El Ritufeo
No es f¨¢cil digerir que el blanqueo de dinero del procesado equipo de Rita Barber¨¢ fuera algo ajeno a quien manten¨ªa un control soberbio sobre todo lo que suced¨ªa en su vertical, incluso a su alrededor

Los 49 concejales y asesores del PP valenciano procesados por el denominado caso Taula tambi¨¦n forman parte del tan cacareado legado de la exalcaldesa Rita Barbera, quien falleci¨® con la misma imputaci¨®n que ahora lleva a sus subordinados al banquillo y, por consiguiente, qued¨® exonerada de lo que ahora se sustancia en el juzgado. Por mucha prudencia que exijan ahora sus heraldos, y es necesario aplicarla, no resulta f¨¢cil de digerir que lo que hac¨ªan los procesados, el pitufeo (el m¨¦todo de blanqueo mediante donaciones peque?as al partido restituidas con dinero negro) fuera algo ajeno a quien manten¨ªa un control soberbio y arrollador sobre todo lo que se mov¨ªa en su vertical, incluso en su alrededor. Ese, al menos, fue el punto de vista de la justicia que ahora acaba de poner en la picota toda su etapa y proyecta de nuevo el cono del foco hacia su figura, que fue denostada por el propio PP y sus devotos m¨¢s p¨ªos cuando su procesamiento se percibi¨® como inevitable.
La muerte de Barber¨¢ brind¨® al PP valenciano el ¨²nico s¨ªmbolo con talla pol¨ªtica incorrupto (con causa no juzgada por defunci¨®n) al que aferrarse en medio de un panorama de agusanamiento generalizado que ha llevado al banquillo, entre un amplio elenco art¨ªstico, a tres presidentes de la Generalitat y otros tantos de las Diputaciones de Valencia, Alicante y Castell¨®n. Pero aunque el pitufeo quiz¨¢ fuera el Ritufeo (y este un procedimiento municipalizado del sistema de perversi¨®n con contratas p¨²blicas que imper¨® durante m¨¢s de 20 a?os en la organizaci¨®n para sobrealimentar las campa?as electorales), el nuevo PP valenciano solo ha sido capaz de distanciarse de su pasado neg¨¢ndolo. Como neg¨® a Rita Barber¨¢ cuando qued¨® acorralada por la justicia, la reprob¨® y propici¨® que se le retirara el esca?o territorial en el Senado, donde sus antiguos correligionarios la sometieron al vac¨ªo asfixiante que precedi¨® a su muerte en noviembre de 2016.
Desde entonces, el PP ha utilizado la figura no condenada de Barber¨¢ no solo para expiar el pecado de haberla abandonado cuando ella m¨¢s necesitaba al partido, sino para sacar pecho en la oposici¨®n mediante su canonizaci¨®n, atribuy¨¦ndole logros incluso de otras Administraciones y las sinergias de un tiempo de alto rendimiento de bonos inmobiliarios. Y para guarecerse bajo su glorificado palio en la rogativa por recuperar el poder cuanto antes. Es innegable que Barber¨¢ dej¨® su huella en Valencia a lo largo de 24 a?os en el Ayuntamiento, pero no hace ning¨²n favor a su memoria convertirla en un inflamado ditirambo, como si antes de ella Valencia no hubiese sido fundada por Roma ni lo hubiese certificado Tito Livio. Como si, hasta que lleg¨® al Ayuntamiento, la historia de la ciudad hubiese sido una p¨¢gina en blanco. La gesti¨®n idealizada de la exalcaldesa ha sido el ¨²nico referente retrospectivo al que ha recurrido el PP de Carlos Maz¨®n y Mar¨ªa Jos¨¦ Catal¨¢, al que ha fiado por completo la recuperaci¨®n electoral, como evidenci¨® la exaltaci¨®n que le consagr¨® en el reciente mitin en la plaza de toros de Valencia. Pero la s¨¢bana santa de Rita Barber¨¢ no puede tapar el procesamiento de su equipo por haber recurrido a ¡°procedimientos clandestinos de financiaci¨®n¡± ni disipar su tufo envolvente y persistente. El PP necesita algo m¨¢s que pedir prudencia si quiere dar credibilidad a su relato de regeneraci¨®n.
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