨¦ habr¨ªa de escoger a este ¨²ltimo. Nunca he cre¨ªdo en las preferencias nacionales.
Pal¨ªa el problema la adquisici¨®n de la nacionalidad espa?ola por extranjeros: El r¨¦cord en el Estado espa?ol en 2023 fue precisamente Catalu?a, con 60.846 nacionalizaciones, seguida por Madrid, con 50.049. Convendr¨ªa modificar la regla general sobre adquisici¨®n de la nacionalidad espa?ola por tiempo de residencia en Espa?a (art. 22 del C¨®digo Civil espa?ol), que es de 10 a?os (aunque solo es de dos para latinoamericanos, andorranos, filipinos, ecuatoguineanos, portugueses o sefard¨ªes). En la pr¨¢ctica, es una barrera para extranjeros de origen magreb¨ª, que son el contingente m¨¢s numeroso. Al final, y no solo en Catalu?a, sino en toda Europa, la xenofobia es islamofobia.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico em¨¦rito de Derecho Civil en la UPF.
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