El oto?o del independentismo
Mientras tanto la m¨ªtica del ¡®proc¨¦s¡¯ se desdibuja en la escenificaci¨®n del pragmatismo de Illa, al que el estado de ¨¢nimo colectivo da perspectivas de futuro

Mientras en Madrid el ruido ocupa la escena pol¨ªtica a golpe de denuncias y esperp¨¦nticas ocurrencias, en Catalu?a es tiempo de pausa. La pol¨ªtica ha bajado de tono, coincidiendo, y seguro que no es casualidad, con el protagonismo de Salvador Illa, un hombre poco amigo de los espavientos, que se ha encontrado en el momento preciso en el sitio adecuado: una Catalu?a en modo resaca, en fase de reparaci¨®n. Es el largo oto?o del proc¨¦s. El resultado es una agenda de prioridades y servicios pr¨¢cticos que la gran promesa hab¨ªa aplazado, que convoca a construir mayor¨ªas ¡ªaunque sean variables¡ª para conquistas concretas, m¨¢s ac¨¢ del ¨¦xtasis patri¨®tico. Y se nota en el d¨ªa a d¨ªa medi¨¢tico, d¨®nde aparecen carpetas rotuladas con eufemismos prometedores, como el llamado finan?ament singular, la estrella de la nueva etapa. Y de momento la nave va sin que se aprecien se?ales que anticipen un cierto retorno a la l¨®gica de confrontaci¨®n que a?ora el nacionalismo
El independentismo, que a ritmo lento va entrando en fase de reconstrucci¨®n, vive sin vivir en s¨ª los efectos de la frustraci¨®n y la dificultad de la readaptaci¨®n despu¨¦s de una fase liderada por el caudillismo a distancia de Puigdemont y la autoridad vicaria de Junqueras. De manera que, ahora mismo, la inc¨®gnita principal es cu¨¢l de los dos sale primero, algo que en Junts es una condici¨®n necesaria para emprender el camino de futuro, y en Esquerra, a mi entender, es menos evidente.
Los republicanos est¨¢n en episodio de renovaci¨®n congresual, momento adecuado para a la exhibici¨®n de los trapos sucios y de las bajas pasiones. Evidentemente, los estragos electorales pesan. Su apuesta por la responsabilidad pol¨ªtica ha tenido costes: combinando la mirada puesta en el proc¨¦s con los acuerdos con Pedro S¨¢nchez y los socialistas gobernantes en Madrid y aplicando el sentido com¨²n para investir a Illa, han dejado unos cu¨¢ntos jirones de su piel por el camino. Precio: el castigo por parte de sus electores m¨¢s frustrados por el atasco de la gran promesa. Con el pinchazo electoral, se ha abierto el discurso de la renovaci¨®n. De pronto, cuando parec¨ªa que pese a todo Junqueras manten¨ªa el pulso, gentes que hab¨ªan estado a la sombra del hasta ahora l¨ªder indiscutible del partido se apuntan al ruido de la renovaci¨®n. ?Hay que colocar a Junqueras en el altar de los l¨ªderes del pasado? ?Hay alguien en ERC con su capacidad, dignidad y autoridad para relevarle y hacer posible la reconstrucci¨®n del partido sin ponerse a remolque de sus rivales? ?Hay otra v¨ªa que no sea su singularidad ¡ªnacionalismo de izquierdas¡ª para recuperar el espacio perdido?
Lo de Junts es otra historia. Pretendieron el monopolio del independentismo despu¨¦s de un proceso de concentraci¨®n, surgido del aluvi¨®n de la euforia previa al refer¨¦ndum, que llev¨® a su casa a gentes que proven¨ªan de todo el espacio catalanista. Esta diversidad, en fase de realismo pol¨ªtico, es insostenible. Y al mismo tiempo en esta amplia gama de aspirantes a liderazgo no se vislumbra ninguna figura con fuerza para dar el paso. Y ante la duda, todos se escudan tras la sombra de Puigdemont, que, aunque se puso en evidencia con su frustrado retorno anunciado, todav¨ªa sirve de coartada para la triada Turull, Batet y Rull, que no quiere soltar el mando, y para los dem¨¢s, sin una figura visible capaz de romper la baraja, para seguir esperando.
Mientras tanto la m¨ªtica del proc¨¦s se desdibuja en la escenificaci¨®n del pragmatismo de Illa, al que el estado de ¨¢nimo colectivo da perspectivas de futuro. El problema de la pol¨ªtica de las cosas concretas es que hay que conseguirlas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.