Guerra entre lechugas y platos ¡®gourmet¡¯ en la milla del oro de Valencia
Los comerciantes del Mercado de Col¨®n, el m¨¢s ¡®chic¡¯ de la ciudad, se oponen a que los agricultores puedan vender un d¨ªa a la semana sus productos en una de las calles de acceso
Frondosas barricadas de fresqu¨ªsimas acelgas y lechugas se han retado con taburetes de dise?o haciendo huelga de patas en alto al estar cerrados sus locales como protesta por la presencia de las primeras. La batalla por el dominio comercial del centro de las grandes ciudades, cada vez en menos manos y m¨¢s afranquiciados, ha vivido este martes un nuevo episodio en la milla de oro de Val¨¨ncia.
El escenario ha sido el mercado municipal de Col¨®n, un precioso recinto modernista que, tras su reforma de 2003, se entreg¨® como en muchos otros sitios a la hosteler¨ªa. En su caso, releg¨® a la planta baja las cuatro ¨²nicas paradas de alimentaci¨®n que mantiene. Ahora, un ma?ana a la semana, en una calle peatonal junto al edificio, los agricultores podr¨¢n vender all¨ª de manera directa sus productos, pagando una tasa m¨ªnima y obteniendo as¨ª un beneficio mayor que si pasaran por intermediarios. En el caso de Val¨¨ncia, es un derecho establecido por los ¨¢rabes y que regul¨® el rey Jaume I en 1238.
Este es el tercer mercado que la ciudad pone en marcha en barrios donde no existe edificio con este uso general y el ¨²nico que ha encontrado una ruidosa oposici¨®n. Los comerciantes de dentro del recinto han cerrado sus establecimientos durante las cinco horas que ha durado el mercado en la calle y denuncian ¡°competencia desleal¡± con la parada de fruta y verduras que existe en el subsuelo. Explican que a ellos el d¨ªa les puede salir por unos 40 euros frente al 1¡ä82 que han pagado cada uno de la decena de puestos de fuera. ¡°La diferencia es una barbaridad¡±, asegura Jose Manglano, representante de los comerciantes. ¡°No s¨¦ si ser¨¢n competencia pero es una medida mal gestionada. Hay que ver la reacci¨®n de la gente y el perjuicio. El tiempo lo dir¨¢, profeta no soy¡±, admite Aurelio Comes, concesionario de esa parada. ?l tambi¨¦n cultiva sus lechugas, subraya. Desde el consistorio remarcan que se le ha ofrecido que todos los martes se sit¨²e en el mercat d¡¯horta para ganar visibilidad y no perder clientela y que no ha querido.
Pero hay quien se opone por otros motivos. ¡°No se pueden poner estos tenderetes delante de un mercado como este. No pegan¡±, asegura Rosa, que no vive en el barrio pero se ha acercado al rumor de la pol¨¦mica. ¡°Este mercado es una maravilla y no hay raz¨®n de que est¨¦n por aqu¨ª las lechugas. Hab¨ªamos cambiado a mejor. Hay sitios fenomenales para ponerlo y la gente ir¨ªa igual. Yo a veces he ido a buscar al rastro aunque me queda muy lejos de mi casa¡±, cuenta.
Lo sostiene a escasos metros de la parada que ha montado Susanna Ferrando. ¡°Aqu¨ª es muy chic venirte a tomar una horchata, una cerveza o un vino pero los comerciantes est¨¢n bajo. Las paradas tendr¨ªan que haber estado arriba porque esto es un mercado¡±, recuerda. Adem¨¢s defiende la iniciativa. ¡°Nos permite vender dignamente nuestros productos a precios justos y garantiza la supervivencia del espacio agrario, de la huerta, tal y como la conocemos. Si no se cuida a los agricultores y agricultoras no habr¨¢ relevo¡±, advierte.
Ferrando cree que al mercado pronto le dar¨¢n ¡°m¨¢s beneficios que inconvenientes¡±. Tambi¨¦n el concejal de agricultura, Alejandro Ram¨®n, cree que se crear¨¢n pronto ¡°sinergias¡± como ha pasado en el resto de casos y se mostr¨® abierto a buscar ¡°una alternativa y otra ubicaci¨®n¡± si no aparecen.
El ir y venir de gente clientes ha inclinado la balanza claramente el primer d¨ªa del lado de agricultores¡ y tambi¨¦n de los vecinos. Cargada con una bolsita con verduras reci¨¦n compradas y con sus cerca de ochenta a?os, Maria ?ngeles cuenta que vive en el barrio ¡°desde siempre¡± y no entiende que haya quien se oponga a este nuevo mercado. ¡°Cuando estaban arriba yo era clienta de toda las vida, pero ahora no puedo bajar. A los mayores nos viene muy bien que est¨¦ aqu¨ª fuera¡±, asegura.
Gema ha acabado su compra y promete a su nueva tendera que se ver¨¢n ¡°el martes que viene¡±. ¡°Si, adem¨¢s, al se?or de la fruter¨ªa de abajo, que era lo ¨²nico que me preocupaba, le han ofrecido ponerse con ellos es que no se de qu¨¦ hablamos¡±, sentencia.
Un derecho milenario
En Val¨¨ncia la posibilidad para los agricultores de la zona de vender en los mercados municipales con una tasa m¨ªnima viene de lejos. La instauraron los ¨¢rabes y la regul¨® Jaume I en 1238. Se denomina ¡®la tira de comptar¡¯ y se centraliza en Mercavalencia, donde cada madrugada en una nave propia van con sus productos y los venden a tiendas y restaurantes. De manera paralela y mucho m¨¢s reducida, ¡®la tireta¡¯ permite hacer esa venta a la puerta de algunos mercados municipales un d¨ªa a la semana.
¡°La ¡®tira de comptar¡¯ es intocable¡±, asegura Manglano, pero ellos quieren que quien venda en los mercados tenga parada y pague por ella. ¡°No creo que esto solucione el problema de la huerta de Valencia porque son pocos. Seguro que en los mercado municipales se multiplica por veinte el n¨²mero de agricultores que ya venden sus productos¡±, apunta.
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