De la guerra pand¨¦mica a la guerra pol¨ªtica
El Gobierno del Bot¨¢nico tendr¨¢ que hacer valer el gran ¨¦xito de la campa?a de vacunaci¨®n. En Valencia no se puede descartar una Plataforma Popular (PP) liderada por Camps, con o sin Vox
Los que hayan recibido una dosis de la vacuna o disfruten ya de la pauta completa de vacunaci¨®n, sabr¨¢n a qu¨¦ me refiero: esa sensaci¨®n de tranquilidad, ese aire que parece penetrar mejor en los pulmones a pesar de la mascarilla, esa ligereza corp¨®rea al abandonar la carpa de inmunizaci¨®n, esa relajaci¨®n del desasosiego y la aprensi¨®n que han sido pegajosa y constante compa?¨ªa durante un largo a?o. Se conoce como efecto placebo y se basa en la mejora o desaparici¨®n de los s¨ªntomas mediante el suministro de un tratamiento -placebo- que no tiene propiedades curativas reales.
Las vacunas anti covid no curan, pero s¨ª protegen frente a la enfermedad y sus efectos colaterales m¨¢s graves. Obviamente, la eficacia de esa protecci¨®n no es inmediata y, sin embargo, la primera dosis tiene propiedades taumat¨²rgicas desde el instante mismo de su inoculaci¨®n.
En los ensayos cl¨ªnicos siempre se tiene en cuenta el efecto placebo porque se sabe de su efectividad y de c¨®mo las expectativas del paciente y algunos otros condicionamientos la refuerzan. ?Hablamos de los m¨¦dicos placebo? ?De esos profesionales de la sanidad cuya sola presencia y delicada empat¨ªa hacia el doliente resultan tan terap¨¦uticas? La otra cara de la moneda, menos conocida, es el efecto nocebo: sugestionarse hasta sufrir los efectos secundarios perniciosos de un medicamento que no se ha ingerido porque no ha sido suministrado. El poder de la sugesti¨®n es la clave en ambos casos.
En pol¨ªtica tambi¨¦n existen los efectos placebo y nocebo. Lo saben los pol¨ªticos y los llamados spin doctors, los asesores y estrategas en comunicaci¨®n pol¨ªtica encargados de construir relatos que ejerzan como placebos o nocebos. El posible indulto de los presos secesionistas catalanes es un magn¨ªfico ejemplo de nocebo pol¨ªtico: sin haberse producido, ha provocado turbulentas reacciones.
Escribi¨® Zygmunt Bauman en su ensayo Extra?os llamando a la puerta (Paid¨®s 2016) que el destino de las grandes conmociones ¡°es terminar convertidas en la mon¨®tona rutina de la normalidad¡±, y que el p¨¢nico moral ¡°es un temor extendido entre un gran n¨²mero de personas que tienen la sensaci¨®n de que un mal amenaza a la sociedad¡±. La reflexi¨®n del intelectual polaco-brit¨¢nico giraba en torno a la crisis de los refugiados y los retos derivados de la inmigraci¨®n, pero igual vale para esta otra crisis pand¨¦mica, de reminiscencias medievales, que ha sacudido a las sociedades l¨ªquidas tan bien definidas y descritas por Baugman.
La conmoci¨®n y el p¨¢nico moral que hemos sufrido ante un virus de origen todav¨ªa desconocido que ha amenazado nuestras vidas y el modo en que las viv¨ªamos empiezan a ser superados por el placebo de las vacunas -que acaban proporcionando una protecci¨®n real- y por los relatos positivistas que se destilan desde los ¨¢mbitos del poder. Vamos recuperando, en el llamado primer mundo, la ¡°mon¨®tona rutina de la normalidad¡± tras la conmoci¨®n de una plaga que ha causado m¨¢s de tres millones de muertos en todo el mundo, millones de damnificados f¨ªsicos y mentales que arrastran las secuelas de la enfermedad, y millones de p¨¦rdidas econ¨®micas que, a su vez, se traducen en m¨¢s pobreza y mayor brecha social.
Pero el relato pol¨ªtico ya est¨¢ cambiando. Los gobiernos de Espa?a y de la Comunidad Valenciana saben que dos son las bazas electorales a esgrimir frente a una oposici¨®n que, como todas, como cuando los que ahora gobiernan est¨¢n al otro lado de la barrera, se dedican a tratar de capitalizar el caos -a veces, incluso, lo provocan- y las situaciones conflictivas.
