Hambre y chatarra en Casa Gallineta
Unas 600 personas que habitan infraviviendas en Valencia sobreviven sin poder ganarse la vida gracias a la comida y la asistencia de un programa municipal que reciben de la Cruz Roja
¡°Y no te olvides de los pa?ales, por favor¡±. As¨ª se despide Mar¨ªa Tarano, rodeada de monta?as de quincalla y de ni?os que absorben su zumo hasta estrujar el envase de cart¨®n. Esta rumana que lleva 15 a?os en Valencia est¨¢ muy agradecida a la Cruz Roja, que les acaba de repartir bocadillos y bebida sobre todo desde el estallido de la pandemia, pero recuerdan que les faltan muchas cosas como los pa?ales, que no pueden salir a recoger chatarra desde que se declar¨® el confinamiento y no pueden ganar ¡°ni un c¨¦ntimo¡±. ¡°Antes no necesit¨¢bamos casi nada, porque gan¨¢bamos algo todos los d¨ªas. Pero ahora no podemos salir ni vender nada¡±, comenta la que parece ser la matriarca del asentamiento de Casa Gallineta, un grupo de chabolas levantadas hace a?os en torno a la casa de un pastor, en un terreno bald¨ªo en el que confluyen el fin del campo, el inicio de la ciudad, las rondas de circunvalaci¨®n y las v¨ªas del tren.
All¨ª est¨¢ Juan Moreno, pastoreando sus cabras y ovejas sobre los retazos de maleza y con la imponente mole del hospital La Fe al fondo, entre el barrio de Malilla y la pedan¨ªa de la Torre. ¡°Son buena gente y tienen luz y agua¡±, comenta ¡°el pastor¡±, como le llaman en el grupo de unos 40 rumanos de este asentamiento. Entre ellos se encuentra Claudio, que se ha acercado a la furgoneta de la Cruz Roja a por las avituallas con una ni?a en brazos a pesar de la tierra embarrada. Joven, fuerte, risue?o, con la piel tostada por el sol, el s¨ª que ha logrado trabajar en la cuarentena en la recogida de cebolla, dada la apremiante necesidad de jornaleros en el campo. La chatarra acumulada, no obstante, revela la principal actividad de este asentamiento consolidado con el paso de los a?os y en el que dos ni?os rubios reconocen que ya quieren volver al colegio.
Chatarra por todos lados se ve tambi¨¦n en el asentamiento situado detr¨¢s de la estaci¨®n de la Fuente de San Luis. Neveras destripadas, carritos de supermercado sin ruedas, termos oxidados, todo tipo de quincalla. Aunque los precios fluct¨²an mucho, el alambre de cobre brillante puede pagarse a cuatro euros el kilo, mientras lo m¨¢s habitual, los restos de aluminio o acero inoxidable, a unos 0,6 euros el kilo. ¡°Si no vamos a la calle, no ganamos nada¡±, explica una mujer de origen extreme?o en la puerta del peque?o poblado, tras rechazar el servicio de asistencia sanitaria que tambi¨¦n ofrece la organizaci¨®n en virtud del convenio firmado con la concejal¨ªa de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Valencia. La ambulancia de la Cruz Roja ya estuvo la semana pasada all¨ª y todos se encuentran bien, asegura la mujer. S¨ª esperan a la furgoneta con los bocadillos y los lotes higi¨¦nicos que pasar¨¢ poco despu¨¦s. Es mi¨¦rcoles, 22 de abril, a las 13 horas, en mitad de la jornada de reparto y asistencia sanitaria de la Cruz Roja con el objeto de paliar los efectos de la pandemia mundial del coronavirus sobre las personas m¨¢s vulnerables y con menos medios.
La ambulancia emprende el camino de su segundo destino, no muy lejos, una peque?a calle paralela a la popular San Vicente, donde viven varias familias en casas abandonadas, en infraviviendas. El equipo m¨¦dico despliega sus mesitas y sillas y atiende a la gente tras ganarse su confianza, con especial atenci¨®n a una ni?a de 11 a?os a la que se le infect¨® una herida en un dedo del pie. Tiene una inflamaci¨®n de pus considerable. La peque?a operaci¨®n que le practican en el interior de la ambulancia duele. La ni?a sale llorosa con el dedo vendado y se sienta en una silla en la calle. La madre no deja de acariciarle y de hablar en rumano. La hija asiente, traduce y resume: ¡°Que fuimos al hospital hasta tres veces y nos dec¨ªan que no era nada, que la limpi¨¢ramos y ya est¨¢¡±. Intenta sonre¨ªr, pero le cuesta. Tiene muchas ganas de volver a la escuela y de ver a sus amigas. Tanto ella como su madre agradecen el inter¨¦s del profesor que no deja de llamar por tel¨¦fono para ayudarla en los estudios durante el confinamiento. Conexi¨®n con Internet y clases telem¨¢ticas habr¨¢ a la vuelta de la esquina, all¨ª no.
All¨ª hay poco. El marroqu¨ª Zacar¨ªas trabajaba con su furgoneta transportando material de obras. Ahora no puede salir. Hace meses que pidi¨® la renta m¨ªnima de inclusi¨®n de la Generalitat para mantener a su mujer, ahora embarazada, y sus dos hijos. Tampoco puede ganar dinero la colombiana Beatriz, trabajadora dom¨¦stica en una casa ¡°con una se?ora muy delicada con c¨¢ncer¡±.
Todos ellos reciben ayuda de la delegaci¨®n de Servicios Sociales, que dirige Isabel Lozano, a trav¨¦s de la Cruz Roja. La concejal¨ªa tiene contabilizadas unas 600 personas que habitan en infraviviendas en diferentes asentamientos en Valencia. Este departamento, junto a Ibercaja Banco, present¨® la plataforma solidaria Anem Val¨¨ncia para canalizar donaciones particulares y de empresas para garantizar comidas y lotes de higiene personal. La atleta Marta Fern¨¢ndez ha sido una de las primeras mecenas. En las p¨¢ginas web del Ayuntameinto y de Ibecaja se encuentra toda la informaci¨®n.
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