Clases
Hay historias de drogas y de c¨¢rcel y de violencia. Vidas al l¨ªmite, s¨ª. Pero cuando al profesor se le encienden las pupilas es al hablar de c¨®mo progresan los chicos. Tambi¨¦n hay clases en los incendios
El profesor. Le dijeron que casi ning¨²n profesor aguantaba en ese instituto. Que a la primera que pueden, se largan. Y tras la reja de la entrada quedan, para siempre, ellos: gitanos, inmigrantes, las palabras que salen de la boca cuando no se ven personas.
El abandono normalizado. Sentirse rechazado como forma de vida. Disfrazar el gruy¨¨re social bajo un eufemismo: Puestos de dif¨ªcil cobertura.
Sin embargo, el profesor ya lleva alg¨²n tiempo en el instituto. No es que haya aguantado; es que le gusta. Despu¨¦s de la cena impresiona o¨ªrlo hablar de su trabajo. S¨ª, hay historias de drogas y de c¨¢rcel y de violencia y de dificultades familiares. Vidas al l¨ªmite, s¨ª. Pero cuando a ¨¦l de verdad se le encienden las pupilas es al hablar de c¨®mo progresan los chicos y de c¨®mo, al final de curso, lo que no quieren es decepcionarlo a ¨¦l. Parece el lenguaje del amor.
Unos d¨ªas despu¨¦s de esta sobremesa, en el d¨ªa de San Valent¨ªn, el profesor se dispone a entrar al aula. 1? de ESO B. Chavales de doce y trece a?os. Un d¨ªa m¨¢s. No lo ser¨¢. Ellos, los problem¨¢ticos, los rechazados, le han preparado una sorpresa. Le vendan los ojos. Lo plantan delante de la pizarra, llena de corazones y de tequeremos, y le montan un juego de pistas que lo conducen hasta una carta manuscrita.
Toni, dice la carta, eres un gran profesor. Te agradecemos por tu trabajo y sacrificio. Por aguantarnos cada d¨ªa. Gracias por llevarnos a lugares que probablemente nunca ir¨ªamos. Ojal¨¢ tambi¨¦n nos toques como maestro el curso que viene. Te queremos mucho, Toni. Firman la carta Elvis, Robert, David, Jes¨²s Tayeba, Fiorelli, Rayan, Zakaria, Luka, Yayra, Dylan, Zaineb, Tigran, Mariana, Fernando y Sebasti¨¢n.
Torrent, 2024.
Qu¨¦ vida tienen. C¨®mo ser¨¢ su ma?ana. A qu¨¦ lugares nunca ir¨ªan. O s¨ª que ir¨¢n, qui¨¦n sabe. Eso a veces depende de un maestro. Propiciar esa duda, abrir esa grieta en un destino a priori cincelado, es lo que da sentido a vivir en sociedad.
El incendio. Las viviendas quemadas. Los vecinos desalojados. Una tragedia para ellos. Era su techo. Su vida. Ha ocurrido en Val¨¨ncia, s¨ª, pero hace un mes y medio. Ardi¨® un asentamiento chabolista. Treinta o cuarenta personas desalojadas, casi todas rumanas. Viv¨ªan en esas chabolas junto a las v¨ªas del tren, en San Marcelino. Maderas y pl¨¢sticos ardiendo. Ni?os peque?os en brazos. Algunos fueron realojados en albergues, o simplemente se mudaron a otros asentamientos. A otro enclave del inframundo. El problema es que el humo negro y las llamas obligaron a interrumpir el tr¨¢fico ferroviario. El del primer mundo. Si no, ni siquiera hubieran salido en un fald¨®n. Hasta en la desgracia hay clases.
Las maestras. Las luces se apagan en el Tal¨ªa. A?os 60. Dos maestras entran en escena. Una escribe en la pizarra: Todas las historias empiezan con una luz t¨ªmida. As¨ª comienza la suya: la historia real de dos maestras valencianas ¨CIsabel y Carmen¨C que se enamoraron bajo el franquismo. Una luz t¨ªmida es una obra magn¨ªfica de ?frica Alonso sobre la libertad y la igualdad. Una reflexi¨®n acerca del peso del contexto social. De c¨®mo romper los grilletes cuando se tornan insoportables. Del valor que hay que tener, del precio que se ha de pagar.
Dice una maestra: A veces hay que aceptar que las cosas no pueden ser como nos gustar¨ªan. La otra le responde: Es que yo no lo puedo aceptar.
Dice una maestra: Nosotras no somos lo que ellos dicen que somos. Y a?ade: Nos han callado a base de miedo. Vivir nos est¨¢ prohibido. Pero a m¨ª me gusta hablar. ?Qu¨¦ sentido tiene, si no, vivir?
Todas las historias empiezan con una luz t¨ªmida.
A veces esa luz es la palabra de un maestro. O una carta.
Todas las historias nos recuerdan que nuestro pasado existe.
A veces es un fuego. O mejor: dos fuegos.
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