El ¨¦xito de las campa?as de vacunaci¨®n y la recuperaci¨®n econ¨®mica vinculada al man¨¢ europeo son las dos balas de la rec¨¢mara en las que conf¨ªan nuestros gobernantes para navegar el tramo final de la legislatura y arribar con garant¨ªas de ¨¦xito a la orilla electoral. Son los placebos que nos har¨¢n olvidar cu¨¢n enferma est¨¢ una sociedad que registra tasas de desempleo juvenil cercanas al 40 por cien e ¨ªndices de pobreza impropios de sociedades avanzadas, justas y solidarias.
Decae el toque de queda a partir de la medianoche de ma?ana, lunes. Se relajan todas las restricciones; se reabre, con ciertas limitaciones, el ocio nocturno. Las fiestas populares volver¨¢n a llenar de alegr¨ªa y emoci¨®n nuestras calles. Pero el oto?o que se avecina ser¨¢ un tiempo pol¨ªtico de desencuentros, peleado a cara de perro entre los que gobiernan y los que aspiran a hacerlo.
En la nueva normalidad que se anuncia tras la pandemia la agenda pol¨ªtica se ofrece saturada de temas conflictivos que elevar¨¢n la temperatura de los debates en las instituciones y en esos otros parlamentos en que han devenido las redes sociales.
No s¨¦ si al Gobierno del Bot¨¢nico le bastar¨¢ con la munici¨®n de gestionar con gran ¨¦xito la campa?a de vacunaci¨®n y de no haber cedido finalmente, m¨¢s all¨¢ de lo debido, a las muchas presiones recibidas para aligerar las restricciones cuando los muertos se contaban por decenas y los contagios por miles. Tendr¨¢ que hacerlo valer y rezar para que arriben en tiempo y forma los fondos UE, porque enfrente va a tener una oposici¨®n redimensionada, con dirigentes reseteados, crecidos en la demoscopia, dispuestos a desplegar un ingente arsenal de reclamos electorales en cuya eficacia conf¨ªan porque han verificado su empuje en otros momentos de la reciente historia: la lengua y el pancatalanismo, la batalla del agua, los incumplimientos del Gobierno de Pedro S¨¢nchez, etc¨¦tera.
Acaba una guerra, porque eso ha sido esta pandemia, y empieza otra: la lucha por hacerse con el poder en este rinc¨®n del Mediterr¨¢neo espa?ol tan invisible y olvidado. En esta ocasi¨®n, frente a las pr¨®ximas citas electorales, no todo est¨¢ escrito, y s¨ª sujeto a un electorado voluble que ya no conf¨ªa ciegamente ni en unos dirigentes ni en unas siglas. Unos y otros tendr¨¢n que ganarse el voto a base de algo m¨¢s que placebos y nocebos.
Plataforma popular
Los magros resultados obtenidos por la candidatura de Jos¨¦ Vicente Anaya para liderar el PP valenciano frente a la rotunda victoria de Carlos Maz¨®n, desde el viernes presidente in pectore de la formaci¨®n conservadora, plantean la duda de c¨®mo se ver¨¢n afectados los planes de Francisco Camps de dar la batalla por conseguir ser candidato del PP a la alcald¨ªa de Valencia.
Anaya mantuvo el tipo y desconcert¨® a todos los que dentro y fuera de su partido le se?alaban como un ventajista que se lanzaba al reto de disputar el liderazgo del PPCV con el ¨²nico objetivo de acabar negociando con Maz¨®n para integrarse en la candidatura de este. No ha sido as¨ª. Hasta el final, ha contado con el aliento inspirador de Camps y su fiel cohorte, liderada por el ex senador Pedro Agramunt. Los resultados alcanzados por Anaya en la ciudad de Valencia -33 votos frente a los 396 de Maz¨®n- no ofrecen una lectura positiva para las aspiraciones de Camps, al menos en clave interna.
Aunque a¨²n faltan dos a?os para las pr¨®ximas elecciones municipales, no descartemos una Plataforma Popular (PP) -?hacen falta explicaciones sobre la coincidencia de siglas?- liderada por el ex presidente de la Generalitat Valenciana, s¨®lo o en compa?¨ªa de Vox. Ignacio Gil L¨¢zaro, ex dirigente valenciano del PP y ahora en las filas de Santiago Abascal, mantiene buena relaci¨®n con Camps y lo considera un magn¨ªfico alcaldable.
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