El pollo del pacto
Las primeras consecuencias del ansioso arreglo entre el PP y Vox han devuelto a la Comunidad Valenciana a una posici¨®n infecta en la caja de resonancia de Espa?a
Puede que la elasticidad del PP para cerrar pactos o evitarlos con Vox seg¨²n territorios desdibuje o neutralice la imagen ecuestre de la ultraderecha subida a la grupa de la derecha y anillada a su cintura. Y que el argumentario miscel¨¢neo del PP para salir al paso del embrollo constituya un relato eficaz. Incluso que los estruendos radicales de Vox ensanchen el perfil de moderaci¨®n del mismo PP que los est¨¢ propiciando. Pero lo que resulta evidente es que el primer balance de un PP machihembrado con Vox ha supuesto un alarmante deterioro de la imagen de la Comunidad Valenciana. Con todos sus errores, ocurrencias y extravagancias el gobierno de Ximo Puig, ahora desahuciado por las urnas, hab¨ªa logrado erradicar el tufo de corrupci¨®n generalizada que impregnaba el Palau de la Generalitat, y las se?ales que transmit¨ªa la autonom¨ªa en los ¨²ltimos a?os, m¨¢s all¨¢ de gustos y sofismas ideol¨®gicos, eran positivas y, en algunos casos, de referencia. Sin embargo, las primeras consecuencias del ansioso arreglo entre el PP y Vox han devuelto a la Comunidad Valenciana a una posici¨®n infecta en la caja de resonancia de Espa?a. Y todav¨ªa no ha empezado el espect¨¢culo.
Los primeros impactos medi¨¢ticos que ha generado el peaje pagado por Carlos Maz¨®n a Vox para ocupar la presidencia de la Generalitat no pod¨ªan ser peores para la reputaci¨®n de la Comunidad Valenciana, que es la que absorbe la mayor¨ªa de los golpes y la que apechuga con la estigmatizaci¨®n. Pero Maz¨®n tampoco sale ileso, porque el desenlace de las negociaciones de su partido en otras comunidades aut¨®nomas, m¨¢s all¨¢ de los teatrillos, subrayan en fosforescente su precipitaci¨®n y rendici¨®n a Vox al precio que sea. Resulta claro que, pese a ser un genuino ep¨ªgono de Eduardo Zaplana, por encima de coreograf¨ªas, mohines e indumentarias, no ha aprendido lo sustancial de aquel ¡°campe¨®n¡±, como lo reput¨® Julio Iglesias. El ¡®pacto del pollo¡¯, por el que el PP y Uni¨®n Valenciana se repartieron el bot¨ªn electoral de 1995, no fue el resultado de una emoci¨®n precoz. Para empezar, Zaplana nunca se hubiese fotografiado durante la faena como Maz¨®n con un maltratador. Ni hubiese pagado un sobreprecio desesperado por algo que pod¨ªa obtener por mucho menos. Aquel acuerdo celebrado en el despacho de un empresario av¨ªcola de pico robusto cumpl¨ªa todos los c¨¢nones: tiempo, supervisi¨®n patronal y tutela del ¨®rgano medi¨¢tico al que se deb¨ªa Zaplana. Qued¨® muy claro, como entonces revel¨® Vicente Gonz¨¢lez Lizondo, a qui¨¦n correspond¨ªa el muslo y a qui¨¦n la pechuga. Y no hubo vicepresidencia para Uni¨®n Valenciana.
Si se compara aquello con esto, lo de Maz¨®n es una chapuza que desprestigia a la Generalitat, compromete su presidencia, sale cara al PP de aqu¨ª y enreda all¨ª a Alberto N¨²?ez Feij¨®o en v¨ªsperas de unos comicios generales. Frente a aquel pacto del pollo de Zaplana, que entregaba una s¨®lida plaza a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y un laboratorio de experimentaci¨®n para lo que hab¨ªa de venir, Maz¨®n solo ha sido el pollo del pacto. El pollo que se ha zampado Vox despu¨¦s de rellenarlo con todas sus exigencias y trufarlo con opacidad y negacionismos. Devorado por la urgencia de su propia ambici¨®n, ahora Vox lleva su truculencia a la primera l¨ªnea de la principal instituci¨®n de la Comunidad Valenciana, desde donde podr¨¢ amplificar y oficializar sus discursos de odio. Solo la patita ense?ada ya apunta hacia a la reapertura de conflictos superados, al regreso a una sociedad amordazada con deflaci¨®n de derechos, incremento de prohibiciones, criminalizaciones ideol¨®gicas, conatos de monter¨ªa civil, jaur¨ªas ling¨¹¨ªsticas y virilidades inflamadas. Todo, eso s¨ª, con profusi¨®n de v¨ªrgenes, mantillas, tejas y matarifes haciendo el pase¨ªllo.
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